"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
Guardiola no hace concesiones. Su método es tan amable a la vista como fanático en esencia. La operística de su fútbol dulcifica unos resortes de funcionamiento interno muy cercanos a la fiebre y al furor, pero no hay maldad ni vicio alguno: sencillamente es el camino escogido para ganar. El Barcelona de Pep es la obsesión de una idea llevada al extremo, la tenacidad de un método sagrado. Para que funcione hay que seguirlo a rajatabla, ya se llamen Eto’o, Ibrahimovic o Villa. Si Hugo Sánchez mete 50 goles pero Hugo Sánchez no encaja en tu esquema, Hugo Sánchez no tiene sitio.
Bajo el prisma de esa estricta disciplina cuesta un poco entender cómo Pinto le quita el sitio a Valdés en los partidos de Copa del Rey. Es un gesto extrañamente democrático en Pep Guardiola, una concesión incoherente con su manual unívoco. Que Pinto es un buen portero es una obviedad que muchos olvidan mezquinamente, llevados por la apariencia pintoresca de Tao Pai Pai. Nadie se mantiene en el Barcelona cuatro temporadas siendo un jugador mediocre. Esto es tan cierto como que Pinto no puede, ni en la mejor de sus actuaciones, igualar el nivel de Víctor Valdés -segundo mejor portero de España-, y que la diferencia entre uno y otro es sensible. Es por ello que cuesta entender que Guardiola asuma este pequeño hándicap en una competición, la Copa, en la que el Barcelona de los últimos años ha puesto muchos esfuerzos y todas las intenciones.
Las razones para la Excepción Pinto pueden buscarse, seguro, en las dinámicas de grupo. Su ascendencia en el vestuario es notoria. Sólo hay que verlo saltar del banquillo en cada lance o ver su rol en las celebraciones de los títulos. La mejor prueba es comprobar que, contra todo pronóstico, Pinto ha sido renovado una y otra vez por el club. Guardiola sabe perfectamente de la labor de José Manuel en el vestuario del Barça, de su espíritu, de su energía y de la cohesión que propicia entre sus compañeros. Sencillamente se ha hecho imprescindible porque aporta algo que nadie más aporta, al menos no en la misma cantidad ni en la misma calidad. Esa es la clave para la prosperidad profesional: proveer un recurso escaso y valioso. Valdés lo entiende perfectamente y el resto del vestuario también. Pep sacrifica unas décimas de rendimiento futbolístico para transmutarlo en sinergia deportiva global, en inversión tribal que siga apuntalando la receta del éxito: todos a una y en la misma dirección.
Así que el coletudo es de la partida de manera innegociable. Para la excepción que confirma la regla Guardiola es, por supuesto, inflexible: Pinto bajo palos en Copa ya esté el Ajax de Cruyff delante. Aunque pocos ahí fuera confíen en él.
* Carlos Zúmer es periodista. En Twitter: @CarlosZumer
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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