De tan sincero y sobrio, Seydou Keita parece transparente, lo que le inhabilita como carne de portadas. Keita no vende. Pero juega y es el símbolo de lo que Guardiola entiende por futbolista profesional. Sin duda alguna, no posee el talento natural de Xavi o Iniesta: jamás podrá hacer lo que ellos y necesita siempre un toque de más para prestar el balón a un compañero. En ocasiones es capaz de vencer sus propias ataduras y tirar una deliciosa pared de primeras para que Adriano asista a Iniesta en la apertura de la lata. En otras, su zurda se transmuta en la de Messi para sentenciar un amargo trance con una comba dulce y suave, pero eso ocurre pocas veces. La mayor parte de sus fotografías deportivas muestran sus cabezazos defensivos certeros, la lucha incansable en el centro del campo, apoyando siempre al colega que necesita una mano, sea defendiendo, sea llegando. Honesto hasta renunciar a jugar una final de Champions para no decepcionar al equipo situándose en una posición en la que no se veía, Keita llegó al Barça, comprendió que allí hablaban otro idioma futbolístico, lo intentó aprender y dejó escrito sobre el césped que siempre estaría a disposición del colectivo para lo que mandase.
Cuando Guardiola dice que “otros jugadores se sienten ofendidos y no ven que el entrenador actúa por el bien de todos” y añade que Keita “nunca cree que van en contra suya” y que disputa con la misma fe dos minutos de basura que noventa de historia, está indicando cuál es el camino. Y también dice que hay quien no sigue dicho camino. No hace falta rebuscar en exceso para intuir en quién piensa el entrenador, pues sobre el retrato de Keita se refleja una imagen opuesta, que se ofende por no ser titular y parece estar sufriendo el síndrome de los partidos pequeños, aquellos por los que no parece merecer la pena combatir.
Sólo desde la admiración sincera por Keita puede comprenderse el nuevo alegato de Guardiola a favor del jugador maliense y su contrapartida hacia algún otro futbolista, a quien el entrenador está explicando en público qué tipo de comportamientos valora y cuáles aborrece. Los valores que desprende Keita son muy básicos: profesionalidad impecable, dedicación plena al fútbol, cuidado del cuerpo y la mente, voluntad de aprendizaje y mejora, compromiso a favor del colectivo por delante del ego personal, confianza plena en las instrucciones del entrenador y mente abierta para reciclar y reaprender. Podrá argumentarse que ninguno de estos valores menciona el talento, la magia o la genialidad y así es. Son valores básicos, sencillos y que pueden ser muy comunes, pero que en el fútbol de gran competición no tienen precio. Guardiola lo ha recordado en voz alta para quien quiera entenderle.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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