Incluso alguien con penosas dotes de adivinación como un servidor probablemente acierte al pensar que Leo Messi volverá a ser el amo del gol. Mejor no pronostiquemos cifras, no sea que las supere con amplitud olímpica y ridiculice nuestros cálculos como hizo el curso pasado: treinta, cuarenta, más tarde cincuenta y sesenta, para acabar dejando atrás incluso al Torpedo Müller. Dado que su límite lo marca Buzz Lightyear, no nos limitaremos al infinito, sino más allá. En su contra figurarán los enésimos antídotos que le preparan para detenerlo, menguarlo o, cuando menos, limitar los daños que provoca su magia. En estos años hemos visto antídotos de todo tipo: agresivos, violentos, flotantes, acumulativos, deslizantes, fijos, móviles y mediopensionistas. La mayoría han dado como resultado motivar aún más a Messi para incrementar su producción goleadora.
Cristiano Ronaldo es una de sus mayores motivaciones, por más que Messi aparente no saber de qué le hablan cuando le hablan del portugués. Cristiano es un goleador formidable, el único capaz de llevar contra las cuerdas las cifras de Messi. Posee tantas cualidades como delantero que no habría adjetivos para calificarle… si no fuese porque Messi los acaparó antes todos. Cuanto más aprieta Cristiano -y aprieta mucho- más ligero se siente Messi, que parece ampliar sus alas a cada gol del portugués.
Barça y Madrid son mucho más que ellos dos aunque las apariencias focalicen casi todo el análisis en esta extraña pareja. El curso permitirá responder un montón de preguntas que quedaron pendientes. En el Madrid, conocer si su fiereza imbuida de espíritu gladiador es suficiente para superar también el reto europeo; si la sobriedad de Arbeloa bastará para fortificar el costado derecho; si Özil adquiere la regularidad en la excelencia de la que careció; si Khedira se convierte en el de la Eurocopa o prosigue en la oscuridad; y si Xabi Alonso puede continuar siendo el Quarterback del centro del campo y no padece altibajos que martirizan gravemente a su equipo.
Por la novedad en el banquillo, el Barça se enfrenta a mayores preguntas, no en vano enfrenta una situación inédita en los últimos años: empezar el Campeonato sin ser el campeón. Y sin Pep, que no es poco. Están los mismos de los cursos recientes, lo que garantiza modelo de juego y forma de afrontar los partidos, pero quedaron muchos interrogantes por contestar, como perfeccionar el modo de quebrar barreras tipo Chelsea; conseguir que Cesc se acerque a Busquets sin alejarse de Messi; que Iniesta incremente su liderazgo emocional y presencial a niveles de Selección; la recuperación física de Puyol y la competitiva de Piqué; la dosificación inteligente de Xavi; las incertidumbres en el retorno de Villa; el relevo de Keita en su esfuerzo oscuro; la gestión de los recursos dado que volverá a ser otra temporada con dos partidos semanales, sinónimo de fatiga mental (más que física), problema mayúsculo en aquella semana «trágica» de Chelsea y Madrid; y, en fin, la orientación de todas las energías colectivas en pos de no quedarse nuevamente pasmados mirando cómo resuelve Messi los problemas.
Pero ningún interrogante como la sustitución de Pep, quizás la gran cuestión. ¿Confianza en Tito? Toda. Pero Tito ha de hacer su camino, construirlo desde el primer paso, marcar su propia línea, cometer sus errores y corregirlos; levantar, en definitiva, su propio equipo. Tarea compleja, posiblemente ingrata en lo mediático, y que exigirá mucha «finezza»: Tito ha de conseguir hacer su camino al margen de la presión histórica de Pep, pero dándole todo el valor histórico a lo conseguido por Pep. Como hacer una tortilla sin romper los huevos, con todos nosotros mirando al cocinero y aconsejándole cómo hacerlo. Además de responder preguntas, Tito necesita a la suerte por aliada.
– Foto: Reuters
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