Mientras Mirus Yifter realizaba una remontada antológica en la última vuelta de la final de los 10.000 metros de los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, un niño de siete años de Asella, Etiopía, escuchaba pegado a una pequeña radio la carrera que llevó a Yifter a ganar su segundo oro olímpico. Lo hacía a escondidas, mirando la puerta constantemente por si se acercaban sus padres.
El pequeño Haile Gebrselassie sabía que la radio sólo se utilizaba para escuchar noticiarios; la música y el deporte eran distracciones inútiles. Pero a pesar de ello él sólo soñaba con ser como Mirus Yifter. Pasaba horas imaginando como sería el aspecto de su ídolo. En su humilde cabaña, como no había ni televisión ni acceso a periódicos, él creía que sería alto y fuerte, más que el resto de los mortales. Si había conseguido ganar el oro tenía que ser distinto por fuerza.
Haile vivía a 10 kilómetros de su escuela. Al no haber ningún modo motorizado para desplazarse hasta allí, cada día corría esa distancia de ida y vuelta, con los pies descalzos y los libros bajo el brazo izquierdo. Siempre tuvo claro que el atletismo iba a ser su profesión, pero su padre prefería que siguiera la tradición de pastorear cabras igual que sus ocho hermanos. De este modo, correr se convirtió en algo furtivo y secreto; se levantaba antes que nadie para entrenar. Cuando su padre sospechaba que estaba perdiendo el tiempo con el deporte, Haile se esforzaba en ayudarle más con el rebaño para que estuviera contento e hiciera la vista gorda. Con los años, y viendo que no tenía rival en todas las competiciones en las que participaba, su padre acabó por aceptar que su hijo había nacido para correr.
Con doce años se puso sus primeras zapatillas deportivas. “Si miras mis pies, te darás cuenta que parecen zapatos”, respondía a todos los que le preguntaban cómo había conseguido correr descalzo tanto tiempo.
Haile sabía que su caso no era el primero ni iba a ser el último. Abebe Bikila era el atleta más admirado en Etiopía mucho antes que su idolatrado Mirus Yifter. Pero igual que Yifter, no lo había tenido nada fácil. Bikila consiguió participar en los Juegos Olímpicos de Roma 1960 gracias a la lesión en el último instante de un compañero del equipo etíope. Subió al avión hacia la capital italiana en el último suspiro. Cuando llegó allí, la marca que esponsorizaba el equipo se dió cuenta que no tenía zapatillas de su talla. Entonces Bikila decidió correr descalzo, como había hecho toda su vida. Ese chico, suplente y desconocido por todos, salió a correr el maratón y voló por las calles de Roma hasta colgarse el primer oro olímpico de un atleta subsahariano en toda la historia. Cuando después de la carrera le preguntaron por qué no corrió con zapatillas, aunque fueran de otra marca, Bikila respondió que quería que el mundo supiera que su país, Etiopía, siempre había ganado con heroísmo y determinación y que él no iba a ser distinto. Miles de personas le recibieron días más tarde en Addis Abeba.
Treinta años después de aquel suceso, a Haile Gebrselassie Etiopía se le quedó pequeña y empezó a competir internacionalmente. En 1992, con 19 años, se convirtió en campeón mundial júnior de 5.000 y 10.000 metros. Un año más tarde ganó el Mundial absoluto en 10.000 metros y quedó segundo en el 5.000. En los tres siguientes mundiales ganó la prueba del 10.000. En Atlanta 1996 y Sydney 2000 se colgó el oro en la misma especialidad, disputando unas finales contra Paul Tergat que son de lo más memorable que se recuerda en unos Juegos Olímpicos. Sobre todo la de Sidney 2000, donde remontó en la última vuelta, emulando a Yfter, y ganó por sólo 9 centésimas, menos margen que en la final de los 100 metros lisos.
Pero sus proezas no acaban ahí. Haile Gebrselassie ha sido plusmarquista mundial en las pruebas de 5.000, 10.000 y Maratón; de 2.000, 3.000, 5.000 metros y Dos Millas indoor; de 10, 15, 20, 25 y 30 kilómetros y 10 Millas en carretera, así como de Media Maratón y Una Hora. Desde 2005, compite en la prueba de Maratón, donde consiguió el récord del mundo en Berlín 2008. Su versatilidad no tiene referentes anteriores en el mundo del atletismo, pero su solidaridad tampoco. Cuando Haile empezó a ganar dinero, a diferencia de muchos deportistas de élite, decidió seguir viviendo en su país. Lleva muchísimos años invirtiendo en recursos para construir escuelas y hospitales. Y con Nelson Mandela como referencia, insinúa que su futuro puede estar ligado a la política. Pero eso no llegará hasta que sus piernas digan basta. Con 39 años oficiales (hay voces que le otorgan 43) y sin haber conseguido la marca mínima para estar en el Maratón de Londres 2012, Haile ya ha anunciado que se preparará al máximo para estar en Río 2016. Lo hará con su eterna sonrisa en la cara, saliendo como cada mañana desde hace 30 años a correr, habiendo comido una tostada y una taza de té, y con el brazo izquierdo aún encogido sujetando con fuerza esos libros escolares que ya no están, pero que siempre le recordarán de dónde viene y a dónde va.
* Lluc Güell es realizador audiovisual. En Twitter: @llucgfleck
– Fotos: El Nuevo Día
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