Cuando Mourinho llegó, Pepe ya estaba ahí. Y ya había perpetrado alguna barbaridad muy gorda. Así que no puede ni debe cargarse en el balance del entrenador lo que es responsabilidad exclusiva del futbolista.
Si acaso, la institución es la responsable de haber decidido la continuidad del jugador tras su agresión a Casquero en 2009. Lo de ahora no es peor, ni mucho menos, aunque en estos 20 meses transcurridos el central portugués ha acumulado episodios de agresividad gratuita que le han convertido en un sospechoso perpetuo. Sospechoso que alimenta su mala fama con nuevas agresiones.
En el Madrid de Raúl y Butragueño, de Gento y Di Stéfano, de Velázquez y Amancio, no parece tener cabida cómoda, pero la institución es libre y soberana para decidir lo que le parezca mejor, sin que debamos inmiscuirnos en ello. Lo que no quita para que creamos que Pepe ha sido, es y será un problema.
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