"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Fútbol 2011-2012 / Eurocopa 2012 / Selecciones
En vísperas de los cuartos de final, enmarco en siete aspectos concretos la situación de la Selección española.
La apuesta del seleccionador por el juego posicional es irrefutable. Podemos descubrir matices poco ortodoxos y apuntar detalles que quizás, y sólo quizás, no domina como otros técnicos más especializados en dicho modelo de juego. Pero Del Bosque no es sospechoso de quebrar el estilo implantado en la selección desde antes de la Eurocopa 2008.
En los tres partidos disputados, la Selección ha priorizado la salida por banda izquierda, dado que ha encontrado una asociación fluida y exitosa entre Xabi Alonso, Jordi Alba y Andrés Iniesta. Este trio se junta y progresa con acierto y facilidad, provocando una basculación extrema en los rivales que desemboca casi siempre en el otro costado, donde Arbeloa y Silva están más liberados, pero se asocian peor, posiblemente por dos razones: la menor capacidad de Arbeloa en el control técnico del balón y la tendencia de Silva a irse individualmente en diagonal hacia dentro. En cualquier caso, ese triángulo de salida por la izquierda es una mina que conviene explotar, al igual que la liberación de espacios por la derecha que ello supone. La fotografía superior (de Eduardo Ustariz) ilustra a la perfección por dónde transita el juego español.
Los resultados obtenidos en los tres encuentros son magníficos aunque han influido poderosamente en el aroma que ha desprendido el equipo. Posiblemente, el mejor resultado (4-0 contra Irlanda) se corresponde con el partido menos interesante, mientras el peor resultado (1-1 ante Italia) lo haga con la propuesta más importante, la del segundo tiempo frente a la azzurra, un monumento al juego posicional español.
Llegados a este punto, recordamos que un torneo como la Eurocopa, más peliagudo que un Mundial en la fase de grupos por la mayor dureza de los rivales, exige buena gestión del colectivo y las emociones y se ve salpicado siempre de altibajos. Es imprescindible gestionarlos y crecer a medida que se empina el camino. La Eurocopa no es cómo se empieza, ni siquiera cómo se llega al punto intermedio, sino cómo se crece partido a partido. Y en esta materia, Del Bosque es un hombre fiable.
El seleccionador croata Slaven Bilic es quien mejor ha frenado al equipo español. Para ello aplicó dos medidas: la implantación del doble lateral Vida+Srna en su banda derecha y la vigilancia personal de Prajnic sobre Silva en el otro costado. Así, jugando con dos laterales (Srna y Prajnic) ubicados en la segunda línea logró entorpecer la salida natural española por izquierda. Cuanto más insistía España a partir de Alonso-Alba-Iniesta, más cerraba Croacia ese carril con sus dos laterales superpuestos y la ayuda de los restantes mediocentros o centrales, de ahí las fotografías captadas con Iniesta completamente rodeado.
Esta hipervigilancia inclinaba el campo de manera extraordinaria, vaciándolo en el otro costado, donde Arbeloa era el auténtico y permanente hombre libre del equipo español, pero con enormes dificultades para avanzar, dado que Prajnic apenas dejaba suelto a Silva. De hecho, Croacia se “suicidó” cuando retiró del campo a Vida y Prajnic, lo que permitió que respirasen Iniesta y Cesc, sustituto de Silva.
No cabe la ingenuidad de pensar que el seleccionador francés, Laurent Blanc, no habrá estudiado y aprendido este movimiento defensivo de Slaven Bilic.
Un club y no una selección. Eso es el equipo de Vicente del Bosque, para lo bueno y para lo menos bueno. En momentos de agobio sobre el terreno de juego, todo el mundo recuerda a los ausentes o mira al banquillo, salvo Del Bosque, que mira al campo y busca soluciones. Por cierto, acostumbra a encontrarlas.
