Aunque ahora esté de moda, gracias a Felix Baumgartner, saltar desde lo más alto de la atmósfera, este artículo no irá sobre ello, al menos no exactamente.
El pasado 25 de abril, el Real Madrid recibía en el Bernabéu al Bayern Munich con el único objetivo de levantar como fuera el 2-1 cosechado en el Allianz Arena una semana antes. Aquel resultado fue doloroso, ya que la desventaja definitiva en el marcador llegó prácticamente al final, cuando ya se pensaba en el encuentro de vuelta. El Madrid comenzó haciendo muy bien los deberes, con puntualidad inglesa, pero Pepe tiró a Gómez en el área y Robben no falló. Fue un día de muchos penaltis. Cristiano Ronaldo y el holandés marcaron los suyos durante el tiempo reglamentario, pero mucho cambió cuando se llegó a la tanda que decidió el pase de los bávaros a su final.
De aquellos cuatro lanzamientos blancos cualquiera puede recordar el que a la postre ha sido el más famoso de todos, el de Sergio Ramos. El contacto de su pie con el balón fue demasiado por debajo del centro del esférico y este salió despedido muy por encima del larguero de Manuel Neuer. Las bromas y los chistes durante muchos meses giraron sobre aquel acontecimiento, aquel error que culminó una tanda para el olvido de los madridistas. Ni siquiera el panenka de las semifinales de la Eurocopa apagó del todo las burlas hacia el segundo capitán merengue.
Pero esas gracias sobre el penalti de Ramos sólo se escuchan en España. Quizás también se acuerde algún seguidor culé que viva en el extranjero y seguro que no la han olvidado los del Bayern. En Italia, por ejemplo, hay un penalti que ha sido durante muchos años el centro de las burlas por parte de muchos seguidores del fútbol.
En la temporada 2001-02 la Juventus estrenaba una de las mejores plantillas que ha tenido en los últimos tiempos. Había perdido un grupo de jugadores sensacionales que habían marcado una época en Delle Alpi, como eran Zidane, Inzaghi, Kovačević o Van der Sar, pero a cambio consiguió 135 millones de euros que los invirtió en futbolistas del primer nivel mundial. El más caro de todos ellos todavía sigue bajo los palos, Gianluigi Buffon, que llegó acompañado de Parma por Lilian Thuram. También llegaron dos hombres de la Lazio, los dos mejores de aquel equipo romano que fue campeón con Eriksson: Pavel Nedvěd y Marcelo Salas. El chileno es el protagonista de la siguiente historia.
Corría el mes de octubre cuando la Juve recibía al Torino en el Derby della Mole. El clásico piamontés regresaba a la Serie A después de dos años. El Torino acababa de subir tras haber descendido en la 1999-00 y partía como clara víctima ante una Juve omnipotente, que a la postre acabaría siendo campeona. Y de hecho lo demostró en los primeros 25 minutos de partido, cuando Alessandro del Piero marcó un doblete que fue secundado por Igor Tudor. El partido estaba absolutamente sentenciado… en teoría.
Qué les diría Giancarlo Camolese a sus jugadores granata en el descanso nunca lo sabremos, pero la reacción del Toro fue mítica. Primero fue Cristiano Lucarelli el que acortó distancias al cuarto de hora de la reanudación. Diez minutos después, y entre el fervor de la afición del Torino, Ferrante anotó un penalti que daba esperanzas, las cuales culminó de exacerbar Riccardo Maspero a siete minutos del final. La locura en las gradas era incontenible. El Torino, el humilde Torino que rememoró al Grande Torino, había levantado un 3-0 en contra ante la todopoderosa Juventus de los Del Piero, Buffon o Thuram.
Aquellos rostros de alegría desbordada se tornaron en caras de incredulidad cuando en el minuto 88 el árbitro Gennaro Borriello señalaba el punto de penalti del área del Torino por un derribo de Daniele delli Carri sobre Tudor. El agarrón no parecía demasiado evidente como para indicar penalti y ello irritó sobremanera tanto a la tifoseria como a los jugadores granata, que acorralaron al árbitro para protestar la acción.
Todos menos uno. Maspero se olvidó de Borriello, consciente de que la decisión ya estaba tomada, y se dirigió hacia el punto que marca los once metros. Allí, ante el desconcierto general, excavó un pequeño agujero para desestabilizar el lanzamiento. Marcelo Salas no se percató de ello y colocó la pelota sobre el punto. Su disparo se fue a la estratosfera y, según la afición del Torino, es el primer satélite con forma de balón que orbita alrededor de la Tierra.
Ayer volvía de nuevo el Torino a disputarle la supremacía en la ciudad de la Mole Antonelliana a la Juventus después de tres años de ausencia. Además, el derbi se estrenaba en el nuevo estadio bianconero, que ha recibido las quejas de buena parte de la afición del Toro por disponer tan sólo de una esquina en el estadio, como cualquier otra afición visitante. Históricamente, ya fuera en Delle Alpi o en el estadio Filadelfia, los seguidores más fieles de cada equipo se distribuían uno en cada fondo, lo que le daba un encanto especial a los enfrentamientos de Juventus y Torino. Ahora ya no es así en la casa de la Juve.
De nuevo el Toro era la clara víctima, recién ascendida y ante la mejor Juventus desde los tiempos de Lippi. Nedvěd estaba en la tribuna presidencial, viendo cómo Buffon recibía al eterno rival. El dominio juventino fue claro durante los noventa minutos, más aún cuando a los 36 minutos Glik hizo una fea entrada sobre Giaccherini y fue expulsado. Desde ese momento al Torino le tocaba sobrevivir y todo parecía terminar cuando a cuatro minutos del descanso Basha blocó un balón con la mano dentro del área. El partido se acababa antes incluso de la pausa.
Vučinić hablaba con Pirlo, le pedía la responsabilidad del lanzamiento, pero Andrea estaba seguro y convencido de marcarlo. Las protestas granata eran mucho menos intensas que aquellas del 2001 y nadie fue a hacer una buca en el punto de penalti. Aun así, Andrea Pirlo, queriendo o no, emuló a Marcelo Salas y lanzó aquella pelota de la órbita que efectuaba alrededor de nuestro planeta.
Al final de poco sirvió el penalti de Pirlo. Las esperanzas de los pocos tifosi del Toro que había en el Juventus Stadium se disiparon por culpa de Marchisio y Giovinco. Pero al menos muchos de ellos se fueron a casa con una pequeña sonrisa en el rostro mientras recordaban, gracias a Pirlo, aquel error de Marcelo Salas que les valió un gran punto para hacer buena una increíble remontada.
* Jesús Garrido es periodista.
– Fotos: AFP
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