Mi apreciado amigo,
Supongo que compartimos estupefacción ante el incendio, provocado, surgido en el seno del Real Madrid. No faltará quien afirme que se trata de un siniestro anunciado, vista la sequedad de ese bosque (no hagamos juegos de palabras con don Vicente), la falta de trabajo de prevención hacia su maleza y el difícil equilibrio de tan peculiar ecosistema. El caso es que las llamas, claramente avivadas, alcanzan notorias dimensiones y la observación del panorama lleva a creer que algún bombero ataca la delicada situación provisto de lanzallamas. Aquellos polvos de entregar la casa y sus llaves a las exclusivas manos del preparador, prescindiendo de cortafuegos como Valdano o incluso Zidane, han traído como consecuencia este lodazal, este jaleo al que cuesta imaginar coto, a no ser que el City reciba una paliza y se contenga el perímetro de la creciente hoguera.
Aseguran que el vestuario, quebrado entre nacionalidades e intereses distintos, ha perdido fe y confianza en la guía, visto y comprobado el discurso reiterado del ‘gano yo, perdéis vosotros’ con que José Mourinho sazona sus intervenciones ante la prensa. A tan maquiavélico personaje algunos de sus subordinados le han visto ya el plumero y las aviesas intenciones. Cuando un técnico pone su equipo a pies de los caballos, lo señala con ese peculiar dedo que él cree infalible, sólo abre una caja de Pandora de imprevisible evolución. En el Nervión, francamente, no aprecié carencia alguna de actitud, de compromiso o de deseo blanco por ganar. En todo caso, comprobado el peso de tan rutilante plantel, las críticas podrían dirigirse fácilmente hacia la falta de soluciones ideadas e implementadas desde el banquillo, que, básicamente, para eso está. Y no es la primera, ni la segunda vez que ocurre. Sean alternativas trabajadas de largo tiempo, como hallar antídoto a esa debilidad defensiva en jugadas a balón parado, sean decisiones instantáneas a las que te obliga cualquier encuentro en pura evolución para salirte con la tuya, que es la victoria, que es sacar todo el partido de la artillería y recursos a disposición, capaces en este caso de alterar cualquier marcador, por cuesta arriba que se le ponga.
Ya sabes, Martí, de mi sorpresa ante la contumaz tozudez del constructor por tropezar de nuevo en una piedra que, en todo caso, ha variado peso y condición. Si en su primer mandato Florentino Pérez acabó confesando que había mimado en exceso a los galácticos, con el riesgo fatal que tal medida conllevó, vamos camino hoy de verle reconocer que nunca debes meter todos los huevos en la misma cesta, aunque tal continente atienda por Mourinho y se presente como la quintaesencia del fútbol moderno, la respuesta acertada a cualquier enigma planteado. El Madrid lo tenía absolutamente todo a favor para iniciar la defensa de su reinado liguero de manera plácida, pero ha optado por el incendio y la nitroglicerina. Podríamos afirmar que CR7 prendió la yesca y que viejos contenciosos sin resolver, de carácter altamente explosivo, han acabado por armar la marimorena. Entre esas antiguas cuentas, la escasa cohesión general del colectivo, dividido a base de representados, protegidos y beneficiados o perjudicados por peregrinas razones que no resisten bajo el escrutinio de la lógica, ni, por supuesto, atienden al bien común. A lo largo de dos cursos extenuantes, repletos de pugnas, roces y desgastes externos e internalizados, Mourinho ha tensado la cuerda de tal manera que la fricción ha terminado por encender chispas.
Supongo que a cualquier jugador le encanta disponer de un entrenador que le proponga las suficientes variantes para superar los obstáculos del camino y el colectivo cree en aquel que le desbroza la ruta de problemas, distracciones o pegas. Quien le culpabiliza públicamente de fiascos no puede obtener beneficios del plantel subordinado si antes no les ha abierto los ojos y subsanado las puntuales carencias. Están hoy a ocho puntos del liderazgo porque no han afinado el discurrir de tan formidable maquinaria, no han resuelto tensiones latentes e, internamente, se huelen la tostada con reacción harto contestataria. Con tanta calidad, con tamaña inversión, 100 puntos y 121 goles, la continuidad del éxito resulta plausible siempre que todas las cabezas y los talentos marchen al unísono, pero si no ven apoyo y alternativas cuando se inflama la tensión, aparecen las dudas, los hastíos, el memorial de agravios en carne viva.
Sólo Mourinho puede ejercer hoy de apagafuegos, Martí, para extinguir ese fuego que él como nadie ha contribuido a crear. Lo puede hacer desde el trabajo y la modestia, acotando el percance y sin que el terreno quemado alcance dimensión de tragedia, pero permíteme dudar de ello. Le pagan también para eso, aunque su desbocado narcisismo, su nula tendencia a la contrición y corrección, la falta de la imprescindible humildad para hallar soluciones que nunca antes apareció en sus actos, hacen temer que esto queme, queme y vaya quemando hasta que el responsable último del patrimonio en riesgo llegue a la conclusión de que, con él al mando técnico, sólo cabe esperar más leña, mayor riesgo y pérdidas. Y todo puede resultar increíblemente rápido, para estupefacción del auditorio. Al final del camino, si esto sigue así, acabaremos por ver en marcha aquello tan tópico de cargarse a uno en lugar de hacerlo con todo el vestuario, que, en este caso, poca vela ha tenido en el entierro. En todo caso, se han dado cuenta que Mourinho no es tan bueno como cree, ni les defiende, ni les saca todo el potencial del que son capaces. La cerilla se encendió cuando le entregaron bienes y hacienda sin ningún tipo de condiciones. Ahora, esto no lo arregla ni Mendes, ni el lobby portugués, ni la trinchera española. O lo soluciona Florentino cuando vea que su segunda época corre riesgo de quedar en entredicho o Mourinho puede hacerse un hara-kiri oportunista y falso, llenarse de arbitrarias razones y salir por piernas de Chamartín denunciando que le han hecho la cama. De cualquier manera, una sinrazón exagerada, un incendio desmedido que no habría arrancado de mediar las mínimas precauciones argumentadas.
Esto del fútbol, querido Martí, que no dejará nunca de sorprendernos. Un abrazo y buena semana.
Poblenou, 17 septiembre 2012
* Frederic Porta es escritor y periodista. En Twitter: @fredericporta
– Foto: EFE
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