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Patrick Ebert llegó en verano a Valladolid, ahogado futbolísticamente tras una trayectoria que se diluía paulatinamente en Alemania. Buscaba un oasis tras un puñado de malas experiencias, un trampolín que volviera a propulsar la carrera de una de las últimas promesas del fútbol teutón.
Y es que, con 25 años, su carrera deportiva sólo se entiende desde los extremos: de irrumpir con fuerza en el Hertha a los tiernos 18 años y ser campeón de Europa Sub-21 –en la Alemania de los Khedira, Özil, Neuer y compañía–, a cobijarse silenciosamente en el ostracismo de la 2. Bundesliga; de tocar el cielo a hundirse en el fango, como cuando se vio envuelto junto a su amigo de la infancia Kevin Prince Boateng en una mediática y bochornosa historia de fiesta, alcohol y violencia por la que fueron declarados culpables de dañar 13 vehículos en una misma noche.
Cansado de dar bandazos, y tras el nuevo descenso de categoría del Hertha, Ebert decidió dar un golpe de timón a su carrera. Adiós Berlín, hola Valladolid. Un destino extraño para un futbolista con aspecto de estrella rockera y carácter irreverente, que busca a orillas del Pisuerga la paz y regularidad futbolística que su mala cabeza nunca le ha permitido alcanzar.
FICHA TÉCNICA
Jugador potente, de complexión fuerte y tren inferior poderoso. No especialmente rápido ni ágil, en ocasiones incluso transmite rigidez de movimientos. Pero es tremendamente tenaz, la fortaleza de su cuádriceps le permite arrancar de forma explosiva y sustenta su fútbol en ese tipo de acciones: clavar tacos y salir, para después volver a clavar y frenar en seco. Vive de su aceleración y capacidad para cambiar de sentido y de ritmo. Una vez lanzado, su cuerpo en velocidad no marca diferencias, pero es suficiente como para administrar la ventaja adquirida en la aceleración.
Desde el poderío de su físico se atreve a chocar con la seguridad de que saldrá vencedor del envite. No es el prototípico extremo o jugador de banda que sufre ante laterales poderosos, sino que disfruta en la batalla física. Por arriba y por abajo. Capaz tanto de ganar balones aéreos por su potencia en el salto como de llevarse los balones divididos a ras de césped, merced a la altísima tensión de piernas con la que vive el juego.
Hasta el momento, su extraordinario momento de forma exhibido hace que aguante los partidos razonablemente bien a un nivel de exigencia altísimo. Hace coberturas a Rukavina (lateral derecho), presiona rápidamente tras la pérdida y baja con celeridad en las transiciones defensivas. Suele sufrir un pequeño bajón en el último cuarto de hora de los partidos, lógico si atendemos a todo el desgaste previo implícito en su fútbol.
Entiende el juego desde el desplazamiento constante. Fútbol en movimiento, con y sin balón. Su posición de partida en ataque estático es de amplitud total en banda derecha, pero se va de allí para que irrumpa el lateral y sea este el que otorgue la amplitud permanente al equipo. En ese momento Ebert goza de mayor libertad y aprovecha los carriles interiores para asociarse o bien trazar diagonales hacia portería. Ante las subidas del lateral hasta línea de fondo, el alemán se desentiende ofensivamente en tres cuartos y suele guardar la posición del compañero.
En los contraataques y transiciones rápidas es un fenomenal catalizador, capaz de levantar la cabeza y buscar las opciones más convenientes para su equipo. Como buen alemán disfruta en esas acciones de vértigo y velocidad.
Visión periférica del fútbol desde su posición de extremo. Entiende el juego y, consecuentemente, sabe mezclar: se asocia en corto para atraer rivales, pero también alimenta al extremo contrario con diagonales y cambios de dirección. Más futbolista que extremo.
Recientemente Miroslav Djukic ha introducido una última variante de juego basada principalmente en el desplazamiento directo del balón y de menor elaboración, buscando la referencia en punta de Manucho. En ese fútbol Ebert saca ventaja de su capacidad para leer las segundas jugadas que se generan, partiendo desde una posición algo más cerrada y acercándose a la zona de influencia del delantero centro.
Diestro, pero capaz de golpear con ambas piernas. Técnica depurada pero sin alardes. Domina perfectamente los gestos básicos del fútbol, y los ejecuta a gran velocidad.
Sus puntos fuertes son el golpeo y el desplazamiento de balón. También se siente seguro en el control y es capaz de conducir con precisión y velocidad. Se trata de un jugador muy pragmático que trata de hacer daño en cada acción que ejecuta. No se pierde en regates estériles ni abusa del ornamento. Su punto débil radica precisamente en el regate. Es un jugador de recursos limitados en el uno contra uno. Dribla por potencia y sufre cuando tiene que encarar en estático. No tiene la cintura de extremos más livianos, ni la fantasía necesaria para dibujar acciones desequilibrantes.
Tiene una jugada que gobierna su fútbol: el recorte hacia dentro para la salida con su zurda –un gesto similar al de Sergio Ramos cuando juega de lateral derecho–. Propicia una continuidad del juego por varias vías: disparo de zurda, prolongación del balón a los medios para mantener posesión, filtro de balones interiores hacia delanteros o bien, la más dada, incorporación inmediata de Rukavina (lateral derecho) por banda.
También es el encargado de sacar el juego en parado pucelano. Golpeo seco y duro en el lanzamiento de faltas y córners muy tocados y habitualmente cerrados.
Tras una adaptación inmaculada al fútbol español, Ebert parece vivir un momento clave en su trayectoria como futbolista. A sus 25 años debe avanzar hacia un siguiente escalón que, en sus inicios, parecía que llegaría con mayor premura. Tiene el talento, pero solo la constancia determinará si el alemán es capaz de recuperar el tiempo perdido en su larga adolescencia futbolística.
* Diego Tejerina es periodista y ex futbolista.
– Foto: Jesús Diges (EFE)
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