"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
El pasado día 10 de octubre, la USADA (United States Anti-Doping Agency) hizo público un riguroso y detallado informe de más de 1.000 páginas sobre las actividades dopantes supuestamente desarrolladas por los equipos y el entorno del siete veces campeón del Tour de Francia Lance Armstrong. Parte de la información que aparece en este texto está basada en dichas acusaciones. Cabe recordar de todos modos que, aunque los sucesos que se han desarrollado desde su publicación hacen pensar que la información del informe es cierta, a día de hoy ningún tribunal las ha ratificado.
En octubre de 1996 se le diagnosticó a Lance Armstrong un cáncer testicular en estado avanzado. Los doctores no le dieron más de un 40 % de posibilidades de sobrevivir. Pocas semanas después del diagnóstico se le aplicó cirugía y un tratamiento de quimioterapia distinto al habitual, a petición del mismo Armstrong, ya que el tratamiento base estándar le hubiera destrozado los pulmones y acabado con una carrera ciclista en la que él aún creía.
En 1998 regresó a la competición con el US Postal Team y quedó cuarto en la Vuelta a España, un resultado que él mismo calificó como sorprendente. Pero, según el informe, la realidad era que durante esa época Armstrong ya había empezado a doparse. En el transcurso de la Vuelta empezó a hablar abiertamente del tema con su compañero de equipo Jonathan Vaughters, con quien bromeaba a menudo sobre lo altos que estaban sus niveles de glóbulos rojos. Y es que el dopaje principal que utilizaba Armstrong en esa época era la famosa EPO (eritropoyetina), una hormona que estimula la producción de glóbulos rojos y que, en consecuencia, mejora el rendimiento en actividades de ejercicio aeróbico.
Una noche, mientras Vaughters estaba en la habitación de Armstrong utilizando su portátil, vio como Lance se inyectaba una dosis de EPO. A la sorpresa de Vaughters por su descaro, Armstrong contestó con un “ahora que tu también estás utilizando EPO, no irás a escribir un libro sobre esto”.
Durante los campeonatos del mundo de ese mismo año, Armstrong, Vaughters, Vande Velde (otro corredor del US Postal) y Pedro Celaya (doctor del equipo) se alojaban en el mismo hotel durante la competición. Las habitaciones del equipo confluían en una zona común y, una mañana, un miembro de la UCI (Unión Ciclista Internacional) se presentó allí y montó un control antidopaje. El doctor Celaya se apresuró a ir corriendo hacia su coche y coger una solución salina que consiguió meter en el hotel (escondiéndola debajo de su chaqueta), sin que los miembros de la UCI se dieran cuenta. Acto seguido se la administró a Armstrong por vía intravenosa y consiguió bajar sus niveles de glóbulos rojos a porcentajes razonables que no llamaran la atención a los llamados vampiros de la UCI.
En paralelo a su regreso a la competición, Armstrong fundaba su Lance Armstrong Foundation, una institución cuyo objetivo era la recaudación de fondos para la investigación en la lucha contra el cáncer. El esfuerzo y dedicación a su fundación, junto con el hecho de su victoria contra el cáncer, llamaron la atención en todo el mundo y le empezaron a erigir como emblema de la superación personal. Lance, mientras tanto, hacía de la victoria su obsesión y se imponía una meta clara: demostrar al mundo que no sólo había batido al cáncer, sino que también le había hecho mucho más fuerte.
El 1999 trajo cambios en el US Postal: Johan Bruyneel sustituía a Jonny Weltz como director del equipo y el doctor Luís García del Moral sustituía a Pedro Celaya.
