Han pasado ya varios días desde mi abandono en Berlin, uno de esos días y una de esas pruebas en las cuales tenía la certeza de poder sacar todo lo que llevo dentro, uno de esos días en los que circuito, clima, liebres, grupo y ritmo eran perfectos. Llegaba a la capital germana, como dijo mi buen amigo Miguel Gamonal (al que felicito con todo el cariño del mundo!), “mas fino que una navaja de Albacete”, en menos de 60 kilos y con muchos y buenos kilómetros en las piernas… y una idea, una marca: 2h 10′ y la seguridad de que podía hacerlo, pues mucha gente empujaba desde España y mi estado de forma era óptimo.
Los primeros kms fueron a un ritmo alegre y pasaba el 10.000 a ritmo de 3’02”, un poco más rápido de mi idea inicial, pero ya regulando y “guardando”, a sabiendas de que el maratón empieza a correrse en el kilómetro 30. En una curva, al poco de rebasar los 20, apoyé mal, debido a la irregularidad del asfalto, y noté un pinchazo en el psoas de la pierna derecha, que ya me había estado dando la lata las semanas previas, pero que creía totalmente recuperado… Pasaba la 1/2 maratón a ritmo de 2h 10′, en 1h 04’52” aunque ya con molestias y unos dolores que se intensificaron hasta el punto de tener que pararme en el kilómetro 29. Un “palo” enorme y una sensación: impotencia. Dediqué un verano a llevar una vida de monje, sacrifiqué vida, trabajo y vacaciones por un sueño, por un objetivo, por una ilusión. No sé si habría aguantado a ese ritmo hasta meta (creo que sí), pero de cualquier forma tenía el derecho de sufrir, de llegar a mi límite y dejarme la piel en el asfalto… y, una vez más, me quedo con la sensación de “estar gafado”. Esta prueba es dura, cruel e injusta, pero después de tantos sinsabores no queda otra que seguir, seguir sumando y trabajando para sacar algún día esa carrera que me haga sentirme satisfecho, vacío y lleno a la vez…
Berlín ya es pasado, pero es pasado en lo deportivo… La que debería haber sido la carrera de mi mejor marca, de mi gran apuesta y dedicatoria a la siempre presente y añorada Mari Carmen, pero como ella habría hecho, solo queda mirar al frente, pensar en otra carrera y con la seguridad del que trabaja y lo da todo, tener la motivación y confianza de que en la próxima llegará ese éxito.
Para terminar y como no podía ser de otra forma en uno de mis “pasos por Berlin”, recibo otra marca a fuego… En el 2009 me rompía por todos lados para poder terminar la maraton del Mundial; en el 2011 “resucitaba” como atleta; y en el 2012 vuelvo a creer en el ser humano, en su generosidad y en su bondad…
Me encontraba tirado en cama, dolorido y cojo cuando Alberto Camardiel y Raúl Baltar me invitaban y animaban a acompañar a Maickel Melamed en los últimos kilómetros de su lucha contra la mítica distancia. No me podía imaginar “la que se me venía encima”; me costaba incluso ponerme los pantalones, pero el Espidifén ayudaba y las ganas por ayudar minimizaban los males… Pasaba un rato de charla con los amigos de “La Bolsa del corredor” y tomaba un taxi al hotel de Alberto, Raúl y Antonio Serrano; desde allí nos dirigimos al encuentro de Maickel…
Buf!!! Cuando nos encontramos con él todo cambió. A los pocos metros, mi concepto de héroe ¡cambió por completo! Maickel nunca será un super atleta, nunca batirá un record y puede que nunca levante al público en una grada o tribuna, pero Maickel Melamed levanta espíritus, emociona corazones y llega mucho más profundo que cualquier marca o ritmo sobrehumano. A su lado comprobé que hay personas maravillosas, que no necesitan ser altos, guapos y fuertes para tener toda la admiración, que no necesitan un traje ni un atril para despertar admiración y llegar a la gente; es más, Maickel apenas necesitó hablar para llegarme a lo más profundo del corazón y quedarse en él para siempre.
Yo lucho a diario, entreno y me sacrifico para mejorar, para lograr marcas, para superarme a mi mismo, acudir a campeonatos o simplemente ganar dinero… pero Maickel no, Maickel lo da todo, se vacía y sufre como nadie “solo” para ayudar a los demás, en un ejercicio de sufrimiento y generosidad sin límites. Ese domingo berlinés a su lado, a 18 minutos el Km, crecí como atleta, crecí como ser humano y recuperé la fe y la ilusión en el ser humano. Personas como Maickel me demuestran que si queremos todo es posible; él solito, con una personalidad enorme, con una fuerza indescriptible, hacen pequeño a cualquiera y es curioso que alguien al que la sociedad habría rechazado, se convierta en ejemplo, en inspiración y en espejo, pero así ha sido. Desde ese paso por la Puerta de Brandemburgo a su lado, algo se despertó en mi y todavía no soy capaz de ordenar todo… Makau, Gebre, Mutai, Tergat, El Gerrouj… han despertado y despiertan mi admiración, mi asombro y mi respeto, pero Maickel Melamed ha despertado mi conciencia…
Mi concepto de héroe ha cambiado y puedo decir que hay un antes y un después de conocer a Maickel Melamed.
– Para conocer más sobre Maickel Melamed.
* Pedro Nimo es maratoniano.
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– Fotos: Maickel Melamed – EFE
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