"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Supercopa España 2012 / Fútbol 2012-2013 / Fútbol
1.- Todos clausurados, condicionados y apesadumbrados por el nivel físico. O, tal vez, no exhibiendo las cartas para lo que queda de temporada. La cuestión es que el partido se presentó de una manera extraña. Mourinho, conocedor del déficit de su equipo, no quiso disputar la posesión y, por tanto, sobreesforzar a sus jugadores. Desde el principio, el Real Madrid cedií para volar. Aunque fueron demasiados metros. Se ordenó bien, concedió poco y ahí aparece Callejón, que formó un extraño 4-3-3 replegado para cerrar a Adriano; con Xabi acudiendo a a las ayudas al perfil izquierdo, donde Coentrão sobrevivía a Alves.
2.- En esta situación, el Barça domina, toca, pero no hiere porque se atora en su horizontalización del carril central y no termina de ser profundo. El espacio en el centro existe pero Özil-Benzema cierran con timidez el inicio de la jugada, donde Xavi y Busquets permutan la posición cual doble pivote. Los de Tito atrofian el orden del Real Madrid cuando se saltan un peldaño de la escalera y huyen de la aparición en tres cuartos; cuando el balón corre más metros de lo normal. Es un contexto que aparece poco y, por tanto, el Real Madrid no lo domina (vs. Barça), se siente incómodo y llega desordenado a atender la segunda línea mientras mira a Casillas cara a cara. No sucede con frecuencia porque el Barça quiere el balón, el orden, y no el caos o el riesgo. A sabiendas también de que cualquier vértigo puede resultar contraproducente.
3.- La segunda parte cambió radicalmente la escena. Y el mencionado Xavi-Busquets volvió a tener parte importante de la culpa. Tito observó que el Barça no se asociaba por dentro. Messi dio un paso atrás y Xavi uno adelante. Ocurrió aquí que, el Barça, sin voluntad aparente, se verticalizó. Llegó con más jugadores, con más hambre, pero ofreció más metros y más ventajas al Real Madrid, que se lo creyó antes y después del 1-1 (coetáneo al 0-1).
4.- El peso del juego del Barça avanzó metros y Xavi apareció en la zona de influencia real, donde se admite ese riesgo vertical, que, a estas alturas, se está convirtiendo en costumbre más que en recurso. Y no sabemos hasta qué punto conviene a Vilanova esta situación en la que el Barça comienza a quitarse la ropa ante la previsible oportunidad de que la chica se vaya con otro. Aquí, en este contexto, el Real Madrid avanza más su línea de presión y sucede: ir y venir, abrir y cerrar.
5.- En ese baile es vital Busquets. E Iniesta, que lee en el césped la partitura que requiere el partido. Anticipa el futuro y decide parar el ritmo para dominar, cerrar, asentar y acelerar muy cerca. Y Busquets, el artista de un toque y máximo dos. El jugador que se viste de jefe natural de la base de la jugada para que todo fluya. Barça líquido. Con él, el ‘tempo’, el ritmo, la pausa.
6.- Cerca del final, el Real Madrid toma aire, da el pequeño paso atrás y se encuentra con otro gol en contra. Aprieta, encima el área contraria y alcanza a llegar. Recupera sin demasiados metros por delante, pero ya está Higuaín, que, sin olfato, disgrega, no juega bien, y tampoco está (ni apenas estuvo) Özil. Cristiano-Higuaín-Di María son embarcaciones para navegar con mar, mucho mar por delante. Y se parte. Medio equipo presiona, medio aguarda para que los jugadores del espacio del Barça no lo ataquen, sino que estén. En el lugar en el que Iniesta recibe, se cose el balón al pie, relaciona la habilidad de conducir con profesar amor al balón y le obsequia parando el tiempo un pase a Xavi en su versión llegadora, física, potente, hambrienta.
y 7.- Dos partituras en una, deficiencias propias del 23 de agosto, fecha en la que es imposible correr detrás del balón con notable intensidad más allá de 30 minutos y exhibir ligereza de movimientos. Aprobaron con nota ambos, incluido Valdés, representación máxima de la filosofía Barça. Jugar así conlleva cierto riesgo que se convierte en penalización mínima cuando se compara con la incuestionable ventaja que supone tener un portero como Valdés, el primer iniciador, el que comienza a ponerle la ropa al equipo. Porque, parafraseando al ilustrado Conde de Chesterfield, el pensamiento, como el estilo, se presenta mejor bien vestido.
* Fran Alameda es periodista. En Twitter: @Fran_Alameda
– Fotos: AP
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