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Dentro de la enorme –y a veces difícilmente manejable– estructura que supone La Fábrica, es habitual que equipos enteros queden opacados en el vaivén de buenas y malas rachas que periódicamente recorre la cantera del Real Madrid.
El Real Madrid C vive en esta permanente sombra, a medio camino entre el desconocimiento y la eterna pregunta: ¿Para qué sirve, exactamente, un segundo filial? En este contexto aparece José Manuel Díaz, un entrenador acorde a este equipo nebuloso de función indefinida, que se encuentra diariamente en el brete de manejar una plantilla descompensada e inexperta –a expensas de las necesidades de los equipos punteros, Castilla y Juvenil A– y conducirla, con relativo éxito, por el que para muchos será su primer y determinante contacto con el fútbol profesional.
Estamos habituados a que por su carácter y por el puesto que ocupa en la jerarquía del Real Madrid, poco o nada se hable de las funciones y el desempeño de Díaz. Sin embargo, este discreto técnico ha llamado la atención de algunos de los hombres importantes del club en plena revolución de Toril. Una atención justificada.
El paso de Díaz por La Fábrica se divide en dos etapas, igual que la de Ramón Martínez, dado que forma parte del equipo de confianza del director de la cantera madridista. No es de extrañar la relación entre ambos, sabiendo que Díaz ya fue en su día jugador de la cantera del Real Madrid, estando ligado al club durante más de 11 años.
En su primera etapa entrenaría a un Juvenil B que no llegó a destacar especialmente –ni en juego ni en futuras promesas– antes de la llegada de Calderón a la presidencia, que supuso una renovación parcial de la estructura de la cantera y que acabó con el entrenador del Juvenil B rumbo a México, donde residiría varios años como formador de una de las escuelas que la Fundación Real Madrid posee allí.
Regresaría a España para tomar el mando del Navalcarnero en el año 2008, por aquel entonces en Tercera División. El club logró finalmente el ascenso, pero Díaz no conservó el puesto tras una mala racha en los compases finales de la temporada, que llegaron a poner en riesgo su participación en la fase de ascenso. Visto en retrospectiva, quizá la impaciencia del club madrileño fuese positiva, porque al final de la temporada 2008-2009 volvió a recibir la llamada del Real Madrid.
Díaz regresó a la disciplina del club que le vio crecer para tomar las riendas del Real Madrid C que Toril acababa de rescatar in extremis del descenso a Preferente durante la temporada anterior. Reubicado el cordobés en el Juvenil A con el objetivo de hacer brillar por fin a un equipo lleno de promesas, Díaz asumía el mando del segundo filial del Real Madrid con importantes bajas tras la salida de buena parte de sus jugadores clave.
La primera temporada de José Manuel Díaz con el Real Madrid C no pasaría a la historia: con alternancia de resultados y un mal comienzo que arrastró al equipo hasta puestos de descenso, solo una buena racha de un par de meses permitió al equipo finalizar en una cómoda posición en mitad de la tabla, lavando la pobre imagen ofrecida. Su segundo año se vería marcado por un gran comienzo de temporada, llegando a situarse colíder; solo los pésimos resultados del último mes y medio de competición alejaron de los puestos de cabeza, quedando quintos a tan solo un paso de los playoffs.
Su mejor temporada sería, sin duda, la 2011-2012, donde conseguiría aunar experiencia y talento, reforzando la plantilla del positivo año anterior con algunos de los talentos del Juvenil A que venían de ganar dos ligas y disputar dos finales de Copa Campeones. Esta plantilla –donde a la experiencia de Andy, Álvaro López o Fran Sol se sumarían juveniles como Pacheco, García-Noblejas, Aguza o Sobrino– arrancaría con una excepcional –sorprendente, según las palabras del propio Díaz– racha de triunfos, manteniéndose entre los tres primeros toda la primera vuelta, aunque como venía siendo habitual, el cansancio haría mella en el equipo en los últimos meses de competición.
Aun así, el Real Madrid C de la 2011/12 sí conseguiría acabar la temporada en segunda posición, clasificándose para unos playoffs en los que arrasó contra sus dos primeros contrincantes (Villaralbo y Marbella) pero cayó sonoramente frente al Binissalem tras un partido de ida en casa en el que los errores fueron determinantes y una vuelta en la que poco o nada pudo hacer el conjunto dirigido por Díaz.
Sin embargo, el destino quiso que durante el verano se declarasen desiertos puestos para la Segunda B tras el descenso por impago de algunos clubes y al Real Madrid C –como uno de los clubes mejor clasificados de Tercera, al llegar a jugar la última ronda de playoffs– se le ofreciese una plaza que el club aceptó, promocionando así el equipo.
