"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Frederic Porta / Santoral / Firmas
En cuestión de días, Lionel Messi se habrá encaramado hasta lo más alto en la tabla de goleadores, oficiales e históricos, del FC Barcelona. Circunstancia idónea para sacar santos, muy milagreros, en procesión de particular reconocimiento y devoción. Imprescindible subrayar eso de competición oficial en memoria y respeto de Paulino Alcántara y Josep Samitier, dos auténticos fenómenos que rebasaron con creces los 300 goles al servicio de los blaugrana, amistosos incluidos, cuando ni Jules Verne hubiera imaginado competiciones europeas e incluso, en el caso del filipino, ni siquiera la Liga andaba aún en juego.
Messi superará en el número uno al enorme César Rodríguez, ariete de postín, amado hasta extremos entre sus contemporáneos adoptivos y apenas limitado hoy al récord de 235 goles marcados en servicio de su club. También de César se recuerda el apodo, “El Pelucas”, sin que tal mote propicie indagación. El fantástico delantero leonés fue uno de los líderes indispensables del club en la postguerra y con sus íntimos, Gustavo ‘Gitano’ Biosca y Lazsli Kubala, formaron un auténtico Trío Calavera. Tres amigos íntimos unidos por el fútbol, hambrientos de vida y goce y dotados de peculiar y vitriólico sentido del humor. Como para rebautizar así la vertiginosa alopecia de César. Carpe diem.
PAULINO, SAMI, CÉSAR, LAZSLI…
A falta de historiadores, la hipótesis. En los anales del Barça, a modo de hilo conductor, hallamos ídolos en quienes posar la bandera de representación máxima. La levantó Alcántara como primera figura popular, la continuó Sami ya erigido en singular fenómeno de masas y recogió el relevo tras la guerra ese chaval recomendado por el periodista Francisco Subirán, César Rodríguez, quien lo cedería con sumo gusto a Lazsli Kubala. Ya ven, menudo cuarteto. Tal como él mismo confesaba, alcanzó su primer destino lejos del hogar tras un inacabable viaje en tren, calzando alpargatas y con una maleta de cartón en la mano, como tantos otros inmigrantes. Apenas había alcanzado los 17 años, tan imberbe para ser enviado al Granada en cumplimiento del entonces eterno servicio militar y foguearse de paso en cesión al Sabadell. Prácticamente, Les Corts no pudo saber de él hasta la campaña 42-43. De inmediato, supo convertirse en ídolo barcelonista gracias a su porte fibroso -siendo más bien justito de talla-, garra, olfato de gol, habilidad gimnástica y, ante todo, un remate de cabeza nunca tan venerado como el de Zarra, Kocsis o Santillana pero igual de creativo, espectacular y efectivo.
De César impresionan las trece temporadas de servicio que le trocaron en nexo y denominador común entre plantillas, de ahí que alabemos su formidable capacidad atlética, digna de definir el concepto deportista. Imagínense qué tesoro, menudo grupo de compañeros. Arrancó con veteranos supervivientes -en el sentido literal de la palabra- de la II República, tipo Escolá, Mingo Balmanya, Rosalench, Raich o el capitán Antonio Franco, mientras simbolizaba la savia nueva que renovaba ilusiones junto a los Curta, Calvet o Gonzalvo III. Dos de los miembros de esos primeros planteles merecen parada especial: Mariano Martín, el fantástico centrodelantero al que machacaron las lesiones, culpable de relegar a César al interior derecho, y Francisco Betancourt, el primer futbolista de color alineado como azulgrana, nacido… en Badalona. Sitúen la referencia, por favor, en la España autárquica de los años 40 y no en el planeta normalizado racialmente de hoy.
CINCO QUE ERAN SEIS
Por su brillante sendero, sombreros fuera. César compartió ese vestuario donde era, realmente, el rey del mambo, –con permiso del gran Pérez-Prado, adalid del género musical también venerado a la sazón-, con un increíble tropel de estrellas hoy fatalmente relegadas al desván de la memoria colectiva: el portero Velasco, Seguer, Gonzalvo II, Bravo, Estanislao Basora, Moreno, Manchón, el sexto hombre Vilá, el Gato Ramallets, los argentinos Marco Aurelio y Nicolau, Justo Tejada o el impagable Juanito Gran Capitán Segarra, adoctrinado por entrenadores del prestigio de Enrique Fernández, el propio Josep Samitier o Fernando Daucik . Dediquémonos al inciso anecdótico: Por culpa, nótese también aquí la cursiva, de Joan Manuel Serrat y su genio para recrear nostalgias infantiles, el mármol de homenaje sólo contempla cinco mitos en aquella delantera de Les Cinc Copes: Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón. Discutible ya el orden, puesto que César jugaba en punta y Lazsli se movía por el interior derecho, pero peor aún el manto de olvido caído sobre el sexto hombre del ataque, Jordi Vilá. El quinteto de la inolvidable canción sólo se alineó en una veintena de partidos, mientras Vilá, a lo largo de tres campañas, cubrió hueco de ataque donde lo hubiera entre tales mitos. Vilá jugaría después en el Valencia y fue el primer futbolista famoso nacido en Santpedor, cuna de Pep Guardiola.
César, ya que entramos en detalles, trajo al Barça a su hermano mayor, apodado Calo, defensa habitualmente reserva que ganó cinco trofeos en otras tantas campañas gracias a tan fraterno empujón. El historial del Pelucas, estupendo: 5 Ligas, 3 Copas, 4 Copas Eva Duarte, 2 Copas Latinas (ancestro de la Copa de Europa), un Pichichi y participación en los Mundiales del 50 y 54 pese a contar con apenas 12 internacionalidades con España, escasez sorprendente para jugador de su cotización, brío y garante de gol. Su récord anotador: Cinco tantos con el Granada ante el Castellón. Y el último gol de su lista profesional lo firmaría con el Elche dos meses antes de cumplir los 40, pese a sufrir el marcaje del atlético Jorge Griffa, lo cual son ya palabras mayores, de ahí que alabemos su formidable resistencia y capacidad atlética, digna de definir el concepto deportista.
ELCHE, ZARAGOZA, CAMP NOU…
A propósito de los citados mentores de banquillo, cuando le llegó el ocaso futbolístico partió hacia Perpignan para volver pronto y alternar después tareas como entrenador y jugador. Así, César sentó las bases del mejor Elche de la historia, formando un más que respetable frente de ataque con los sudamericanos Cardona, más tarde en el Atlético, y Cayetano Ré, pichichi con el Barça y miembro de Los Cinco Delfines tras su recordado paso por el Espanyol. Y César, insistimos, andaba ya por los 39 años de edad, Puestos a colocar cimientos, con El Pelucas de míster en el arranque de los 60, Zaragoza sitúa también la base para su añorada era de Los Cinco Magníficos. Y por si faltan méritos en su historial, hoy, sólo Zarra, Hugo Sánchez, Raúl y Di Stéfano le superan en la clasificación de los goleadores ligueros.
Hermano de Kubala, su amigo del alma, resultaba corriente verle en las entrañas del Camp Nou con 60 bien cumplidos, dispuesto a echar un poquito de fondo al lado del húngaro en la que siempre fue su casa. Al fin y al cabo, qué mejor lugar para darle al footing y mantener ese aspecto tan jovial. Sólo se abría con sus íntimos, un tanto reservado de carácter, pero en extremo amable, educado y símbolo perfecto para tan pletórica manera de comprender el deporte y la vida. En resumidas cuentas, Messi no superará a un pelanas. Pasará por delante del señor Rodríguez, el culpable de que León sea territorio culé y el ex presidente y tocayo Zapatero, del Barça, como tantos de sus paisanos. Cuando llegue a su altura, en muestra de respeto y consideración, estupendo si el genio de Rosario le suelta un Ave, Pelucas. Bien se lo ganó tan fausto personaje.
* Frederic Porta es periodista. En Twitter: @fredericporta
– Fotos : Archivo FC Barcelona – Todocolección.net
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal