Querido Fede,
Me place verte de nuevo por estos parajes, con tu prolífica pluma a la que siempre tardo más de lo que debiera en responder. Me hablas del ombligo triste, lo que me lleva a recordar que para vivir con el ego colmado a menudo transformamos la vida en un colmado de egos. Si me admites la broma, ¿qué será de nuestro ego cuando hayamos muerto? ¿Dónde va el ego cuando mueres? ¿Existe un cementerio de egos? Sin ponernos tan tétricos, ¿hay una lista Forbes de egos? Debiera haberla. Y que le den un premio al ganador de cada año. Habría bofetadas, visto lo visto, para subir al podio.
No creas que estamos demasiado lejos de semejante precipicio. Ya hay premios para casi todo, sin importar mucho las razones. Los recientes premios principescos nos lo han recordado y se viene ahora un alud de galardones. A medida que se acerque el final de este pervertido 2012 llegará la catarata de premios. ¿Qué se premia? No importa. Lo que importa es entregar un premio a algún deportista. Ahora mismo ya casi es más importante la lista de premios que la de los resultados, lo que no deja de tener cierto sentido: es más fácil ganar un premio que conquistar un torneo o batir un récord. No estoy bromeando Fede, de verdad que no. Fíjate en algunos historiales de deportistas: algunos tienen más premios que resultados. Comprenderás mi animadversión hacia esta nueva faceta del deporte: prefiero a los competidores antes que a los premiados, pero el mundo gira en dirección contraria a como me gustaría. Sin duda, el equivocado soy yo.
Compruebo que te irrita el proceso de obsolescencia planificada de los futbolistas. En esto, el mundo del fútbol también es precursor. El aficionado y el periodista se aburren del futbolista. Da igual que sea de casa o de fuera: se aburre. La cuestión es: ¿Qué fichamos este año? No importa demasiado que el curso anterior resultara prodigioso. Lo que importa es cambiar algunos rostros: nos aburrimos de todo y de todos. Imagino que el genio que inventó la obsolescencia programada a mediados del siglo pasado debió advertir este proceso en las páginas deportivas de los periódicos. Visualizó que lo más placentero era cambiar de futbolistas como quien se cambia de camisa: nos hemos aburrido de esta camisa, adiós y a por otra. Y ese genio, Brooks Stevens se llamaba, lo implantó en la industria y desde ese día pues ya sabes, las lavadoras duran lo que duran y los ordenadores y las neveras y todo aparato viviente ya está programado para ser sustituido en unos pocos meses. Bueno, la industria no es tonta y eso de fabricar un producto para que dure mucho es un contrasentido. Mejor que se estropee pronto y no fabriquemos recambios, así habrá que comprar otro nuevo. Eso dicen que lo inventó Brooks, pero en realidad fue un tribunero de los años 20 quien tuvo la primera idea, te lo aseguro.
No me extiendo más, querido amigo, pero no puedo despedirme sin dejarte dos notas al pie para que en otra misiva podamos explayarnos al respecto. La primera es el papel de camareros que tenemos asignado los periodistas. Eso está bien para el ego. Cuando Cristiano Ronaldo dice eso de “¿queréis que hable?” suena como el chasquido con los dedos cuando llamas al camarero: “Joven, unas aceitunas, por favor”. Joven, aquí unas declaraciones. Eso somos: camareros. No deberíamos tomárnoslo mal. Al contrario. Llevar la bandeja y servir unas aceitunas es un trabajo muy digno. Aceptémoslo.
La otra nota es sobre Anna Tarrés y su destitución en la exitosa natación sincronizada. Otelo on fire y bastante de Macbeth. Una larga historia de callos pisados, envidias reconcomidas, núcleos cerrados, celos y venganzas. De nuevo los egos por colmar, el ombligo y la espada. Los premios y los celos, la traición y el veneno, ya lo dejó escrito don William. La vida misma, Fede, la vida misma. El deporte es la vida misma pero en pantalón corto.
Eurovegas, 7 de septiembre de 2012
– Tristeza líquida / Frederic Porta
– Los Tours de Poulidor / Frederic Porta
– Imagen: Orson Wells y Andrea Nouryeh en “Macbeth”
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