"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Da miedo pensar cómo tiene que ser la selección de balonmano de Nueva Zelanda si perdió por 31-10 con Australia en el partido clasificatorio para el Mundial de España. Porque los australianos, que se han enfrentado (es un decir) a España pueden ser estupendos como modelos de un calendario de surf o como colegas para ir de cervezas, pero no saben demasiado de este deporte que siempre los ve como colistas, goleados partido tras partido.
Hoy no ha sido una excepcion. Una España con los menos habituales ha añadido una paliza más con goleada récord (51-11) a ese tremendo palmarés adverso de un equipo austaliano cuyos jugadores casi ni se conocen entre sí porque viven en zonas lejanas del extensísimo país, que practican un deporte sin liga nacional y con un millar escaso de licencias. El balonmano es la única disciplina olímpica que no recibe subvención oficial de un país enamorado de los Juegos y que, pese a tener la mitad de habitantes que España, logra muchas más medallas en la gran cita cuatrianual. De hecho, en Londres logró 35 medallas por 17 de España. Pero de balonmano, nada de nada.
Si el partido con Australia era una pequeña pachanga, el comienzo ha parecido de chiste. Los australianos han logrado los dos primeros goles y a los cinco minutos habían marcado tres tantos. De haber mantenido esa media, los amarillos hubieran llegado a 36 goles al final, algo que no lograrán en un partido internacional en varias generaciones porque su media en el campeonato es de poco más de 12. A España le ha costado arrancar, pero en cuanto ha ajustado su defensa 6-0 ha puesto el cerrojo propiciando oleadas hacia la meta australiana que han permitido el lucimiento de lo menos habituales, como Ruesga, Guardiola y Ariño. El tsunami español se ha incrementado al pasar a defender 5-1 con el benjamin Ariño adelantado, lo que ha propiciado una sucesión inacabable de contrataques.
Con el 24-6, el descanso ha servido no solo para comer el bocadillo, sino también para especular sobre el número de goles que conseguiría el equipo en el resultado final y, sobre todo, para empezar a pensar en Hungría y Croacia, los dos grandes obstáculos que esperan en esta primera fase. La respuesta a la primera incógnita, los goles que se iban a conseguir ante Austalia, solo ha tardado media hora en resolverse. En ese tiempo se ha sabido que la cifra alcanzada por España ha sido de 51 tantos con un recital final de Albert Rocas dentro del tono de correcalles del partido. Pero pasada la euforia de los cuarenta goles de ventaja las incógnitas sobre esos dos duelos del jueves y el sábado han comenzado a resurgir.
En efecto, el primer impulso del campeonato ha dejado bastantes dudas y hay que ver si jugar contra los húngaros depierta todas las virtudes conocidas de un equipo que ahora empezará a tener mariposas en el estómago, a ver vídeos de Nagy y sus colegas, a sentir que se inicia el campeonato de verdad. Se acabó el recreo, hay que hincar los codos porque vienen los exámenes finales que precisarán del mejor Sterbik, de los lanzamientos de Entrerríos y Maqueda, de las contorsiones de Aginagalde al borde del área y de los mejores rectificados de los extremos. Todo bajo la dirección de un Sarmiento desaparecido hasta el momento y de Cañellas, menos vistoso pero siempre eficaz. Con el importante añadido de la aportación de los menos habituales, que esta tade ha tenido ración de pastel australiano y que también serán precisos en momentos concretos.
Luego pueden pasar muchas cosas, como el gol in extremis de Francia en los Juegos Olimpicos que chafó todas las ilusiones. Un detalle, un matiz, una parada pueden decidir. Pero hay que jugar bien para estar en ese precipicio maravilloso que es la lucha por la medallas.
* Pedro Gabilondo es periodista. Ha cubierto 9 ediciones de Juegos Olímpicos (desde Munich 1972).
– Foto: AFP
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