"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
MAGAZINE / España / Atlético Madrid / Fútbol
Elegir el once titular para el partido de Pamplona ante Osasuna después de la derrota ante el Madrid suponía un marrón importante para Simeone. En ese camino que había trazado en busca de un Atlético supremo que acabara de tejer su traje de dandi en ataque organizado para poder disponer de todas las mudas e intercambiarlas según el escenario –un fútbol asociativo que le diera soluciones para minimizar la pérdida de puntos ante defensas cerradas de equipos inferiores en Liga y le permitiera encarar la adversidad en grandes partidos como la final de la pasada Champions en la que el rival repliega con ventaja en el marcador–, se había encontrado con la desconfianza, esa losa que paraliza cualquier proceso de aprendizaje. En tiempos en que la inseguridad se apodera del colectivo, el balón atenaza al jugador y cada pase sin tensión o precisión sale caro al marcador y ahonda en la depresión. Así que en este contexto, el Cholo prefirió aplazar el desarrollo de su nueva idea para reforzar la autoestima de su equipo, aun a sabiendas que esto se podría interpretar como un reconocimiento tácito de que todo lo trabajado en aquella dirección había sido un error. Esto incluso podía causar más confusión, dado que el Atlético había desarrollado ese estilo de juego más protagonista a un nivel medio realmente alto, por mucho que los goles en contra o las ocasiones marradas que el juego no justifica introduzcan a los partidos en un pinball de dinámicas que acaba condicionando absolutamente los resultados.
Los tres partidos en que el Atlético –el penalti detenido por Oblak ante Osasuna impidió ver completada la trilogía– ha vuelto a su idea primitiva han dejado como moraleja precisamente la necesidad que tienen los grandes de ampliar sus recursos ante defensas cerradas. Y han dejado claro que el ecosistema que creó Simeone durante estos años no es un aparato que funciona cuando lo enchufas sino que necesita de todas esas sinergias positivas que el argentino creó y dirigió de forma brillante desde que llegó al club. Decía Bobby Fischer que la táctica fluye desde una posición superior, y era precisamente a partir de esa creencia de los rivales y del propio equipo en su propio mito desde donde el Atlético aplastaba. En la víspera del encuentro el rival se iba a dormir sabiendo que iba a perder y que lo iban a torturar. Si había un partido cerrado te anularían para adueñarse del detalle que decidiría, y sobre ese desgaste te acababa matando igual que Ramos te mata pasado el noventa. Porque es su territorio y el resto lo sabe y les teme.
El Atlético no se siente ahora mismo dueño de los atributos que definían su identidad. Se puede matizar, pero el bajón de rendimiento de los jugadores importantes del equipo lo explicó sin saberlo Antonio Machado cuando dijo ‘¡qué difícil no caer cuando todo cae!’. A Simeone se le presenta un problema mayor como líder que como técnico. Elevó las expectativas a pelear el título hasta el final, el sentir general es que no las ha cumplido y la Champions le abandona dos meses en los que tendrá que pintar un objetivo tentador para estimular a un equipo al que ya no seduce ser tercero por mucha obligación que exista. Ganar por imperativo es mucho más duro que hacerlo por una causa común que conllevará reconocimiento. La segunda arrastra una energía innata de la que siempre se benefició Simeone. Verle sacudir el ingenio ahora que nada es como creyó que sería será sin duda uno de los alicientes de la temporada.
* Alberto Egea.
Follow @esttoper
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal