En Inglaterra no tienen a ningún equipo en cuartos de final por primera vez desde 1996. En Italia, los dos grandes con más Copas de Europa, ambos de Milán, han sufrido recientemente dolorosas afrentas lejos de sus fronteras. Los clásicos neerlandeses hace tiempo que estas instancias las siguen por televisión, y los campeones portugueses, pese a sus magníficos proyectos, no están este año en la terna de elegidos. Así, Europa y gran parte de su élite asiste atónita a la incursión del Málaga entre los ocho mejores equipos del continente. Un club de gran tradición nacional pero que jamás hizo nada significativo hasta los años recientes. La excepción llegó con Joaquín Peiró hace una década, cuando el equipo conquistó la Copa Intertoto clasificándose para la Copa de la UEFA, donde una tanda de penaltis les separó de las semifinales. Pero el momento que supone el punto de inflexión para la entidad malacitana llega de la mano de Manuel Pellegrini, que primero salvó un barco a la deriva cuya permanencia estaba en entredicho, luego lo colocó 4º en la Liga y ahora lo ha colado entre la crème de la crème europea.
Ante todo convengamos algo. Para los románticos de este deporte el dinero representa al mal. Por él se pasó del amauterismo al profesionalismo, empezaron a cobrar más a los aficionados, entraron la publicidad, las radios y televisiones, los intereses, etcétera. Se pasó del mens sana in corpore sano al negocio. Pero a día de hoy el dinero no sólo es un mal necesario, sino esencial para los que quieren progresar en el fútbol. En efecto, sin el jeque Al Thani todo esto no hubiera sido posible, aunque lo que comenzó como una gran inversión ha ido cayéndose como un castillo de naipes a la intemperie.
La historia es de sobra conocida. El catarí le compró el club a Fernando Sanz –cuya gestión con los recursos de los que gozaba fue encomiable– y fichó a varios jugadores para reforzar la plantilla. Llegaron entre otros Rondón, Sebas Fernández, Quincy, Eliseu… totalizando una inversión de 25 millones de euros. Sin embargo, el portugués Jesualdo Ferreira no hacía carburar la nave, por lo que el chileno Manuel Pellegrini tomó las riendas en noviembre del 2010. Su trayectoria en los banquillos tanto en Sudamérica como en España le avalaba, pese a sus altibajos en un Real Madrid del que se esperaba más. Sin embargo, el sensacional recorrido que emprendió con el Villarreal hacía creer que podría llegar a emular aquellos éxitos en la Costa del Sol.
Tras lograr el objetivo de la salvación holgadamente –los incorporados Baptista, Demichelis o Willy fueron esenciales–, el jeque volvió a sacar la chequera para en esta ocasión inyectar una cantidad desorbitada a las arcas del club. Con la entidad completamente saneada, en el verano del 2011 se le cambió por completo la cara a la plantilla, enfundándose la zamarra blanquiazul los Cazorla, Toulalan, Monreal, Van Nistelrooy, Joaquín o Isco, que daban el salto de calidad necesario para pelear por Europa por la módica cantidad de 60 millones de euros, a la altura de los más ilustres a nivel mundial. Un gran capital excepcionalmente invertido.
Pero mientras el equipo iba confirmándose como revelación en España, escalando cada vez más hasta situarse en el grupo de cabeza, los rumores sobre impagos del jeque comenzaban a hacerse más fuertes. Sus desavenencias con la clase política de Málaga y provincia, que le impidieron llevar a cabo sus proyectos, hicieron que éste reculase en su implicación con el club. Con amenazas de denuncias e impagos por medio, el equipo logró el hito de finalizar en cuarto puesto tras vencer en casa al Sporting de Gijón gracias a un testarazo de Rondón. Sería el último gol del venezolano, que por todo lo anterior partió hacia Rusia, concretamente al Rubin Kazan.
La situación obligó a malvender jugadores en auge por los que de no tratarse de un momento de necesidad se hubiera obtenido mayor rendimiento económico por ellos. Santi Cazorla, fichaje estratégico que apenas había llegado doce meses antes, se marchaba al Arsenal por una cifra menor de la que costó. La diáspora continuó con Maresca (gratis a la Sampdoria), Mathijsen (Feyenoord), Apoño (Zaragoza), peleado con Pellegrini, o Van Nistelrooy (retirado), aumentando la sangría en el mercado invernal con la marcha de Monreal nuevamente a los gunners o Buonanotte al Granada, al que también se marchó Recio en calidad de cedido.
Para entonces, Mario Husillos, leyenda del club, regresaba como director deportivo para administrar junto a Manuel Pellegrini unos bienes menguantes pero aún atractivos para muchos jugadores con potencial necesitados de un buen escaparate en el que lucir sus cualidades. Sin la exigencia de un grande pero con la ilusión por disputar la Champions, internacionales en el segundo plano como Manuel Iturra o Javier Saviola se unieron al proyecto, así como Roque Santa Cruz u Onyewu, a préstamo al igual que los incorporados en enero –Lucas Piazón, Antunes, Lugano y Morales–. El rendimiento y sus prestaciones saltan a la vista, con un coste cero a la vez que el club recaudaba poco más de 40 millones de euros en traspasos desde el pasado verano hasta el día de hoy.
En la parcela deportiva, tanto el ojo clínico de Mario Husillos –gracias a él llegaron Iturra o Antunes– como la dirección del pluriempleado Manuel Pellegrini han sido esenciales para conducir a un grupo destrozado hace pocos meses por la situación del club malacitano. La unión contra viento y marea, la experiencia del chileno así como de pesos pesados como Weligton, Demichelis, Toulalan o Joaquín, que han conformado una familia dentro del vestuario, son algunas de las claves que explican cómo dentro de la adversidad han sabido sobreponerse a todo para lograr algo tan histórico como llevar a una institución que hace apenas 20 años volvía a refundarse desde Tercera División a codearse entre la superélite europea.
Sobre el césped, la explosión definitiva de Isco –cuya importancia y peso específico han crecido al tomar el lugar y responsabilidades de Cazorla–, el esfuerzo inhumano que realiza Toulalan en cada encuentro, la sobresaliente campaña de Willy Caballero –incomprensible que siga sin ir a la albiceleste–, la calidad y lectura de juego de Joaquín, la jerarquía de Demichelis y Weligton, el crecimiento de Gámez… Todos ellos son piezas claves que bajo el abrigo de Manuel Pellegrini están dando lo mejor de sí mismos, algunos como nuevos en el máximo nivel de exigencia y otros en la recta final de una carrera cuyo reconocimiento están encontrando una vez más en Málaga. Por todo ello sus aficionados, los jugadores, técnicos y todo aquel que forma parte del club se está ilusionado, porque puede más el compromiso, la calidad, las ganas y el carácter que las penurias, aunque en verano habrá que echar cuentas de nuevo. Hasta entonces toca disfrutar la primavera una vez más en la zona alta de la Liga, aunque con los sueños en una Europa que asiste entre sorprendida y maravillada a la gesta malacitana. La gran Copa bien que merece un último esfuerzo.
* Domingo Amado es periodista. En la web: domingoamado.co.uk
– Fotos: Salvador Salas (SUR)
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