Si uno se da una vuelta por los campos de fútbol base verá que la mayoría de entrenadores tienen un nexo en común: suelen comenzar igual todos sus entrenamientos. Allí ves a los jugadores, colocados en dos filas, haciendo ejercicios de movilidad articular, salidas de velocidad de reacción, estiramientos… Como el día de la marmota, uno tras otro sale cortado por el mismo patrón.
En fútbol base, donde tu tiempo es absolutamente reducido (habría que hablar en términos de operacionalización), este tipo de tareas es además ineficaz. ¿Por qué los jugadores tienen que hacer un calentamiento general si al fútbol se juega con los pies?
Entendemos que el calentamiento lleva una función profiláctica que previene lesiones y permite una entrada al ejercicio correcta. Pero como ya hemos comentado alguna vez, el fútbol tiene unos orígenes erróneos: se ha tratado de llevar al jugador por la senda de lo físico como si fuera una máquina (ya saben, la preparación física basada en el atletismo como si el fútbol y el atletismo tuvieran alguna similitud) y luego le han ido incorporando contenidos. Esto, en 2016, es inaceptable. Ya es hora de entender el fútbol de una manera holística y eso pasa por quitar elementos que son inadecuados para nuestro deporte. Y el calentamiento es la parte donde menos se ha enfatizado.
Mis equipos de fútbol no calientan entre semana. Dicho así, esto puede sonar chocante, pero es así. La experiencia me dice que un jugador no sale mejor preparado por hacer calentamientos generales, además de la consabida pérdida de tiempo que conlleva (cuando quiero enfatizar algo para el día de partido tengo que salirme del campo porque entra otro equipo). Así pues, priorizo. Decido no calentar, pero tengo que ofrecer algo a cambio.
Los rondos, que todos practican pero casi nadie entiende, son una solución socorrida: a los jugadores les entretiene, así se mueven y empiezan a entrar en contacto con el balón e incluso en algunos casos el entrenador puede ponerse “medallas” a favor de que le gusta el fútbol de asociación. Bueno, puede servir para que el jugador entre en escena, pero ¿permitiría hacer un entrenamiento en óptimas condiciones? No parece probable. Así pues, ¿qué podemos hacer para que nuestro índice lesional se reduzca y los jugadores puedan entrenar sin molestias durante el año?
Bajo mi punto de vista hay una rama en la que el fútbol necesita especializarse y tener especialistas, nicho de mercado incluido: la figura del readaptador físico, capital para marcar diferencias. Una persona encargada de dos cosas: 1) diseñar protocolos de prevención de lesiones para el equipo; y 2) planificar una reentrada al ejercicio del jugador lesionado lo más personalizada posible para que pueda rendir en mejores condiciones tras su lesión. Quien tenga esto, tendrá una mina de oro.
Del segundo punto no hablaremos (se podrían hacer libros enteros sobre patologías, ajustes posturales y derivados) y nos centraremos en lo primero: los protocolos de prevención de lesiones.
Establezcamos pequeñas pautas, el entrenador responsable diseñará distintas sesiones buscado incidir en distintos aspectos (aunque su estructura de entrenamiento sea siempre la misma en términos de metodología, sus contenidos serán diversos en función del momento de la temporada o del día de la semana en que se encuentre). Dicho esto, si tenemos pensado por ejemplo trabajar fuerza específica deberemos tener un protocolo que permita a los jugadores preparar los músculos de manera adecuada.
El protocolo de prevención de lesiones más sencillo y que casi todos los entrenadores hacen (lo llamen protocolo o no, pues la palabra protocolo implica “procedimientos a seguir”) es el de flexibilidad. Los mal llamados estiramientos. La gran mayoría de entrenadores permiten a sus jugadores estirar los músculos sin ningún orden ni en vistas al ejercicio siguiente. Ese descontrol permite dos cosas: 1) falta de adecuación por parte del jugador (la importancia de localizar el músculo que trabaja es esencial para evitar lesiones ); y 2) falta de concentración del jugador para el entrenamiento, al no tomar conciencia del trabajo a realizar.
De ahí la importancia de los protocolos de prevención, de su capacidad para que el jugador esté concentrado trabajando músculos que va a necesitar a pleno rendimiento y como una llamada al orden dentro de la organización interna del entrenamiento.
El primer paso ya está hecho, ahora toca darle forma en función de las variables que hay: 1) tipos de protocolos; 2) cuándo realizarlos; 3) material disponible; 4) feedback de los jugadores.
Mi experiencia con los protocolos de prevención es como la de la mayoría de entrenadores: viendo entrenamientos y hablando con entrenadores logré hacerme con unos protocolos de entrenamiento que establecían pautas de actuación. Existían distintos tipos en función de lo que iban a trabajar. Al segundo me di cuenta que no podía “fusilar” estos ejercicios para mi equipo (de hecho, nada de lo que un equipo hace es extrapolable a otro pues cada equipo es distinto, eviten los libros que dan pautas generales) así que tuve que diseñar mis propios ejercicios tomando como referencia los que tenía en mis manos. El primer día fue mal, el segundo algo mejor y el tercero la cosa fluía. No había recetas mágicas, solo sentido común.
Establecí distintos protocolos para lo que iba a trabajar o en función del día (si por ejemplo mis jugadores no habían recuperado más de 48 horas entre partido y entreno diseñaba un entrenamiento regenerativo, lo que permitía hacer un protocolo de flexibilidad) y a veces acertaba y otras erraba. Entendí que en la edad madurativa de mis jugadores había algunos ejercicios que no podían hacerse, bien por crecimiento o por falta de experiencia previa, como podía ser el caso del ejercicio “Curl Nórdico” donde los jugadores arqueaban la espalda o no eran capaces de realizarlo a la velocidad adecuada y su contracción excéntrica no era idónea, lo que conllevaba molestias. Poco a poco tocaba pulir y variar (no se podía hacer ese, pero había otros ejercicios y había que ir encontrando los adecuados).
Como entrenador decidí que los protocolos de prevención se harían al principio de la sesión y estimé que me llevarían unos 15 minutos. Demasiado tiempo para un entrenamiento en fútbol base donde el tiempo es oro, así pues, tenían que venir antes, aprendérselos y hacerlos en un espacio reducido mientras esperan su turno para saltar al campo. El jugador de fútbol puede ser muchas cosa,s pero desde luego no es idiota y si ve que hay tareas que le mejoran su rendimiento se esfuerza por repetirlas. Una vez que el jugador tenía interiorizadolo qué tocaba hacer se le podía dar libertad y se ganaba tiempo y energía. Pero si se realizan al final del entrenamiento tampoco lo estimo como un problema. Es cuestión de organizar el tiempo.
Como suele ser recurrente en el entrenador irresponsable, siempre acecha la queja del material: dejemos una cosa clara, siempre falta material para nuestros equipos, sin excepción. Pero esta verdad universal no implica que no se puedan realizar cosas de manera eficiente si se tienen conocimientos y voluntad. Es verdad que yo no tengo bosus, togus o camas elásticas, pero puedo ser capaz de realizar protocolos con otro material o variando el tipo de ejercicio donde la musculatura implicada participe lo suficiente.
Y el último punto es el feedback de los jugadores, si en realidad es útil o no depende única y exclusivamente de sus sensaciones, sumado al índice lesional que se tiene por año en el apartado muscular, obviando los traumatismos por choque o golpe o cualquier otro lance del juego. Mi experiencia es que los jugadores se lesionan muy poco si se efectúan protocolos adecuados y ellos responden mejor en la entrada al siguiente ejercicio.
Por último y para completar este artículo, algún lector puede deducir que después de los protocolos ya ha terminado la primera fase del entreno y se pasa a la parte principal, pero no es del todo exacto.
Que mis jugadores no hagan un calentamiento general no implica que la movilidad articular no se efectúe (tobillos, rodillas y cadera) durante 1-2 minutos sumado a ejercicios de propiocepción de tobillos o algún ejercicio que necesiten hacer de manera específica. Todo eso lo realizan libremente y no dura más de 4-6 minutos, lejos de las molestas dos filas y de ejercicios que no tienen nada que ver con el deporte que practican.
Los protocolos de prevención de lesiones son el gran secreto de un equipo sano en todos los aspectos, una rama del saber que está todavía por explorar, y que puede determinar llevar a buen puerto los objetivos propuestos a principio de año.
* Ricardo Zazo es entrenador de fútbol.
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