"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Edson Arantes do Nascimento no se llama así. Se llama Edison y no Edson. Esto ocurrió porque su padre Joao Ramos, apodado Dondinho, quiso homenajear a Thomas Edison, inventor de la bombilla además de otras 1.092 patentes. Lo cierto es que Pelé llegó al mundo al día siguiente de que la electricidad llegara a Três Coraçoes, pequeña población de Minas Gerais. Como homenaje al inventor, Dondinho decidió que ese negrito flacucho se llamaría Edison y así consta en el documento de identidad de Pelé, que siempre aborreció esa “i”. por cierto, el mismo documento dice que nació el 21 de octubre de 1940 cuando no es así: nació el 23.
“¡Éste será un gran futbolista!”, dijo Dondinho al ver a su escuálida cría recién nacida. Y fue el más grande aunque nunca pudo arrebatarle al padre un récord: marcar cinco goles de cabeza en un mismo encuentro. Dondinho lo consiguió, Pelé no. Porque Dondinho también fue futbolista. Delantero centro en concreto. Con unas aptitudes más que correctas, pero en una época donde los jugadores apenas percibían remuneración económica, con lo que su familia vivió casi en la pobreza. Confiesa Pelé que muchas noches solo pudo cenar un trozo de pan con medio plátano porque no entraba dinero en la casa de doña Celeste, su madre.
A los siete años, el jovencito Edson se hizo limpiabotas, oficio nada ajeno a grandes futbolistas, recordemos a Cruyff. Fue un estudiante catastrófico: para hacerle callar en clase, Doña Laurinda le llenaba la boca con bolas de papel estrujado o bien le mantenía arrodillado sobre un doloroso saco de judías secas. La maestra tuvo poco éxito, pues Pelé abandonó pronto los estudios aunque los recuperó de mayor hasta conseguir la licenciatura en Educación Física.
Para confeccionar su primer equipo robó un saco de cacahuetes. Con su pandilla acudió a la estación de tren de Bauru y vació un par de sacos. Tostaron los cacahuetes y los vendieron a transeúntes. Con el dinero obtenido compraron camisetas sin mangas y pantalones cortos, pero no les alcanzó para botas, así que su equipo se llamó Los Sin Zapatos. Jugaban en la calle: concretamente entre las calles Sete de Setembro y Rubens Arruda. A la menor oportunidad dejaban ambas calles sin luz a base de balonazos a las farolas, otro homenaje a Edison.
Desde pequeño quiso jugar de 10, por detrás del delantero centro. Siempre le gustó llegar desde atrás y se definió a sí mismo como “centrocampista atacante”. Su padre le enseñó cuatro conceptos esenciales: el golpeo con el empeine, llevar el balón pegado al pie, realizar pasitos muy cortos durante la conducción y amagar con los hombros para driblar a un defensa contrario.
Su primer gran entrenador fue Waldemar de Brito “El Bailarín”, que había jugado con Brasil el Mundial de 1934. Waldemar era hermano de Petronilho, que rivalizara por siempre con Leonidas da Silva “El Diamante negro” como inventor de la “chilena”, especialidad en la que Pelé acabó siendo un maestro. Waldemar resultó fundamental en la carrera de Pelé. No solo le enseñó todo tipo de fundamentos tácticos, sino que hizo de mentor en su pase al Santos desde el pequeño Baquinho de Bauru. La regla para ser un gran futbolista -le inculcó Waldemar- “es controlar el balón con ambos pies, con la cabeza y con el pecho. Trabajar mucho cómo recibir el balón más que cualquier otra cosa”.
A los 15 años fichó por el Santos, aconsejado por Waldemar. Antes había probado el fútbol sala en Baurum, con un equipo llamado Radium, y allí aprendió a que sus gestos técnicos fuesen más veloces que los del rival. En 30 años de carrera futbolística jamás nadie le robó un balón llegando por su espalda: Pelé tenía la habilidad de anticiparse a lo que podía ocurrir. Se sugirió que era porque tenía los ojos muy separados entre sí y podía ver más que el resto e incluso le hicieron exámenes médicos y se comprobó que, en efecto, poseía una gran visión periférica. Una peculiaridad más: desde pequeño padeció sonambulismo.
