Guardiola, el Perseguidor

por JORGE MARTINEZ el 27 mayo, 2012 • 15:55

Como Johnny Carter, el saxofonista que creó Cortázar en homenaje al legendario Charlie Parker, Guardiola ocupa otra dimensión temporal. Mejor dicho, ocupa la nuestra: lineal, cronológica y aburrida, pero es consciente de que existe otra. Lo sabe porque en ocasiones ha accedido a ella, durante algún partido. Momentos sublimes, alucinados, en los que la realidad, tan práctica y gris como siempre, olvida un resquicio por el que Guardiola, sin saber muy bien cómo, accede a un espacio-tiempo mucho más elástico y escurridizo que el nuestro, pues no queda subordinado a la implacable estructura que procuran los segundos, los minutos y las horas.

Consciente de esa realidad paralela, a Guardiola le ha abrasado la idea de intentar descifrarla y poder instalarse en ella definitivamente. Sabe que la llave es el fútbol, aquél que por momentos ha practicado su equipo. De ahí viene esa obsesión enfermiza a la hora de preparar los partidos.

La consecuencia de esa meticulosidad febril fueron encuentros en los que el juego del Barça quedaba atravesado en todas direcciones por la música Jazz. En esas ocasiones el tiempo y su equipo fluían de otra manera y era imposible someterlos porque no se regían por las mismas leyes que las nuestras. Acaso Busquets era el punto por el que convergían todas las líneas de fuga y mantenía el equilibrio entre la realidad cotidiana y la paralela. Él marcaba el beat o tiempo pulsado y sobre esa base machacona y repetida hasta la saciedad comenzaba a tocar Iniesta, marcando el offbeat, con el que abrir vías alternativas, mientras Xavi llevaba el swing, la pluralidad de todos los ritmos. Y más arriba, Messi al saxo, improvisando enloquecido, levitando por el campo, inconsciente, como el propio Johnny, de su talento descomunal.

El Barça de Guardiola no ha jugado al fútbol, ha jugado al jazz. Tanto es así que al equipo, incluso, se le ha señalado por recrearse en el relato en vez de buscar la portería, como ocurre en el jazz, donde lo importante es avanzar, sea cual sea la dirección.

La búsqueda ha tenido a Guardiola cuatro temporadas en permanente combustión, poseído por un fuego interno que ha terminado por consumirle. Es el precio a pagar por saber qué hay al otro lado. El problema viene cuando a fuerza de entrar en esa dimensión con demasiada frecuencia, y a Guardiola le ocurrió durante algún tiempo, concretamente cada domingo y algún que otro miércoles, la realidad cotidiana se trastoca y uno acaba confundiéndolo todo.

Johnny Carter también empezó a explorar ese tiempo alternativo a través del Jazz y al final caía en él cada vez que viajaba en metro. Quizá Guardiola tomó la decisión de dejarlo todo cuando, asustado, se encontró a sí mismo golpeándose la sien con el puño frente a una pizarra llena tácticas, y maldiciendo: “¡Esto ya lo jugué mañana!”.

* Jorge Martínez es periodista. En Twitter: @JorgeMartnez12