"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
El Real Madrid mira a los ojos del Barça y le reta. La mirada del tigre, tantas veces domesticada a contrapié por el domador, resucitada a gritos por la afición blanca. Quizás Mourinho no la escuchó, pero le hizo caso, aunque no debemos menospreciar dos detalles: cuando Capello salía valiente (y también lo hizo alguna vez) los méritos no se le atribuían a él, sino a la autogestión, como bien ha recordado @rubenuria; y no pasemos por alto tampoco que la alineación del 10 de diciembre en el Bernabéu difirió muy poco de la de ayer, poquísimo. Lo que varió fue la intención.
El contexto es decisivo para comprender el desarrollo del partido. Por más advertencias que haga Guardiola y maquillaje que aplique Mourinho, el partido de ida fue el que fue: el Barça sometió al Madrid, que mostró su versión más interista. Las consecuencias son conocidas: sentimiento barcelonista de eliminatoria ganada y enfado madridista por el planteamiento magureguiano de su entrenador. De ahí sólo podía salir un Barça relajado, enamorado de sí mismo, y un Madrid rabioso, herido y febril. De hecho, los tres últimos partidos disputados en el Camp Nou entre ambos (Champions, Supercopa y Copa) han tenido parecido contexto previo y un desenlace similar.
Queda la incógnita de otras ocasiones: ¿Es éste el Madrid que quiere Mourinho? Me refiero a lo futbolístico, no a otros ámbitos. Sin duda alguna, sus jugadores salen reforzados del partido. Pero la declaración final del entrenador afirmando que no había aprendido nada del encuentro, cuanto menos erige una duda razonable sobre la respuesta a la pregunta.
– Foto: Helios de la Rubia (Real Madrid)
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