El fútbol ni es ciencia ni es exacta, sino un juego azaroso, que al fin y al cabo es la definición de nuestras propias vidas. Cuando sale de viaje, Pelé guarda siempre en la maleta una vieja peonza de madera envuelta en un cordel. Cuenta que la lleva encima para no olvidar nunca que la vida, el fútbol, el éxito y el fracaso no son más previsibles que las vueltas de la peonza. Hemos visto al Barça perder con su estilo, ganar con el opuesto, triunfar en noches de silencio, perder en otras que estuvieron rodeadas de adrenalina y empuje colectivo, conquistar cotas inimaginables, estrellarse en partidos insospechados, traicionarse a sí mismo, reafirmarse de nuevo, fundarse, refundarse, superar adversidades que rayaban la crueldad y también tropezar en un pequeño grano de arena. Nada distinto a lo que usted y yo viviremos a lo largo de nuestras vidas.
A Xavi le hemos visto triunfar, fracasar, aburrir, indignar, volver a triunfar, decepcionar y resucitar nuevamente. Y a Puyol le hemos escuchado bramar en noches de truenos, callar en días de vestuario adormecido, resurgir en momentos clave, tirar del carro y ser tirado del carro. Y todo esto ha sucedido porque el fútbol no acepta encerrarse entre las cuatro paredes con que pretendemos definirlo periodistas y aficionados. Hablamos de nuevos planes cuando hay una derrota; de refuerzos imprescindibles cuando flaquea alguien; de condición física o actitud, sin conocer con precisión ni una ni otra; despachamos a un jugador sin percatarnos que quizás mejorará, corregirá y progresará, como han hecho tantos otros anteriormente, Abidal sin ir más lejos. Queremos, en suma, demostrar al minuto que sabemos más que el mejor de los protagonistas, pues nuestra alineación sería más adecuada, nuestros cambios más acertados, nuestros disparos más certeros y ni siquiera encajaríamos goles de cabeza porque seríamos los más altos por arriba al tiempo que los más hábiles por abajo. Pero el fútbol tiene otras ideas y vuela libre. Permite el triunfo al inferior, hace sufrir al invencible y cuestiona todas las jerarquías. Pelé lanza la peonza, que se detendrá solo cuando ella quiera. El fútbol es como esa peonza y ni siquiera el Barça es ajeno a la incertidumbre.
De tanto ganar parecería que el Barça ya no puede perder, como si fuese algo contranatura, cuando lo realmente antinatural es que gane tanto y tan seguido. Empiezo a pensar que cuando Guardiola decía aquello de que quien gana siempre tiene razón, lo hacía por no discutir más. Al fin y al cabo, ya dijo el propio Pep que toda la fuerza y convencimiento colectivos en esta idea de juego se pondría a prueba en las derrotas.
– Foto: Franciskis
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