Ahora que Armstrong había juntado un equipo justo a su medida y donde era el líder indiscutible, podía hacer el asalto definitivo al gran objetivo de su vida: el Tour de Francia. Para conseguirlo, sabía que tenía que perfeccionar todas las facetas de su entrenamiento y estrechar su relación con el doctor Michele Ferrari. Ferrari, apodado Schumi en referencia al siete veces campeón de Formula 1 Michael Schumacher, no formaba parte de manera oficial del equipo; era un soporte de Armstrong, un estudioso enfermizo del rendimiento en el deporte que podía ayudarlo a realizar un paso adelante en su carrera. Schumi había inventado un sistema llamado VAT (Velocità Ascencionale Media) que medía la potencia de ascensión a un puerto en función de los kilos de masa corporal. Calculando la potencia de cada ciclista, podía saber si estaba en disposición de acabar la etapa en el pelotón, quedar entre los 20 primeros, quedar entre los 10 primeros o luchar por la victoria en una etapa de alta montaña del Tour.
Partiendo de un físico excepcional, como era el de Armstrong, Ferrari diseñó un plan exhaustivo de dopaje para Lance. Ese plan le colocaba siempre en el margen óptimo de la potencia por kilo de masa corporal y, por lo tanto, siempre en condiciones de ganar las grandes etapas del Tour.
Para preparar su asalto al Tour de Francia, Armstrong recorrió todo su trazado alpino y pirenaico junto a Johan Bruyneel. Aparte de conocer mejor el terreno de primera mano, estar lejos del resto del equipo le hacía menos vulnerable a los controles antidoping. Unas semanas más tarde se unió al entrenamiento la pareja de escaladores que le acompañarían como escuderos en el Tour, el llamado Equipo A, formado por Tyler Hamilton y Kevin Livingston. Lance convenció a sus escaladores de que el único camino para ser competitivos era seguir el plan del doctor Ferrari.
El día antes del inicio del Tour de 1999 se convocó a los participantes a un acto en el que se pesaban delante de los medios de comunicación. Frankie Andreu (miembro del US Postal) detectó, poco antes del inicio del evento, unos moratones en el brazo de Armstrong que eran consecuencia de las inyecciones de EPO. Avisó a Lance y él exclamó: “¡Mierda! Esto no está bien”. Por suerte para él, la fisioterapeuta del equipo, Emma O’Reilly, le proporcionó maquillaje para taparlos.
A principios de ese mismo Tour, Armstrong dio positivo por corticosteroides (hormonas que aceleran la síntesis de la glucosa) en un control antidopaje. Lance y su equipo se inventaron una historia en la que supuestamente se le habría recetado una crema para combatir las llagas causadas por el sillín de la bici. La historia fue creíble para los organizadores del Tour y Lance pedaleó imparable hacía su primera victoria en la ronda gala.
En ese Tour de 1999 las técnicas para esconder el dopaje del equipo US Postal aún no eran tan infalibles como lo serían en el futuro. De todos modos ya se aplicaban las inyecciones de EPO con gran celeridad y el doctor Del Moral se encargaba de eliminar las jeringuillas usadas que los miembros del equipo escondían en latas de refrescos. Por otro lado, para evitar cargar con la EPO en el autobús del equipo, un hombre en moto, apodado motoman, seguía el recorrido del Tour por si el producto que transportaba era necesario en cualquier instante. Aparte de EPO y cortisona, el plan de dopaje del doctor Ferrari incluía Andriol, una testosterona artificial que se aplicaba oralmente mezclada con aceite de oliva. En algunas ocasiones era el mismo Armstrong el que aplicaba directamente a la boca de Tyler Hamilton la mezcla después de las etapas.
El rendimiento de Armstrong en ese Tour fue descomunal; no dejó margen de reacción a sus perseguidores. Pero siempre supo dosificar sus picos de intensidad para no levantar sospechas, una constante en toda su carrera. Nunca se mostró demasiado ambicioso por ganar etapas, sabía que su guerra era de largo recorrido y que era importante tener aliados en todos los equipos. Armstrong puso toda su inteligencia al servicio de un objetivo que no era otro que pasar a la historia.