La temporada 2012/13 significa el debut de Díaz en Segunda B, al frente de un equipo que conserva algunas de las piezas de la exitosa campaña anterior pero que, como siempre, ve mermada su competitividad a expensas del resto de filiales.
El estilo de juego de Díaz está marcado por esa especial situación que sitúa al Real Madrid C en una suerte de tierra de nadie en el organigrama de La Fábrica madridista. Pese a ser un técnico especializado en cantera y con un largo recorrido en este ámbito, sería un error esperar encontrar esa predilección por el juego vistoso y alegre que caracteriza a los equipos juveniles e inferiores; tampoco esa proyección claramente ofensiva, esa vocación de ganar marcando más goles que el rival –descuidando a veces la importancia de dejar una portería a cero– que podemos asociar con el Castilla. Permanentemente en el alambre, viendo cómo los jugadores de más calidad pasan directamente del Juvenil A al primer filial, y sabiéndose clave a la hora de inyectar esa chispa de madurez que convierta a los talentosos juveniles en futbolistas aptos para batirse el cobre en el Castilla, la filosofía de Díaz parte de una simple y comprensible base: aprender a defender.
Según él mismo admite, su prioridad es ayudar a unos chavales demasiado acostumbrados a ganar mediante el juego ofensivo a adaptarse lo más rápidamente a los campos de 2ªB o Tercera División. Para ello es necesario inculcarles la importancia de mantener la portería a cero, confiando en la potencia goleadora de sus jugadores para materializar las pocas ocasiones de que van a disponer en categorías tan correosas. Con esta simple fórmula –nótese, una vez más, la diferencia con el estilo del Castilla–, la meta de Díaz es ganar los partidos por uno o dos goles de diferencia, jugando quizá no de manera muy alegre, pero sí con rigor y seriedad.
Pero incluso teniendo una concepción del juego eminentemente defensiva, Díaz no deja de ser un entrenador de cantera muy concienciado de qué necesita aprender cualquier potencial jugador madridista. Por eso, una de las características del Real Madrid C son las rápidas transiciones defensa-ataque, la negativa a marear la pelota y el gusto por plantarse de una punta del campo a otra en no más de cinco toques. Para conseguir esto, como la mayoría de técnicos madridistas, Díaz hace especial hincapié en los ejercicios con balón.
Es, además, un entrenador adaptable y muy consciente de las deficiencias lógicas de unos jóvenes futbolistas que compiten en ligas donde la experiencia es una virtud. Haciendo del realismo una característica más de su filosofía de juego, Díaz estudia cada salida y cada campo, fijando unas metas claras que determinan la forma en la que el Real Madrid C jugará ese día. Así, si en el familiar entorno del Campo 7 el Real Madrid C puede permitirse un estilo menos rígido, más ofensivo, en los campos duros de la categoría el principal axioma de este entrenador –no encajar– domina la forma de conducirse de sus jugadores hasta el minuto 90.
Por último, y en el famoso debate entre competir y formar, Díaz no tiene duda alguna: para él, la competición es un paso más de la formación –y un punto clave cuando se entrena al Real Madrid C–, y no ha dudado en expresarlo de una forma tan sencilla como contundente: “No creo que un equipo se forme mejor perdiendo que ganando”.
El esquema preferido de Díaz es el 4-4-2, aunque en el entorno de la cantera madridista a veces deba decantarse por 4-2-3-1. Ambos esquemas, habituales tanto del Castilla como del primer equipo, ayudan a sus discípulos a progresar en el entorno de unos sistemas que ya conocen.
Díaz incide en varios puntos fundamentales del sistema: una línea de cuatro absolutamente inamovible, en la que los laterales suelen proporcionar apoyo a los extremos sin descuidar el compromiso atrás, ayudados por las coberturas de centrales bastante rápidos, uno de ellos con más salida de balón. Esta línea defensiva suele estar muy trabajada, ya que es la base de su método: son los cuatro jugadores desde los que se erige el resto del equipo, y tan asumidos tienen los conceptos de su técnico que las habituales lesiones, rotaciones o subidas y bajadas de chavales en la defensa no tienen el efecto devastador que provocan en otras líneas.
Por delante de los defensas sitúa a un doble pivote que a veces, en raras ocasiones, es un único mediocentro. En el caso de ser dos, Díaz concuerda tanto con José Mourinho como con Alberto Toril en elegir siempre a un jugador de corte más defensivo para ejercer de barredora, y una pareja con más visión de juego, más creativo, para dirigir al resto del equipo y aumentar la movilidad del balón.
