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Táctica / Métodos

¿De qué sirve entrenar automatismos?

por el 1 febrero, 2013 • 16:45

Lo primero que quiero dejar claro es que no soy entrenador titulado (tengo 16 años y aún no he empezado a entrenar) y lo que voy a exponer es simplemente una hipótesis a la que he llegado por lo que he leído y escuchado y mis vivencias como jugador. Podréis ser dogmáticos con mi opinión porque ni yo soy nadie, ni lo que voy a tratar está demostrado. Es una simple hipótesis, la visión que tengo acerca del entrenamiento de los automatismos.

A priori, un automatismo se define como un encadenamiento de acciones colectivas entre diferentes jugadores de un equipo tanto en posesión de balón (ofensivos) como en su intento de recuperación (defensivos). No estoy de acuerdo con esta definición; me parece incompleta. Según lo que yo entiendo por automatismo, esas acciones que se encadenan están prefijadas, las decisiones que los jugadores toman están determinadas (que no condicionadas) por lo que se entrenó. Para mí un automatismo es una serie de acciones ejecutadas de memoria, donde los jugadores saben perfectamente qué hacer.

Un claro ejemplo de automatismo serían las jugadas a balón parado. Estas se ejecutan totalmente de memoria. Cada jugador sabe qué movimientos realizar y en qué momento. Además el inicio de estos se marca con una señal, por lo que todos iniciarán sus movimientos de forma coordinada. Son acciones totalmente prefijadas. Al saber cómo actuar, es mucho más fácil terminar la situación de forma exitosa. Creo que hay que entrenar la estrategia (los automatismos por excelencia). Entrenar estas acciones nos puede permitir ganar gran cantidad de puntos a lo largo de la temporada. Son acciones donde la incertidumbre es mínima, siempre son iguales y además su duración es corta, así que se pueden trabajar de memoria como un automatismo que son. Y repito, entrenar estas acciones, entrenar.

Hago mucho hincapié en la palabra entrenar porque no son pocos los entrenadores que con comentar la estrategia antes del partido creen que es suficiente. Luego, si decides no ejecutar la jugada prefijada (que no ensayada, ya que jamás se entrenó) te piden explicaciones y se apoyan en el argumento: “Si antes lo hemos hablado…”. En el fútbol no se puede exigir lo que tan solo se ha hablado; un entrenador solo puede exigir a sus jugadores aquello que ha entrenado o trabajado. Si tanta importancia tiene, ¿por qué no lo trabajaste? En estas ocasiones, dudar de la credibilidad y las condiciones de tu entrenador es lo más normal, y además está completamente justificado.

El fútbol es el deporte de la incertidumbre, de la espontaneidad, de la imprevisibilidad. En este deporte no existen dos situaciones iguales. Las únicas acciones que se repiten partido tras partido son las acciones a balón parado. En el fútbol todo es sorpresa. Dice Óscar Cano que lo único que le puede sorprender del fútbol es que en un momento no haya sorpresa. Dante Panzeri, un adelantado a su tiempo, ya decía allá por 1960 que el fútbol era la ciencia de lo impensado. Incertidumbre, caos, imaginación, creatividad. Y sobre todo, el fútbol es un deporte no lineal, no siempre pasa lo mismo, aquí la causa-efecto no existe. Esto es algo que hay que tener en cuenta.

¿A dónde quiero llegar? Fácil. Los automatismos son preparaciones para la actuación en x situaciones. Si nos vemos en esa situación hay que ejecutar como hemos entrenado. La cuestión es, ¿nos veremos en esa situación? Posiblemente no, porque como ya he comentado, en el fútbol no se repiten dos situaciones iguales. Saber actuar de memoria ante una situación de nada sirve si no se da. Solo habremos gastado minutos de entrenamiento en algo superfluo. Para que esa situación que hemos trabajado se dé en el partido hay muchas variables que cumplir que difícilmente se darán: mismos jugadores en las mismas posiciones y con los rivales situados de tal forma que te permita desarrollar lo prefijado.

