"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
Seguramente ninguna afición del mundo puede llegar a entender la impotencia que sintieron los seguidores del Bayer Leverkusen en la temporada 2001-2002, la mejor de la historia para un club que lleva en primera división desde 1980. Pese a que fue para enmarcar, tuvo un desenlace desastroso. A falta de tres jornadas para finalizar la Bundesliga, el equipo de la aspirina era líder de la clasificación con 5 puntos de ventaja sobre su más inmediato perseguidor y estaba en las finales de Copa de Alemania y Champions League. Hasta entonces, nunca una escuadra alemana (ni europea) había estado tan cerca de conquistar el famoso triplete.
La situación para convertirse en leyenda era privilegiada, pero la presión pudo con los pupilos de Klaus Toppmöller, que dejaron escapar de manera estrepitosa las tres coronas. Dicen en Alemania que si esos mismos jugadores hubieran vestido la camiseta del Bayern München, lo habrían conseguido todo. El caso es que a partir de aquel año los rojinegros se ganaron la fama de equipo casi campeón, que todavía hoy les persigue.
Aquella historia era ya conocida para el público del BayArena. Dos años antes del gran descalabro, perdieron otra liga de forma excepcional. Fue en la 99-00: el Leverkusen solo necesitaba sumar un punto contra el modesto Unterhaching, que no se jugaba nada, para coronarse como campeón, pero cayó por 2-0 (gol de Ballack en propia puerta incluido) y el título fue a parar a Múnich. Entonces, se le achacó a falta de experiencia. Lo que ocurrió después, a falta de sangre fría. Uli Hoeness no desaprovechó la oportunidad para atizar a su rival: “Visto como pierden finales, no nos superarán ni en un millón de años”.
“Lo que de los hombres se dice, ocupa tanto lugar en su destino como lo que hacen”, contaba Victor Hugo. Y en Alemania, lo que dicen del Bayer 04 Leverkusen (nombre oficial) es que es un segundón.
Fue fundado el 1 de julio de 1904 por 170 trabajadores de la planta química Bayer, que habían solicitado la creación de un equipo de fútbol a modo de pasatiempo. Hubo que esperar hasta la década de los 70 para que los directivos empezaran a considerar seriamente la posibilidad de que el equipo fuera un grande de Alemania. Gracias a una fuerte inversión, los resultados, mediocres hasta la fecha, mejoraron notablemente y en 1980 ascendieron por primera vez a la máxima categoría, de donde no se han movido.
Hay un dato curioso que resume perfectamente la situación del Leverkusen. Es el segundo equipo que menos partidos pierde en la Bundesliga, con un 30 %, por detrás del Bayern, que presume de un 20 %. Borussia Dortmund (31 %), Werder Bremen (31 %). Hamburgo (31’5 %), Stuttgart (33 %), Kaiserslautern (37 %) o Wolfsburgo (38 %) están por debajo*. Y sin embargo, todos han ganado al menos dos títulos ligueros desde 1980 excepto el Wolfsburgo, que logró uno.
Entre los históricos de Alemania, solo Schalke 04, FC Köln y Borussia Mönchengladbach están en blanco en los últimos 30 años, aunque los tres cuentan con títulos anteriores. En ese espacio de tiempo el Bayer ha sido subcampeón del torneo en cinco ocasiones y no lo ha ganado nunca.
Una Copa de la UEFA (1988) y otra alemana, donde también ha sido segundo dos veces, es lo único que luce en las vitrinas de un conjunto que siempre tuvo mucho fútbol pero poca efectividad. Pese a que parece un bagaje pobre, ¿es justa la fama de perdedor nato que persigue al Leverkusen? Probablemente no, pero cuesta no verlo así si nos atenemos a la famosa temporada del desastre.
Aquel equipo era impresionante. Puede que no sea recordado ni aclamado, pero fabricó un fútbol ofensivo y combinativo que tuvo en jaque a todos sus rivales hasta el final. En un país donde el resultadismo, reflejado en los estilos del Bayern München y Borussia Dortmund, era el gran protagonista, las triangulaciones y juego entre líneas del Leverkusen conquistaron el corazón de los alemanes. La maquinaria funcionó con la precisión de un reloj suizo y dio recitales en los mejores campos de Europa (con exhibición en Old Trafford incluida). Tácticamente insuperable, todo pivotaba en torno a la figura de Michael Ballack.
