"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Diciembre de 1991. En la madrileña calle Serrano, muy cerca del cruce con la calle Concha Espina, había un bar llamado El Navarrico donde solían juntarse a desayunar veteranos ilustres del Real Madrid para compartir inquietudes sobre el primer equipo, recordar gestas del pasado y sobre todo charlar mucho de fútbol. Una fría mañana de aquella Navidad del 91 desayunaban allí tres mitos del madridismo: Alfredo Di Stéfano, Enrique Pérez Díaz “Pachín” y Marcos Alonso Imaz, “Marquitos” (q.e.p.d.)
Eran vacaciones de Navidad en el colegio y mi abuelo me dijo que me iba a llevar a desayunar a El Navarrico, que allí había una sorpresa. A mis 12 años me quedé alucinado cuando entré y vi a los tres. Mi abuelo me había hablado mucho de aquel Madrid de finales de los 50 (él fue mecánico de vuelo durante muchos años y voló varias veces con ellos en los viajes europeos), de sus gestas en Europa, de la Intercontinental de 1960 ante Peñarol a doble partido y de muchísimas anécdotas de la época.
No recuerdo bien cuánto tiempo estuvimos allí, pero lo que recuerdo como si fuera ayer es que no pararon de hablar de Paco Gento. Todas las conversaciones futboleras empezaban o concluían en Gento y todos hablaban con un cariño personal y una admiración profesional que impactaba. Gento llegó al Madrid desde su Cantabria natal a los 20 años y 18 después, en 1971, se retiró con la categoría de leyenda y el apodo de La Galerna del Cantábrico.
Su Guarnizo natal presume todos los días de su futbolista más grande. Del Rayo Cantabria pasó al Racing de Santander y enseguida llegó la llamada del Real Madrid, tras la recomendación de Álvaro Bustamante, vicepresidente de la época y cántabro de nacimiento.
Di Stéfano, Pachín y Marquitos coincidían en que su velocidad era impresionante, pero que fue la llegada de Héctor Rial (q.e.p.d), futbolista con el que se entendía a las mil maravillas, lo que catapultó a Gento. A Rial, jugador poco valorado mediáticamente, Juanma Lillo lo define como “creador de extremos” porque esa fue una de sus grandes cualidades: consrtuir campeones con su tiralíneas. Los tres grandes de El Navarrico, en tono de broma, pero con muchísimo respeto, comentaban aquel día que cuando aprendió a frenar fue cuando de verdad Gento marcó las diferencias. Gento mejoró día a día como jugador. El físico lo tenía, pero mejoró muchísimo otros aspectos como el momento de la arrancada, su capacidad para arrancar y frenar en seco, así como sus centros y disparos cruzados.
Los pases de Rial, que era lo que se conocía en la época como un interior finísimo, sobre la carrera de Gento se hicieron habituales, lo que benefició a los dos. Rial se hizo imprescindible en aquel equipo y con él Gento se convirtió en un extremo más completo, más constante y más tenaz, como ha reconocido él mismo en más de una ocasión.
Ocho finales de la Copa de Europa disputadas y seis títulos, con una diferencia de 6 años entre en quinto y el sexto, hablan de la longevidad de un jugador diferente. Su sexta Copa de Europa, liderando un equipo donde todos eran mucho más jóvenes que él, quizá fue el reconocimiento definitivo para un extremo izquierdo maravilloso.
Siempre con el número 11 a la espalda y la voz del inolvidable Matías Prats con las alineaciones de la época terminando con aquel latiguillo con el que recitaba de memoria la delantera formada por Rial, Kopa, Di Stéfano, Puskas y Gento…
En una época, la actual, donde los jugadores son más polivalentes que nunca, la condición física es extraordinaria y resulta cada vez más difícil encuadrar a un jugador como idóneo para una posición determinada, se puede decir que Gento era la definición casi perfecta de lo que se ha conocido toda la vida como un extremo puro.
Disputó dos Mundiales con la selección española, los de Chile en 1962 e Inglaterra en 1966 y además fue convocado por la FIFA para un encuentro que enfrentó a Inglaterra ante una selección ‘Resto del Mundo’ en Wembley en 1963, cuando el prestigio de aquellos partidos era bien distinto al concepto que se tiene de ellos en la actualidad. El destino y un gran Carlos Lapetra (q.e.p.d.), que ocupó su lugar en el once, le privaron de estar en la final ante la extinta URSS en el Bernabéu, cuando España logró la primera Eurocopa de su historia.
De carácter tímido y poco dado al bombo y platillo, Paco Gento no suele prodigarse en actos públicos. Acaba de cumplir 79 años y hasta la fecha ha recibido tres homenajes por parte del Real Madrid, un hecho sin precedentes. Uno cuando aún estaba en activo y dos ya retirado como futbolista profesional, lo que le hace merecedor del calificativo de futbolista universal.
* Alberto López Frau es periodista.
– Fotos: AFP – ABC
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