Albert Einstein y Niels Bohr en 1930
Parecen dos conceptos muy alejados, difíciles de conjugar, pero ciencia y fútbol confluyeron con mucha intensidad en el seno de una misma familia a caballo entre los siglos XIX y XX. Para conocer su historia debemos ir hasta Dinamarca, donde los Bohr son patrimonio nacional por sus excepcionales éxitos deportivos y sobre todo científicos. El mundo les debe grandes logros, aunque muchas veces nadie se acuerde de ellos.
Christian Bohr fue quien lo empezó todo. Catedrático de fisiología en la Universidad de Copenhague, estuvo a punto de ganar el Nobel por sus trabajos pioneros sobre la química del sistema respiratorio. Era, además, un gran amante de la cultura inglesa, de la que adquirió su pasión por el fútbol.
En el papel de misionero en la propagación de este deporte por Dinamarca fundó en 1889 el equipo de la Real Academia Danesa de Ciencias y Letras, el popular AB (Akademiske Boldklub). El club, en un principio, solo admitía a universitarios y fue el gran dominador de los inicios del fútbol danés. Actualmente se mantiene en Segunda División.
El patriarca de los Bohr se había casado con Ellen Adler, hija de un acaudalado comerciante y político judío. Tuvieron tres hijos, una niña y dos niños, a los que llamaron Jenny, Niels y Harald. Hombre de ideas liberales y muy preocupado porque sus vástagos recibieran una educación integral, Christian Bohr siempre les estimuló no solo las habilidades más intelectuales sino también las deportivas.
Los tres pequeños se criaron en un hogar culto, expuestos al mundo de las ideas y del debate. Juntos aprendieron a respetar la búsqueda del conocimiento, la comprensión del universo… y el fútbol. Los dos chicos fueron los que más compaginaron estas actividades.
En su época escolar, Niels era un joven callado y tímido que hablaba de forma titubeante. Era un alumno aventajado, aunque no brillante, y capaz de usar la fuerza bruta si no se podía evitar una pelea. No tardó en ser conocido por su testarudez y por su habilidad para los deportes. Se interesó por la ciencia y por el fútbol. En el laboratorio combinaba talento y habilidad con una gran capacidad para destrozar tubos de ensayo.
Junto a su hermano Harald, un año y medio menor, crearon una gran sociedad en el Gammelhom Gymnasium de Copenhaguen. Eran inseparables pese a mantener una sana competencia. Supieron encaminar sus vidas y sus carreras como futbolistas por caminos distintos, complementarios, para evitar poblemas entre ellos. Niels era portero y se dedicó a la física mientras que Harald actuaba como centrocampista y fue un brillante matemático, según explica Paul Strathern en el libro ‘Bohr y la teoría cuántica’.
Cuando ambos fueron a la Universidad, se enrolaron en el AB Copenhague, el equipo que había fundado su padre. Harald solo tenía 16 años cuando debutó en 1903. Los dos hermanos jugaron juntos durante el año 1905. Niels decidió abandonar el equipo tras una memorable ‘hazaña’ en un partido contra un club alemán. Su equipo dominaba claramente el encuentro, jugando completamente en campo contrario. En ese momento, un despeje largo se acercaba mansamente a la portería defendida por Niels Bohr. Todo el mundo esperaba una parada fácil, pero Niels estaba petrificado bajo los palos, mirando fíjamente uno de sus postes.
El público empezó a gritar y esto sacó a Niels de su sueño, consiguiendo atrapar a tiempo el balón. Al finalizar el duelo, fue cuestionado por su extraña actitud. Su explicación fue muy sencilla: resulta que, repentinamente, se le había ocurrido un problema matemático que le absorbió tan intensamente que le llevó a hacer algunos cálculos en el palo de la portería sin preocuparse del encuentro.
Desde entonces se dedicó por entero a la ciencia y se le considera uno de los físicos teóricos más brillantes del siglo XX, quizá sólo por detrás de Albert Einstein. En 1922 fue galardonado con el premio Nobel por sus trabajos sobre la estructura atómica y la radiación. Werner Heisenberg, fundamental en el desarrollo de la teoría cuántica, dijo que la “influencia (de Niels Bohr) sobre la física y los físicos” fue “mayor que la de ninguna otra persona, incluido Einstein”.
Su mayor logro fue resolver el enigma de la estructura atómica mediante la aplicación de la física cuántica. Años más tarde contribuyó a la construcción de la primera bomba nuclear y participó en el ‘Proyecto Manhattan’, aunque se opuso a que la operación se llevara a cabo en secreto porque temía las consecuencias de este nuevo invento. Conocedor de los efectos devastadores de su creación, se pasó el resto de su vida haciendo campaña contra este arma de destrucción masiva y desarrollando usos pacifistas para la energía atómica.
Si para Niels Bohr el fútbol fue un hobby (nunca volvió a jugar tras casarse con Margrethe Norlund en 1912), para su hermano pronto se convirtió en una pasión. Harald era considerado desde su infancia el más brillante de los dos y, aunque no llegó a los extremos de excelencia científica de Niels, sus contribuciones en el campo del análisis le proporcionan un lugar de honor entre los matemáticos preeminentes de su época.
Harald sí tuvo una larga carrera como futbolista. En 1908 incluso fue convocado para disputar los JJOO de Londres con su selección. El menor de los Bohr fue titular en la mayor goleada de la historia en unos Juegos Olímpicos, el 17-1 que Dinamaca le endosó a Francia en semifinales. En el último partido, sin embargo, la ‘dinamita roja’ perdió ante el anfitrión, el Reino Unido, por 2-0, y se tuvo que conformar con la medalla de plata.
Convertido en poco menos que un héroe nacional, no es extraño que cuando Harald defendió su tesis dos años después, se encontrase la sala atestada de aficionados al fútbol, personas que no entendían absolutamente nada de matemáticas pero que jalearon el cum laude concedido a su ídolo como si se tratase del más espectacular de sus goles. El último partido de Harald como internacional fue ese mismo año 1910, en una revancha ante Inglaterra que ganó Dinamarca (2-1).
Tiempo después, Niels se encontraba en una audiencia con el rey Christian X y el monarca le dio un cordial apretón de manos y le dijo que estaba muy complacido de conocer a un futbolista tan grande. El mediano de los Bohr, saltándose todas las normas de etiqueta cortesana que indican que nunca se debe contradecir lo que dice el soberano, se vio obligado a señalar que él no era el jugador famoso, sino su hermano.
Christian X, atónito, le dio otra oportunidad y empezó de nuevo, volviendo a decir lo complacido que estaba de conocer a un futbolista de tal magnitud. Y Niels cambió de táctica para acabar diciendo lo mismo. Reconoció que él había jugado al fútbol, pero volvió a indicar que Harald era la estrella con el balón. El rey se indignó tanto que canceló de inmediato la audiencia.
En 1975, Aage, el hijo de Niels, puso de nuevo el apellido Bohr en boca de todos. No fue por sus hazañas deportivas, sino por ganar también el premio Nobel con sus trabajos sobre física nuclear.
* David Ruiz Marull es periodista. En Twitter: @DavidRuizM
– Fotos: Paul Ehrenfest
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