Han sido cinco los apodos que ha tenido: Dico (el familiar, aún hoy en uso), Gasolina (el primero que le pusieron al llegar a Santos, en homenaje a un cantante), Alemao (en la selección, durante sus inicios), Pelé y O Rei, sinónimo del anterior, surgido a raíz de una portada de la revista Paris Match en 1958 tras el Mundial de Suecia: “Le Roi”. A Edson jamás le gustó el sobrenombre de Pelé y de hecho llegó a pegarse con compañeros para evitar que le llamaran así. El apodo surgió siendo aún muy pequeño. Su padre jugaba en el Vasco de Sao Lourenço y el niño Edson acudía a los entrenamientos. El guardameta del equipo se llamaba José Lino y se apodaba Bilé. Edson aplaudía las acciones del guardameta gritando: “¡Muy bueno, Bilé!”, pero al pronunciarlo con un acento muy cerrado todos entendían Pelé y de ahí le quedó el sobrenombre.
Debutó con el Santos el 7 de septiembre de 1956 frente al Corinthians de Santo André, al que vencieron 7-1. Salió en el segundo tiempo y marcó su primer gol oficial. De hecho, el portero del Corinthians, Valuar, al cabo de un par de años puso en su tarjeta de visita: “El guardameta a quien Pelé marcó su primer gol”. En las instalaciones de Vila Belmiro en Santos, Pelé aprendió kárate y judo para evitar lesiones en las caídas tras cabecear balones. Cabecear fue un arte que dominó con elegancia y eficacia, no en vano saltaba más de 1,80 en altura. Su gran amigo el preparador físico Julio Mazzei siempre dijo de Pelé que tenía condiciones para haber sido un gran decatleta.
Sus cifras fueron aplastantes. Ganó tres Mundiales con Brasil (1958, 62 y 70), disputó 1.367 partidos y sumó 1.283 goles, sin contabilizar un sinnúmero antes de iniciarse con el Santos ni ocho amistosos posteriores a su retirada en 1977. En la temporada 1958 anotó 75 goles, la mayor cifra oficial de la historia (Torpedo Müller sumó 85 en 1972, pero 12 de ellos en una Copa de la Liga de carácter no oficial). De esos 75 tantos, 58 fueron conseguidos en la Liga Paulista (38 partidos), 8 en el campeonato Río-Sao Paulo y 9 con la selección brasileña, entre ellos 6 en el Mundial: el primero (y el más inolvidable para él) en cuartos de final ante País de Gales; un hat trick contra Francia en semifinales que sirvió para que Just Fontaine, máximo goleador de la historia mundialista (13 goles precisamente en 1958) dijera de él: “Cuando vi jugar a Pelé pensé en colgar las botas”; y dos más en la final, el tercero controlando con el pecho dentro del área, haciéndole un sombrero a Gustavsson y marcando de puntapié, y el quinto, ya en el minuto 90, volando sobre dos defensores suecos para cabecear a la red y desmayarse a continuación, lo que mereció la declaración de uno de dichos defensas, Sigge Parking: “Hasta yo quería aplaudirle”. Apenas era un niño de 17 años que celebró el título entre lágrimas imparables.
En 1959 jugó la friolera de 103 partidos con cinco equipos diferentes: Santos, Brasil, Primeras figuras de Sao Paulo, Cuartel y Ejército. Su entrenador militar se llamaba Falcao. Con el Santos protagonizó una hercúlea gira por Europa en la que disputaron 22 partidos en seis semanas, llegando a jugar tres partidos en dos días. En 1961 logró el Gol de Placa en Macaraná. Dribló a 6 jugadores y al portero de Fluminense y el diario “O Esporte” colocó una placa conmemorativa en la puerta del estadio, con lo que desde entonces a los grandes goles se les denomina en Brasil “gol de placa”.
En cierta ocasión arbitró un partido y la lió: fue un encuentro entre árbitros de Sao Paulo y Santos. Expulsó a Olter Ayres de Abreu, el más conocido de Sao Paulo, que a su vez le había expulsado a él dos semanas antes. Tuvo bastantes peripecias con los colegiados. Precisamente en 1961 batió su récord de rachas, sumando 23 goles en seis partidos seguidos, pero le otorgaron uno que no fue, frente al Guaraní de Campinas. El balón no entró pero el árbitro, Joao Etzel Filho, dijo: “¿Saben una cosa? Fue una jugada tan espectacular que voy a dar gol, tanto si ha sido como si no”. Seis años más tarde disputó un amistoso en Bogotá y el árbitro, Guillermo Chato Velásquez, expulsó a Lima del Santos por protestar. Pelé, enfadado, también protestó y asimismo fue expulsado. Se organizó un escándalo mayúsculo, con el estadio en pleno protestando y la decisión final de la policía colombiana fue readmitir a Pelé y expulsar al colegiado…
Resultó varias veces arruinado y estafado por sus socios. En una de sus quiebras, la directiva del Santos tuvo que limpiar sus deudas a cambio de un nuevo contrato. Pelé nunca fue capitán, ni en Santos, ni en Brasil ni en el Cosmos. Decía que ya ejercía suficiente liderazgo en el campo y que era mejor que el brazalete lo llevara otro compañero para así tener dos líderes sobre el césped. Admiraba a Zizinho como el futbolista más brillante de Brasil’50, sin duda el mejor jugador brasileño de la historia en su opinión. Fue íntimo de Garrincha con quien, curiosidad, jamás perdió un partido de selección cuando jugaron juntos, aunque Garrincha no solo volvía loco a los defensas rivales, sino también al propio Pelé.
