A sus veintisiete años, Cristiano Ronaldo se encuentra en el mejor momento de su carrera deportiva. Muchos analistas comparten la teoría de que se trata de la mejor época para la práctica del fútbol. En torno a esa edad Zidane, Iniesta o Maradona se coronaron campeones del mundo. El triple Balón de Oro, Leo Messi, tendrá esas mismas primaveras para el Mundial de Brasil. Al delantero luso le llega esa hora en un curso cargado de retos, Eurocopa incluida. Ambos futbolistas se retroalimentan. Cristiano no sería Cristiano sin Messi ni viceversa. Juegan siempre porque el otro juega siempre. La comparativa entre los dos mejores futbolistas del planeta se teje semanalmente, como ocurre con Barcelona y Real Madrid.
Si la temporada pasada fue Bota de Oro y máximo goleador histórico en una Liga, en esta campaña el jugador luso continúa pulverizando todos los récords habidos y por haber. Su eficacia goleadora habla por sí sola: un tanto cada 71 minutos de juego. Veintiocho goles en Liga. Una auténtica burrada; con marcas inferiores fueron pichichis en el último lustro: Eto´o, Forlán, Van Nistelrooy, Güiza o Diego Tristán. Sin embargo, en el camino le han surgido diferentes obstáculos que el ariete portugués ha aprovechado como oportunidades para la mejoría. El camino ha sido su recompensa. Si echamos la vista atrás, nada tiene que ver el Cristiano anterior con el actual. Los retos que ha ido superando le han propulsado a una modelización casi perfecta del jugador total. Podríamos dividir el proceso en tres fases:
PALEOCRISTIANO
(Sporting Portugal/Manchester United 2002-06: 194 partidos, 37 goles). Se trataba de un extremo rápido, habilidoso, con mucha calidad sin soldar. Un diamante en bruto. Poseía el don y las maneras. Sólo había anotado tres tantos en Portugal, aunque las expectativas eran máximas -se había proclamado campeón de Liga y Copa con el Sporting-, la irrupción de un nuevo Figo llama la atención a muchos clubes europeos y el Manchester United se hace con sus servicios en 2003 por un montante económico de 18 millones de euros, misma cifra para su edad. Las luces y focos, como buscaba, eran para él; la incertidumbre también. Ya en los red devils se hace pronto con un hueco en el once titular. Sin embargo, la crítica le acusa de individualista y hasta el propio seleccionador de Portugal, Scolari, lo argüía durante la Eurocopa de dicho país. En ninguna de las tres primeras temporadas en la Premier llega a los 10 tantos. Su fútbol se sostenía por su juego espectacular, más circense que pulcro como demandaban la región que inventó el deporte rey y el míster Sir Alex Ferguson. Los líos y andanzas fuera de los terrenos de juego son portada de los diarios. A pesar de la insultante juventud parecía improbable que llegara al epíteto de grande. Sobrevuela la idea de que, como tantos futbolistas de tremendo talento, se diluiría por su escaso talante. Durante ese tiempo sólo conquista una FA Cup y juega más en beneficio propio que en beneficio del equipo.
NEOCRISTIANO
(Manchester United 2006-09: 154 partidos, 89 goles). Sir Alex Ferguson se armó de paciencia para lidiar con un futbolista problemático. Nada que ver con la hornada de los Giggs y Scholes. Le prohíbe cualquier tipo de comida rápida y la buena alimentación le permiten evolucionar físicamente. Al portento físico le agrega más explosividad, con un índice de grasa corporal cercano al 7%, perfecto para sacar provecho a sus habilidades. Ya no sólo tiene cuerpo fibroso para enamorar a las fans sino atlético para enamorar a cualquier amante del buen fútbol. La evolución como jugador es arrolladora. Se ha hecho un chico duro física y anímicamente. Le va el campo abierto y saca el máximo rendimiento a sus cualidades. Tras caer derrotado ante el Milan de Kaká en Champions, persiste en su crecimiento y logra unos números brutales al año siguiente, conquistando la ansiada Copa de Europa. El mundo del fútbol parece encontrar un nuevo rey. El mito George Best comenta que es un cumplido que lo comparen con él. La ulterior temporada en su defensa de título como mejor jugador se ve superado por el Barcelona de Leo Messi de todas, todas. El argentino, mucho más bajito y menudo, parece no tener límites y marca en la final mediante una de las especialidades del portugués, el remate de cabeza. Deja de ser el primero, segundo y tercer mejor jugador del mundo.
