Como si de un parto prematuro forzado se tratara, Bojan vio la luz del primer equipo cuando este se encontraba en un momento agónico. Su éxito precoz es de sobra conocido; sus fatídicas consecuencias posteriores, también. Llegar al primer equipo con la estrella en la frente y siendo ya un ídolo de masas está en las antípodas de la filosofía culé, como lo estaba su actitud de la del que sí triunfó: Pedro. Sin embargo, su primera temporada con Pep no fue mala, pese a perder la titularidad, pues fue clave en las rotaciones y decisivo en la Copa del Rey. Tampoco fue definitivo para él que en el siguiente curso le pasara por delante Pedro. Y es que el final de la 2009-2010 fue su mejor periodo como culé, empezando por uno de esos momentos que pudo haber sido decisivo:
Igual que Iniesta la había puesto en la escuadra el año anterior, esta vez había sido él. Un gol de tal calibre podría haber sido más que suficiente para cambiar su trayectoria. Habría sido esa inyección de moral definitiva, que podría haberse aderezado con una más que presumible titularidad en una final de Champions en la que seguramente habría brillado ante los lentos Demichelis y Van Buyten.
Sin embargo, después de aquella fatídica eliminación llegaría su mejor momento como culé. Una vez sentado Ibrahimovic, Pep se decidiría por el sistema que más éxitos daría (el de la culminación en Wembley) para ganar la Liga de los 99 puntos. Con el asentamiento definitivo de Messi como falso 9, las bandas quedaban para Pedro y Bojan, quienes tenían la misión de tirar muchas más diagonales de lo que hacen ahora los extremos culés, lo que sin duda beneficiaba al de Linyola. En esa versión beta del Pep Team 3.0, el MBP (Messi-Bojan-Pedro) dio un resultado igual de bueno que el definitivo MVP, pues Krkic, en ese tramo que en cualquier caso fue corto, dio un rendimiento a la altura del que posteriormente Villa ofreció en un rol idéntico.
Seguramente supuso un golpe anímico definitivo para Bojan del que no se recuperó. Y es que, tras haber esperado a la decadencia de Henry, había visto cómo Pedro le pasaba por delante. También vio cómo, tras salir Eto’o, llegaba Ibrahimovic para un puesto que sentía suyo. Pero, una vez habiéndole arrebatado con justicia el puesto al sueco y habiendo dado un excelente rendimiento, ver cómo se volvía a fichar para devolverle al banquillo debió ser un golpe terrible para él. Tampoco debió levantar su ánimo ver que el rendimiento del Guaje era idéntico al que él había mostrado meses antes, aunque está por ver si Bojan habría exhibido ese nivel durante un tramo tan largo y ante rivales de mayor enjundia.
Pero esa era la prueba que él consideraba haberse ganado, sin estar completamente exento de razón. Pero para un chico de 20 años tan señalado por los focos (y a quien sin duda esto influía negativamente), Pep nunca contempló un papel protagonista, sino otro en que fuera forjándose a la sombra de los demás, peleando por cada oportunidad y dándolo todo en el campo en cada ocasión por pequeña que fuera. Pero el de Linyola no hizo esto: él no es como Pedro, para su desdicha. El golpe anímico que supuso el fichaje de Villa, unido al castigo de las lesiones, devino en su peor temporada como culé, la única en la que prácticamente no sumó. Ello, más una actitud que no fue la mejor, le costó el sitio en Can Barça, de lo que terminó de percatarse en el momento definitivo.
Así, pese a que la principal causa de que no triunfara en el Camp Nou fuera una precocidad mal elegida por Rikjaard y peor llevada por él, hubo algunos momentos que pudieron cambiar su trayectoria. En cualquier caso, sólo la ausencia de una actitud como la de Pedro provocó que no tuviera más oportunidades. Con todo, fue un hombre clave para el Pep Team, pues sin él difícilmente se habría ganado la Liga de los 99 puntos en un año en el que no se conquistó la Champions League ni la Copa del Rey. Tres años más tarde, tras fracasar también en Roma, Milan y Ajax, finaliza su vinculación con el club que le vio crecer. Ahora ya nadie cree en él, ni probablemente tenga motivos para hacerlo. Pero, sin haber cumplido ni tan siquiera los 24 y con el talento que atesora, en sus manos está cambiar su triste destino.
* Rafael León Alemany.
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– Fotos: AP
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