En 1969 llegaron a detener la guerra entre Biafra y Nigeria a lo largo de dos días para que se pudiera jugar un amistoso del Santos. Durante su estancia en el Cosmos neoyorquino estudió inglés en la escuela Berlitz de Nueva York, coincidiendo a diario con John Lennon, que estudiaba japonés, y Yoko Ono.
Hasta 1973 no logró el que sería su único gol olímpico: ocurrió frente a los Baltimore Bays, en Baltimore, durante una gira con el Santos. Mucho antes había conseguido su famoso gol número 1.000, que estuvo rodeado por todo tipo de ocurrencias. Según el cómputo de la época, su gol 999 resultó ser uno de penalti en Joao Pessoa contra el Bahía. Aunque siempre los lanzaba Carlos Alberto, el público local gritaba enloquecido “¡Pelé, Pelé!” y tuvo que tirarlo. Pero tras marcar ese gol, justo a continuación el portero del Santos, Jair Estevao, fingió una lesión y se retiró. Pelé tuvo que colocarse los guantes y defender la portería del Santos, no en vano era el portero reserva de Brasil y del Santos. Con la selección jugó un partido como guardameta; con el Santos, nada menos que cuatro.
La “Operación Portero” resultó ser una estratagema del Santos para que el gol nº 1.000 tuviera lugar pocos días más tarde y en un escenario legendario: Maracaná, ante cien mil espectadores. Partido contra el Vasco da Gama, 19 de noviembre de 1969, fiesta nacional de la bandera brasileña, Trofeo Roberto Gomes Pedrosa. A las 23,11 horas, el colegiado señala un penalti cometido por René sobre Pelé. El propio O Rei reconocería años más tarde que no fue penalti, sino que se tropezó él solo. Pero lo cierto es que en el minuto 78 de partido se enfrentó al lanzamiento. En portería, Edgardo Gato Andrada. Paradinha de Pelé y gol, aunque Andrada adivinó la dirección y casi lo detuvo. Años más tarde, sin embargo, se contabilizaron de nuevo otros goles y partidos (que incluyen amistosos, giras y militares) comprobándose que ese momento histórico tuvo lugar en realidad siete días antes (12 de noviembre) en un partido que Santos venció al Santa Cruz de Recife por 4-0 con dos goles de Pelé.
Sus 3 mejores goles no fueron gol. Ocurrieron los tres durante el célebre Mundial de México 1970. El primero fue un disparo desde 60 metros contra el meta checoslovaco Viktor, a quien vio adelantado. El balón salió fuera, pero el gesto resultó tan impactante que cuesta creer que no acabara en las mallas. Días más tarde, Pelé remató cabeceó picado contra la meta inglesa, pero desde algún recóndito lugar apareció volando Gordon Banks, planeando de palo a palo para desviar el cuero, en otra acción tan prodigiosa que merece ser contada y que ha sido definida como “la mejor parada de la historia”. Y en el mismo Mundial vimos a Pelé driblar con el cuerpo en el borde del área al meta uruguayo Mazurkiewicz mientras el balón cedido por un compañero corría solo hacia portería. Pelé se deshizo del portero y llegó a rematar, pero sin acertar a gol. Fue la tercera obra de arte en el mismo campeonato: tres no goles que para la leyenda fueron tres golazos.
Su último partido oficial sí tiene fecha: el 1 de octubre de 1977, en Nueva York, ya conquistado el título estadounidense de liga (NASL). Un amistoso final entre sus dos grandes clubes: Cosmos (con Beckenbauer y Chinaglia en sus filas) contra Santos, en el Giants Stadium, con victoria estadounidense por 2-1, con gol de Pelé para el Cosmos en el primer tiempo, aunque no pudo anotar con Santos en la segunda parte. Rodeado de amigos (Waldemar, Bellini, Mauro, Carlos Alberto) y grandes rivales como Bobby Moore, Pelé se retiró entre lágrimas, abrazado a Muhammad Ali, que le dijo: “Ahora hay dos entre los más grandes”.
– Fotos: AFP – AP – Life
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