POSTCRISTIANO
(Real Madrid 2009-hasta la fecha: 123 partidos, 122 goles). Herido en su orgullo, el fenómeno luso intuye que la única forma de frenar al Barcelona y recuperar grandeza es con la marcha hacia el equipo antagónico. En el Real Madrid de Pellegrini demuestra su valía pero sucumbe ante la opulencia culé. Entre medias, España ya había sido campeona de Europa y del mundo. Florentino quiere títulos cuanto antes y llama a la puerta de su compatriota José Mourinho, un azote para bien y para mal del enemigo. Pero la Copa del Rey es el único trofeo que logran los blancos de la mano del técnico luso. Individualmente, Cristiano se consagra como máximo artillero de Europa y es Bota de Oro. Podría considerarse como el plusmarquista europeo del año, pero en la maratón del fútbol, y en cada enfrentamiento cara a cara, los campeones del mundo vuelven a ser el Barça y Messi. Los blancos se desatan al ataque. Los varapalos en Liga e ida de Copa fuerzan que el juego se vuelva menos hierático frente a los de Pep Guardiola.
Gracias al cambio de ideario en el discurso futbolístico, el delantero portugués se encuentra en su salsa. En la actual campaña el Real Madrid tiene más la posesión del balón y asume más riesgos. Mou apuesta por el aperturismo y ha terminado por desgalvanizar el centro del campo. Prefiere a los jugones y de ello le saca máximo rendimiento CR7. La mentalidad del delantero madridista parte de una premisa: la mezcla del talento y el esfuerzo. A día de hoy su conocimiento del juego se ha incrementado de forma gigantesca. Ha ganado en conciencia y ha perfeccionado los pequeños apartados que le quedaban por pulir. Se ha convertido en un jugador hiperbólico y omnipresente en ataque y defensa. De los tímidos pitos se han pasado a los aplausos atronadores. Presiona más y quizá por eso hace más faltas. Supera con creces a Messi en términos defensivos. 44 despejes y 38 robos para el luso frente a 13 despejes y 25 robos del argentino; por lo que arropa a la zaga. Mismos números que Khedira, que en el Mundial fue el futbolista con mayor repetición de esfuerzo a máxima intensidad.
Además, en medio año le han señalado más fueras de juego que la temporada pasada completa. Es decir, también presiona más arriba y vive en el alambre. Expone al máximo a sus rivales y es el tercer futbolista que más faltas recibe (55, 11 más que Messi). Participa más y mejor en el juego: durante este curso ha asistido más que en sus tres mejores campañas juntas con la zamarra del Manchester United. El único pero y punto de ofuscación: la efectividad en los lanzamientos de falta; todavía no ha anotado en sus 32 disparos intentados.
Pero, al fin y al cabo, el fútbol es un deporte cualitativo y no cuantitativo que se nutre del poder colectivo y en el que también juegan cuestiones azarosas y, sobre todo, sensoriales y sentimentales. Además, como expone Juanma Lillo, “las estadísticas son como los tangas: enseñan todo menos lo más importante”. Se trata de un juego en equipo y la carrera entre Messi y Cristiano Ronaldo puede considerarse de relevos por lo que dependen en gran medida de que sus compañeros les entreguen un buen testigo. Cristiano sabe que en el Bernabéu pasan a la historia más los Campeones de Europa que los Plusmarquista Europeos. Para ello ha aprendido de una gran enseñanza de Di Stefano: “No existe un futbolista como todos juntos”. La batalla continúa, el Bernabéu ansia la Décima. En octavos aún no se puede despejar la incógnita. De lo que no cabe duda es que el fichaje que le pareció indecente a la Iglesia y a Platini fue todo un acierto. Si el PaleoCristiano costó 18 millones, el NeoCristiano 94, ¿cuánto valdría ahora mismo el PostCristiano?
* Alfonso Loaiza es periodista. En Twitter: @FonsiLoaiza
– Fotos: Víctor Carretero – Helios de la Rubia (Real Madrid) – Associated Press
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