Empiezo a escribir este artículo en un Starbucks de Victoria Station, caramel macchiato en mano. Grande, por favor. Esto se antoja largo. Cual premonición, me entra una llamada de Paul Woodmansey, gabinete de prensa de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Danny Boyle no está disponible. Damn.
Bueno, en realidad en inglés las negativas suenan mucho mejor: “I’m afraid Danny Boyle isn’t available for interviews“. Ya no sabremos de primera mano qué llevó al director de ‘Trainspotting’ a inspirarse en ‘La Tempestad’ de Shakespeare para dar el pistoletazo de salida a la cita olímpica de este verano. Él siempre tan dramático (vaya, como Shakespeare).
Pues supondremos… Para eso no necesitamos al ocupado Mr. Boyle. Cambiando a los heroinómanos de Edimburgo por lo mejor del deporte internacional y viajando por el colorido ‘Slumdog Millionaire’, quizá hallemos alguna clave… Lean más, porque las hay.
Acto Primero: 1611-12, el último trabajo literario de William. Se calcula que el dramaturgo fetiche de los ingleses terminó ‘La Tempestad’ hace 400 años. Buena onomástica para recordarle. Nos llegamos a esperar a los cinco siglos y no lo vemos.
Acto Segundo: Un símbolo de la revolución. Al margen del show que se montará en el transporte público (créanme, será de lo más visto y sin retransmisión por satélite); el ‘Isles of wonder’ (‘Islas maravillosas’) con el que Danny Boyle ha bautizado la ceremonia de apertura londinense promete el plagio autorizado de la magia, psicología y filosofía que emanan de ‘La Tempestad’. El café aún quema.
Acto Tercero: La isla. Ahí ambientó Shakespeare su obra tardía, y en unas islas -hoy menos desoladas- se dará cita el evento deportivo mundial más importante del año. Un territorio donde la humanidad renace y lo crea todo de nuevo. Bonito concepto de partida. Puede que los hechizos del monarca Próspero para perdonar a los traidores en un acto de fe tomen ahí forma de campana. La más grande de Europa está siendo construida para la ocasión. El instrumento llevará inscrita una frase de la obra: “No os asustéis. La isla está llena de ruidos“. Tan barroco como la obra que le inspira. ¡Qué psicología la de Boyle!
Acto Cuarto: Las tempestades. Es una suposición con cierto fundamento que el espectáculo recree la magia de duendes y espíritus, aquí recorriendo el estadio Olímpico a lo ‘Billy Elliot’ (Daltry está al cargo de la dirección creativa) y despertando tempestades, como ideó Shakespeare a su manera. Pero menos suposición y más realidad es que en agosto, el verano de Londres ya pasó. Traigan el paraguas.
Acto Quinto: Veto al despilfarro. Ha advertido (y Cameron se lo debió dejar claro) que no corren tiempos para grandezas. Lejos queda el espectáculo de Pekín, y más cerca la humanidad de Sídney recién estrenado el siglo: “Captó adecuadamente la sensación de los juegos del pueblo”, dijo Boyle. El realizador tirará de un millar de escolares londinenses del East End y 15.000 voluntarios. Nos gusta. Aunque el primer ministro ha recapacitado y duplicado (de 48 a 96 millones de euros) el presupuesto para las ceremonias de apertura y clausura. No siempre se tiene la ocasión de gloriar la imagen el Reino Unido ante el mundo. Shakespeare jugó con menos presupuesto y más imaginación en su Globe Theater. Esfuércense.
Acto de fe: Creo que en la próxima ocasión Mr. Danny Boyle quizá encuentre un hueco en su agenda. Aunque resolver todas las incógnitas sería una lástima. Esperemos a que nos sorprenda, como siempre lo hizo Shakespeare. Estos Juegos prometen, a poco más de cinco meses.
Último sorbo a mi café. Salgo del Starbucks y tropiezo, de frente, con el pub ‘The Shakespeare’. Increíble.
* Alexa Botines es periodista y politóloga. Colaboradora de El Mundo Deportivo desde Londres. Formó parte del gabinete de prensa del COI. En Twitter: @alexabotines
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