Los automatismos suelen entrenarse mediante las famosas evoluciones. Se colocan conos por el campo en las posiciones que queremos que nuestros jugadores ocupen y se pasan el balón en un determinado orden hasta finalizar a portería. Todo siempre igual, muy mecánico. La toma de decisión está marcada (se la he de pasar a Fulanito, siempre que la tenga). Además, no hay oposición, por lo que el esfuerzo cognitivo del jugador es nulo, al igual que la complejidad de la tarea. A mayor complejidad, mayor esfuerzo cognitivo y más hacemos pensar al jugador. Esa tarea está muy alejada del juego, no se parece a lo que el domingo viviremos en el partido. ¿Vamos a tener un entorno sin oposición en el partido? Sería muy fácil jugar así, ¿verdad? Digamos que el domingo es nuestro examen y durante la semana trabajamos para poder resolver todos los problemas que en el partido se puedan dar. Trabajaremos con una complejidad igual o mayor que la que viviremos en el partido para saber resolver esas cuestiones. Nos preparamos haciendo lo que el domingo haremos. Pues trabajar las evoluciones es como prepararse para un examen de trigonometría haciendo sumas de dos cifras. Trabajamos alejándonos de la realidad, haciendo cosas muchos más fáciles que las del examen, sin oposición, fuera de contexto, determinando y castrando la toma de decisiones de nuestros jugadores… El domingo, estos, al tener que tomar una decisión con oposición a su alrededor, se quedarán en blanco, no sabrán qué hacer, porque no son independientes. En fin, que trabajar si se trabaja mal, de nada sirve; y en ese caso se trabaja mal.

Sin embargo tenemos la certeza de que las acciones a balón parado se llevarán a cabo en cada uno de nuestros encuentros. Al partir el esférico desde una posición estática, fija e invariable (como en un saque de esquina), son situaciones preparables de memoria, con mucha probabilidad de éxito. Pero hay que entrenarlas con oposición, porque en el partido el rival se dignará a defender o atacar. Se puede empezar sin oposición para la asimilación, pero luego se añadirán opositores.

La estrategia es el mayor ejemplo de automatismo y lo único que hay que entrenar porque tenemos la certeza de que en el partido sucederá de la misma forma que en los entrenamientos. Sin embargo, trabajar los automatismos en el juego me parece una inutilidad, porque cada situación tiene un entorno distinto y el juego es continuamente variable. Se pueden trabajar algunos comportamientos a modo de ayuda, haciendo que el jugador conozca mejor el entorno y el conocimiento de este pueda condicionar su toma de decisión, como por ejemplo saber que x jugador ocupa determinados espacios libres en fase defensiva y que tras recuperar se puede transitar a través de él, pero siendo esta una opción entre varias y no la única. En ese caso el futbolista sigue siendo independiente, decide él, pero al conocer el contexto su toma de decisiones pueda variar y estar condicionada por ello.

¿Por qué intentamos planificar lo no planificable y prefijar lo que no se puede prefijar? La no linealidad del fútbol no nos permite planificar ni prefijar porque el juego es un caos continuo donde cada situación que se da es distinta y nueva, todo está imprevisto. Debemos entrenar al futbolista y al equipo para ese imprevisto, para desarrollarse bien en el caos, para ser autómatas y tener la capacidad de tomar decisiones, para que aprendan a interpretar el juego, para que adquieran cultura táctica, que necesiten de un esfuerzo cognitivo para solventar los problemas, que la complejidad sea igual o mayor que los domingos… Y para ello hay que entrenar el juego, sin alejarnos de la realidad. Siempre con colaboración y oposición. Hacer futbolistas independientes que sepan pensar, interpretar y decidir es nuestro propósito. Entrenar el juego y no las jugadas.

Ojalá pronto se desmonten muchos mitos del fútbol. Uno de ellos, el de los automatismos y las evoluciones. Una vez esto suceda, los entrenamientos de calidad serán lo habitual y no la excepción. Una pena que la gente rebelde en este aspecto en el fútbol no abunde y muchos se crean lo que les dicen sin preguntarse por qué ni para qué.

* Enric Soriano.



– Foto: EFE




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