El centrocampista total sacó a relucir aquel año todas sus virtudes: llegada desde la segunda línea, excelente juego aéreo, impresionante golpeo desde fuera del área, visión de juego, capacidad defensiva… Klaus Toppmöller adelantó su posición y el teutón, que al acabar la temporada emigró al Bayern y se convirtió en la gran estrella del fútbol alemán, no defraudó: 17 goles en liga y 7 en Champions. Desde el cuerpo técnico le rodearon de jugadores jóvenes pero brillantes, que ganaban en Alemania sin pestañear y se paseaban por Europa, donde derrotaron, entre otros, a equipos como Olympique Lyonnais, Barcelona, Juventus o Arsenal.
Con el eterno Butt en la portería, el dúo de centrales lo componían Jens Nowotny, capitán y uno de los mejores centrales alemanes del momento, y el brasileño Lúcio, desconocido hasta ese año, que sorprendió a todos por su facilidad anotadora. Pese a que el alemán era algo lento y su compañero perdía fácilmente la posición en sus aventuras ofensivas, los laterales Zivkovic y Placente, más defensivos que ofensivos, compensaban cualquier problema, formando así una gran defensa.
El centro del campo era sin duda la línea más fuerte. Como pivote defensivo estaba Carsten Ramelow, genio táctico capaz de tapar cualquier vía de agua. Por delante del internacional se alzaba una línea de cuatro con Ballack como pared maestra. Al lado del mediapunta jugaba el turco Yildiray Bastürk, un menudo futbolista que deleitó a medio mundo por su excelente visión de juego. Considerado una de las grandes promesas del panorama europeo, después de esa temporada se desvaneció. Las bandas eran para los internacionales Schneider y Zé Roberto, rápidos, profundos y sumamente creativos.
Arriba jugaba Oliver Neuville, otro de los grandes aciertos de Toppmöller. Hasta entonces, el punta se había movido como extremo derecho o segundo delantero por detrás de Ulf Kirsten, uno de los mayores goleadores de la historia de Alemania. El técnico sentó a Kirsten en el banquillo y puso a Neuville (13 goles en liga y 7 Champions) como única referencia para poder adelantar así la posición de Ballack. Aquellos retoques, que parecieron más defensivos que ofensivos, dotaron al Leverkusen de una pegada espectacular. Sin la pelota, contragolpeaban de manual. Con ella, desplegaban un juego entre líneas brillante. Por si eso fuera poco, mostraron una sensacional eficacia a balón parado, gracias al acierto de Lúcio, Nowotny y el mencionado Ballack.
Este equipo base contaba además con un banquillo de lujo que solventó durante toda la temporada las urgencias de turno. Hablamos de gente como Sebescen, Vranjes, Brdaric, Kirsten (12 goles aquel año) o el ahora delantero del Fulham Dimitar Berbatov (8 goles). ¿Que había que ser más ofensivos? Se ponía a Sebescen como lateral derecho o se daba entrada a Kirsten o Berbatov. ¿Que había que guardar la ropa? Se sacrificaba un centrocampista ofensivo por Vranjes. ¿Que el objetivo era ganar profundidad? Nadie mejor que Brdaric.
Así, tuvieron sometidos a todos sus rivales hasta el final. El resto es de sobra conocido. Perdieron 2 de sus 3 últimos partidos de liga, cayeron en la copa alemana contra el Schalke 04 y un gran Iker Casillas les privó de la Champions League en la final de Glasgow. Nació el equipo casi campeón, el Neverkusen, como cantan en los campos alemanes. El modo en el que concluyó aquella temporada fue cruel y empaña los logros del excelente grupo de jugadores que configuró Toppmöller. Un vestuario irrepetible que practicó un fútbol vistoso y revolucionó el estilo de juego alemán. Puede que algún día se haga justicia con el equipo de la aspirina. De momento, este año, otra vez pelean por ser segundos.
* Datos proporcionales según partidos de Liga hasta la temporada 2011-2012
* Gontzal Hormaetxea es periodista.
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– Fotos: Reuters
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