Para afrontar con garantías el Tour del año 2000 se produjeron cambios importantes en la estrategia de dopaje del US Postal. Debido a la mayor precisión de los instrumentos utilizados por parte de la UCI para la detección de la EPO, el doctor Del Moral y el doctor Ferrari acordaron que se harían transfusiones de sangre entre etapas del Tour para mantener un buen nivel de glóbulos rojos. Esas transfusiones compensarían el hecho de que las dosis de EPO serían más bajas y dejarían de ser administradas por vía subcutánea y pasarían a serlo por vía intravenosa (haciendo su asimilación más rápida y por tanto más difícil su descubrimiento). Al no haber tecnología existente para detectar las transfusiones, la seguridad estaría garantizada. De esta manera, meses antes del Tour, Hamilton, Livingston y Armstrong viajaron a Valencia para extraer la sangre que después se utilizaría en la competición. En Valencia vivían el doctor Del Moral y Pepe Martí (entrenador del equipo y pieza clave de la distribución de sustancias dopantes) y allí, en un hotel, se hicieron las extracciones bajo la atenta supervisión del doctor Ferrari. El 11 de julio, en pleno Tour, la sangre que se les había extraído volvía a entrar en sus cuerpos y los resultados volvían a ser magníficos; Armstrong llegaba un año más como líder a los Campos Elíseos de París.
Ese procedimiento seguiría utilizándose en los Tours venideros. Landis (otro ex compañero de Armstrong en el US Postal) afirmó a la USADA que una vez, en el autocar del equipo, cuando la etapa ya había acabado y se desplazaban al hotel, fingieron un pinchazo o un problema mecánico para hacer las transfusiones en medio de la carretera.
Pero el gran escándalo llegó en el 2001. Durante el Tour de Suiza Lance dio positivo por EPO en un test antidoping. Según explicó a Floyd Landis en el 2002, él mismo y Bruyneel viajaron a la central de la UCI en Aigle, Suiza, y llegaron a un acuerdo económico con la organización para tapar su positivo. Armstrong, además, presumió delante de Hamilton de tener amigos en la empresa que construía el aparato detector de la EPO que le habían contado cómo funcionaba el mecanismo. Semanas más tarde ganaba su tercer Tour de Francia consecutivo.
Desde su entrada en el equipo en 2002, Floyd Landis se convirtió en el protegido de Armstrong. Lance veía que tenía un talento extraordinario y le señaló como su sucesor. A cambio de toda esa dedicación para enseñarle a mejorar, Landis se convertiría en su ayudante en las tareas dopantes. Cuando en 2003 Landis sufrió una lesión que le mantuvo apartado de la bici, se encargó de controlar las bolsas con sangre que Armstrong almacenaba en su piso de Girona. Lance, siempre muy meticuloso, tenía miedo de que algún apagón o avería de la nevera estropeara la sangre.
Otro de los miembros del equipo era David Zabriskie, que entró en el US Postal en 2001. Con 21 años sólo era una promesa en un equipo lleno de veteranos y decidió centrarse en aprender todo lo que pudiera. Sus progresos fueron rápidos y en 2002 quedó quinto en una prueba de prestigio como es la de los Cuatro días de Dunkerque. Pero los inicios de David no fueron fáciles. Su padre era drogadicto y su entorno familiar era un infierno. Desde muy pequeño decidió que la bicicleta iba a ser su profesión; era el entorno en el que se sentía a salvo. Sus salidas le hacían olvidar todo por lo que estaba pasando y poseían un efecto catártico.
En 2003, meses después de su participación en la prueba de Dunkerque, le convocaron a una reunión en Girona en la que estaban presentes Bruyneel, director del equipo, y Luis del Moral, doctor. Zabriskie pensó que sus buenos resultados habían llamado la atención de su director y que tenía planes importantes para él. Bruyneel y Del Moral habían traído una jeringuilla para Zabriskie de un producto “para la recuperación” llamado EPO. En el momento en el que vio de qué se trataba el asunto, David se desmoronó; ser ciclista profesional había sido su sueño desde siempre y ahora se veía envuelto y cómplice del mundo que siempre había odiado. Zabriskie decidió autoengañarse y llegar a creer que sin doparse no llegaría a ser nadie en el pelotón. Esa misma tarde, el doctor Del Moral le inyectaba su primera dosis de EPO. Cuando por la noche David llegó a su apartamento, lloró desconsolado por haber roto un juramento de infancia: nunca iba a tomar drogas como su padre.