El seleccionador ha construido un equipo en el que, posiblemente, falten algunos excelentes jugadores, quizás mejores individualmente que algunos de los presentes. Pero es “su” equipo, cree en él y lo gestiona como un club, lejos de criterios obsoletos de otras épocas nefastas. Este factor es parte del éxito obtenido en el tránsito Luis Aragonés-Del Bosque, que habría podido ser calamitoso y se convirtió en continuadamente triunfal. Reclamar, a estas alturas, que el seleccionador cambie su enfoque de juego, su modo de gestionar los partidos o los nombres de los titulares ya solo es un ejercicio de melancolía.
En 2008 era un outsider en busca de un estilo de juego. En 2010, tras el batacazo en la Copa Confederaciones del año anterior, era un estudiante aventajado con todas las asignaturas por aprobar. Las aprobó todas, con mención sobresaliente en competitividad y gestión emocional. En 2012 es la estatua a derribar, un equipo responsabilizado, y exigido incluso, de aportar alegría a un país destruido por sí mismo y sus presuntos líderes.
En el deporte no hay nada más duro que volver a ganar tras haber ganado. La Selección ya no es ese equipo agradable a la vista pero irremediablemente condenado a caer en cuartos al que todos decían temer, pero ninguno quería evitar. Hoy es un jabato colosal al que descoyuntar como sea, probando antídotos, tendiéndole trampas, cortando todos sus suministros. Es totalmente distinto ser el gran favorito a llegar de tapadillo como un candidato a nada. Totalmente distinto. Pero hoy es un competidor fenomenal, extraordinario, posiblemente el mejor competidor.
La inmadurez y la banalidad, dos características muy españolas, se han adueñado del entorno de la Selección, sometida a juicio sumarísimo por el simple hecho de respirar. Nunca como ahora se había percibido la profundidad del desconocimiento general sobre el juego de posición y sus arcanos. Cabe preguntarse de qué han servido cuatro años de éxitos excepcionales de la Selección si su modelo de juego resulta tan lejano e incomprensible para tanta gente, que sigue preguntándose porqué juega Navas si no hay un rematador de cabeza, cuando Navas no juega para centrar balones sino para abrir el campo a lo ancho y profundo.
Pocas definiciones tan simpáticas y expresivas como la del “tiqui taca” han resultado tan perversas. Bienaventurados aquellos que al juego de posición le llaman juego de posesión, pues por lo menos parecen aproximarse. Pero convertir un modelo de juego construido, ampliamente detallado y definido hasta la sofisticación en la banalidad del “toque toque” es no haber comprendido absolutamente nada. ¿Qué se puede analizar a partir de semejante desconocimiento?
El enemigo de la verdad no es la mentira, sino el mito. En la Eurocopa 2008, donde el recuerdo dice que todo fue plácido y dulce, la Selección llegó al minuto 92 de su segundo partido empatando con Suecia, equipo que no pasaría a cuartos. ¡Al minuto 92! Ese empate podría haber complicado mucho la calificación española y obligado a un tercer encuentro durísimo contra Grecia, la vigente campeona en aquel momento. Pero apareció David Villa y marcó el gol del triunfo en el minuto 92. Claro, lo hemos olvidado, pero sucedió. Al igual que en el 88′ del tercer encuentro apareció Dani Güiza y quebró el empate con los griegos. El recuerdo dice que se ganaron los tres partidos, pero no dice cómo, al igual que se olvida la sangrante ausencia de Andrea Pirlo en la formación italiana a la que no se consigue vencer en cuartos, pero se la elimina en los penalties.
¿Hace falta hablar del sufrimiento extremo en el Mundial 2010, donde no hubo ni un segundo de respiro? España no ha ganado nada desde la placidez. Sus dos grandes triunfos se han construido a partir del sufrimiento y la competitividad extrema, cerrando la portería, reduciendo el peligro y congelando el tiempo cuando era menester. Las dos exhibiciones de 2008 ante Rusia no pueden ocultar la realidad de otros diez partidos sufridos, trabajados, terriblemente duros y ajustados que son los que permitieron alzarse con estos dos grandes éxitos. ¿Por qué esta Eurocopa iba a ser diferente?
– Fotos: Eduardo Ustariz – Reuters – EFE
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