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“El crédito no existe en el deporte”. Pep Guardiola


Frederic Porta / Santoral / Firmas

El espíritu de Pirri

por el 8 marzo, 2012 • 8:45

Aviso de uso, queridos: Lean este memorial entre susurros, no sea que alguien se ofusque. Sin razón, por supuesto, pero convendrán que esto de los amores y colores cada vez se endurece más de trato, cualquiera saca sus vísceras de paseo si hablas de sus sentimientos preferidos y así no hay tirio ni troyano que reflexione con los postulados de la lectura. A propósito de la matraca con el espíritu de Juanito, ¿no podrían escoger otro referente para estimular los subidones de adrenalina? Permítanme insistir, no confundamos exposición de hechos con ácida crítica, que no estamos para eso.

Si desean coherencia con esa bandera del señorío que me agota las cajas de ibuprofeno, ¿por qué no se acercan a Pirri? Antes del señor Gómez, creíamos imborrable entre el recuerdo común del madridismo la figura del señor Martínez Sánchez, un self made man de aúpa, impecable aunque lo analices bajo microscopio. Será por falta de referentes para la visualización colectiva del guía moral: Miguel Muñoz, Luis Molowny, el mismísimo Don Alfredo, Manolo Velázquez, Paco Gento, Grosso y no me extiendo más. En cambio, se quedan con las luces y sombras de Juanito. Vale, ok, ellos sabrán. El bueno de Pirri no luce penumbra en el currículum ni que se arrime al árbol. Desde Ceuta hasta el título de doctor en medicina y su discreto matrimonio con Antonia Oyamburu, alias Sonia Bruno,  este centrocampista inigualable reciclado en líbero dejó una vasta andadura de decencia y deportividad, eso tan arbitrario del amor a los colores y entrega a manos llenas por la causa que le cobijó.

 

Pirri era un fenómeno, en mayúsculas. Pero no se ha promocionado lo suficiente, craso error en esta era de etiquetas superficiales y de vender duros a cuatro pesetas, como anunciaba ya el vidente Santiago Rusiñol. No veas el sacrificio, la garra, el empuje, el coraje y el valor que derrochaba en sus actuaciones. Y encima, la tocaba, iba bien de cabeza, contaba con la entregada devoción de hinchada, técnicos y compañeros. Verle galopar con su tranco largo, piernas abiertas y arqueadas, cubriendo la totalidad de la alfombra, sin dar jamás cera a nadie, le procuraba incluso el respeto de los más cerriles adversarios. Un deportista íntegro, competidor encomiable que exudaba valores. Recuerdo habérmelo cruzado en el túnel de vestuarios, ya veterano, tras consumar el 0-2 de Cunningham en el Camp Nou y alucinar con sus sinceros gritos de celebración, todos dirigidos a glosar el partidazo realizado por sus colegas de blanco. En otra, se me aparece liderando a la selección española en un prodigio de amistoso contra Francia empatado a dos porque a Pirri le dio la realísima gana. Metió los dos tantos de la remontada tras actuación de auténtico líder. En el tercer flash, abnegado y sin rendirse, el brazo en cabestrillo a la Beckenbauer, ignorando su clavícula rota hasta que no cayera el triunfo. No hay cuarta impresión de dureza o vileza: Con él, imposible. Grande Pirri. Con un par de este jaez, Custer habría salido por piernas de Little Big Horn y no con las patas por delante, para que nos entendamos.

A Pirri, discreto, ejemplar, antítesis de los narcisos, nunca le faltaron altavoces ni santeros, pero los ignoró por coherencia personal. Y sus contemporáneos, amplia legión de aficionados, le hubieran elegido en primera posición para la composición de los equipos en el patio sin dudar ni rechistar, sean cuáles fueren sus colores predilectos. Debutar con el Madrid traumatizado por la salida de Di Stéfano -horrible y mal gestionada, no lo disimulen-, para conseguir al cabo de cuatro días que te entronicen a modo de estandarte del Madrid yé-yé y la Sexta (Copa de Europa, no tele) no parece proeza al alcance de cualquier alma meliflua. Pero, ay, sabios le faltan al madridismo para denunciar la apropiación errónea de símbolos, la subversión de valores y la enorme labor de zapa realizada por su ambicioso presidente en aras de confundir a los suyos. Confundir significa mezclar churras con merinas a la hora de salvaguardar ciertas honras morales, enfangadas desde su égida a base de meter delante el todo vale antes que la razón, la coherencia y el auténtico espíritu, único escudo posible. Soy de los que se fija en el líder por la valía de sus colaboradores y con el constructor no paso, ni falta me hace, del ser superior lanzado en botafumeiro por alguien con ganas de trepar.

No significa buena inversión hacer bandera de Juanito cuando podrías hacerla de Pirri y ganar adeptos en el significado que transciende de toda elección referencial. Lamento que el Madrid no tenga hoy filosofía, cuajo cultural, coherencia y esté abducido por el fanatismo irreflexivo, incapaz de ver más allá, confiado en el grito y la arrogancia que sólo descubren, finalmente, temor a tu hoy. Intelectualmente, la égida de Florentino resulta funesta. Vamos, si lo dice hasta Javier Marías, que se ha bajado del tren blanco ante tanta desfachatez y vuelo gallináceo. Este sistema desprecia a los Pirri y Del Bosque para enaltecer guerrilleros de corte patibulario. Ni se molestan siquiera en evaluar los aciertos, trayectorias y méritos de cada cual. Contra la vergüenza torera de ciertos hombres, anteponen la vergüenza a secas de la corneta a rebato cuartelero, cuchillo entre dientes, ceremonia de confusión. No hablo de Juanito, por favor, el mayor de los respetos. Hablo de Mourinho y Pepe, a quien el futuro presentará como fotos representativas del hoy. Dirán algunos que olvido a Cristiano. Pues peor me lo pones aún. Para botón de muestra, Pirri. No lo quieren escoger. Ellos sabrán. Si no valoras el significado de las decisiones cuando eliges, marramiau. Entonces, ya vas en camino de confundir fría exposición con crítica acérrima y estás perdido, tarde o temprano, al desentrenar las meninges y la inteligencia de tus razonamientos.

Acabamos con la foto principal: José Martínez alzando con El Mangas Molowny la Liga del 77, en instantánea extraída de la web del club (por detrás, destacan Quique Wolff, Ruiz, Miguel Ángel y uno de los mil Garcías de la época, en este caso Hernández). Más señorío captado en ese preciso momento que en dos mandatos del sibilino tiburón de las finanzas. Señor Pirri, es usted un caballero de pies a cabeza. Sus silencios resultan locuaces en el gallinero actual. Tan aparatosos como los de Don Vicente, al menos. Existe otro madridismo al que temía y respetaba más por preparado, dispuesto y deportivo. No sé dónde anda, le echo mucho de menos. Me gustaba infinitamente más el de la justa lid, caballero del honor. Lo de hoy suena a copla irreal, mancillada. Signo de los decrépitos tiempos.

 

* Frederic Porta es periodista. En Twitter: @fredericporta

– Fotos : Real Madrid – Marca



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