Mientras Lance iba encadenando Tours consecutivos, su fundación lanzaba en 2004 una potente campaña para buscar fondos por la lucha contra el cáncer llamada Livestrong (juego de palabras entre el hecho de vivir con fuerza y el apellido de Armstrong). La campaña se basaba en vender unas pulseras amarillas (del mismo tono que el maillot de líder del Tour) al precio de un dólar cada una. Se vendieron 80 millones de pulseras en todo el planeta. No deja de ser paradójico que mientras Lance participaba como agente activo de la probablemente mayor trama de dopaje de la historia del deporte, medio mundo creyera en los valores de superación que transmitía su fundación y llevara con orgullo su famosa pulsera amarilla.
En 2005, y después de su séptimo Tour consecutivo, Lance Armstrong decidió poner fin a su carrera. Pero acabaría siendo una retirada temporal ya que en 2009 regresó a la competición argumentando que estaba harto de las sospechas de dopaje que planeaban sobre él, sobre todo por parte de los medios de comunicación franceses. Quería demostrar su inocencia y que con 37 años aún podía ganar su octavo Tour.
A su regreso al pelotón, la colaboración con el doctor Ferrari seguiría manteniéndose fluida a pesar de haber afirmado en 2004 que no volvería a trabajar con él por las insistentes sospechas que planeaban sobre el italiano. Esa comunicación se haría por medio del hijo de Ferrari a través de email. El informe de la USADA ha revelado algunas de las comunicaciones entre ellos, de las que destacan la exactitud y el conocimiento al detalle de todos los aspectos de la competición que demuestra el doctor Ferrari. Por ejemplo, aconsejándole subir 2mm su bici de contrarreloj y también subir 2mm más la bici de carretera pero sólo para la etapa del Mont Ventoux. Cabe recordar que estas apreciaciones las hacía sólo mirando las imágenes por televisión. Armstrong acabó el Tour del 2009 en tercera posición, una barbaridad teniendo en cuenta que llevaba tres años sin competir y que tenía 37 años. En febrero del 2011 se retiró definitivamente.
Pero la gran pregunta que muchos se hacen es: ¿Cómo logró Armstrong no dar positivo más veces en los controles antidoping? La respuesta es múltiple. Por un lado, cuando no estaba en competición tenía distintas técnicas para evitar las visitas sorpresa de los médicos de la UCI. La primera y más sencilla era no abrirles la puerta y fingir que estaba fuera de casa. La segunda, aprovechando que tenía que avisar de sus planes de viaje a la USADA, cambiaba el destino en el último instante para desorientarlos. Y la tercera, y más sorprendente, era esconderse en un hotel de Puigcerdà donde, por motivos desconocidos, estaba totalmente a salvo.
Durante la competición también tenía distintas técnicas, empezando por un control exhaustivo de todos los niveles detectables por los aparatos, dejándolos siempre en el umbral pero sin llegar a llamar la atención. Con la EPO, como se ha comentado, se optaba por una inyección intravenosa, en vez de subcutánea, que era metabolizada más deprisa y por lo tanto menos detectable, pero también por inyecciones en horario nocturno que hacían imposible la visita de los testers. Por otro lado, Johan Bruyneel, director del equipo, tenía amigos que le avisaban cuando los controles podían tener lugar. Y si todo eso fallaba, entre los corredores se avisaban de que había un control. Así, si alguien había consumido sustancias prohibidas en un espacio cercano en el tiempo, abandonaba la competición.
La parte positiva de toda esta historia es que la aparición de esta trama con todos sus detalles servirá para iniciar una reflexión a fondo sobre cómo debe plantearse el futuro del ciclismo. La exigencia ha aumentado de forma monstruosa durante las últimas décadas y se ha deshumanizado un deporte que, si bien es cierto que siempre ha llevado el cuerpo hasta límites a priori inalcanzables, nunca debería haber caído en manos de profesionales sin escrúpulos capaces de todo para obtener sus resultados.
* Lluc Güell es realizador audiovisual.
– Fotos: Livestrong – AFP – Eurosport
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