Arriba, su sistema es más variable. La cantera del Real Madrid es una inagotable fábrica de rápidos extremos e incisivos interiores, por lo que suele optar por dos jugadores rápidos de banda que envíen centros al delantero. Por delante de ellos se sitúa la tan típica figura del mediapunta de la que tantos buenos ejemplos tenemos en la cantera; jugador clave a la hora de abrir espacios, muy móvil –tan pronto apoya en banda, como recibe en el centro–, que por el sistema de juego suele convertirse en la auténtica llave para abrir partidos y el indicativo del rendimiento del equipo. La referencia arriba, para Díaz, es innegociable: jamás saltará el Real Madrid C al campo con eso que se conoce como falso 9, y en ese sentido Díaz se ha beneficiado al tener a su disposición a una gran serie de buenos delanteros con capacidad para bajar la pelota y retenerla.
– Aumentar sus estrategias de motivación. Díaz parece creer que sus futbolistas, tan jóvenes y ambiciosos, no necesitan su ayuda para motivarse. Craso error. A veces se echa de menos verle en la zona técnica y su actitud durante los encuentros, casi siempre recluido en su banquillo, es excesivamente pasiva.
– Aumentar los recursos de su sistema. Aunque no sea exclusivamente culpa suya, a veces el Real Madrid C recurre en exceso a la carrera por la banda y los centros al área. En el equipo hay algunos buenos peloteros con capacidad para combinar por el centro. Debería potenciar esa salida.
– Coherencia en los cambios. Históricamente, Díaz siempre ha sido reticente a hacer cambios arriesgados, excepto en situaciones en las que nada había que ganar ni que perder. En este ámbito se averigua cierta evolución, puesto que en la actual temporada le está temblando poco el pulso a la hora de realizar cambios en momentos no muy habituales del partido –incluso mucho antes del descanso, en busca de la clave que le dé la vuelta al marcador–. Sin embargo, en ocasiones estas sustituciones han parecido más una forma de señalar a alguno de sus jugadores que de recomponer al equipo.
– Trabajar más el talón de Aquiles de todos los equipos del Real Madrid: el balón parado.
– Mejor gestión del vestuario. Quizá sea difícil encauzar a un grupo tan heterogéneo como el del C en la lucha por un objetivo común y evitar que jugadores que se han sentido “rechazados” por el Castilla se desconecten pero, sin duda, Manolo Díaz puede hacer más de lo que está haciendo.
– Adaptabilidad. Conciencia de dónde está y lo que se espera de él. Conocimiento pleno de lo que el Real Madrid C significa y debe significar. Actúa siempre en consecuencia. Trabaja con lo que tiene y su equipo difícilmente se parte por la baja de un solo jugador.
– Fortaleza defensiva. La línea de cuatro es sólida, consiguiendo que sus porteros brillen bajo los palos.
– Aunar formación y competición. Para los jugadores que no son capaces de dar el salto directo del Juvenil A al Castilla, Díaz es el entrenador que les da ese plus de mentalidad y rigor, tan necesario como el talento y la ambición. Ejemplos claros: Nacho, Juan Carlos o el mismo Álvaro Morata. Todos ellos hicieron la mili con él antes de ponerse a las órdenes del Castilla.
Las señales que llegan desde el club sobre la actual posición de Manolo Díaz en la jerarquía del Real Madrid son confusas y hacen que dilucidar cuál puede ser su futuro se convierta en una tarea compleja.
Por una parte, el Real Madrid C no está pasando por una de sus mejores rachas, y a una nueva división con las exigencias que esto supone se ha unido un vestuario que no está debidamente motivado. Los resultados, unidos a una pobre imagen ofrecida durante los últimos meses, han hecho pensar que Díaz se encontraba en precario equilibrio sobre el alambre que le une al Real Madrid.
Pero por otro lado, el entrenador del primer equipo ha demostrado en más de una ocasión preferencia por su equipo y algunos de sus jugadores, y no es extraño que el Real Madrid C suba en ocasiones a entrenar con los mayores, una imagen que hasta hace poco tiempo parecía impensable, siendo el Castilla el filial más estrechamente ligado al primer equipo.
Así, solo queda esperar si Díaz será capaz de sobreponerse a los factores externos pero, sobre todo, a sus propios miedos como entrenador, aportando al Real Madrid C ese plus de competitividad y calidad que supongan su ascenso en las filas madridistas.
* Elena González y Lucía Rionegro.
– Fotos: Real Madrid
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