"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
CONOCIMIENTO / Conceptos tácticos
Cuando un entrenador decide construir su equipo tiene que hacer frente a varias premisas. La opinión pública siempre preguntará por si se querrá el balón o no, el tema manido de la posesión, sistema de juego a emplear o cualquier superficialidad que ignore verdaderas declaraciones de intenciones.
Los entrenadores tienen otras líneas maestras, ajenas a veces a la opinión pública. En su cabeza aparecen otros contextos, otras globalidades, pues en pleno siglo XXI debemos entender el fútbol de una manera holística y compleja, no lineal, articulada por muchos factores que determinan relaciones entre individuos. Y es labor de los entrenadores propiciar esos encuentros; a fin de cuentas, cómo dispongamos nuestros jugadores sobre el tablero devendrá en los futuros desarrollos que ellos mismos harán. Todo es cuestión de proponer.
Como entrenador hay algo que para mí es innegociable a la hora de hablar sobre la disposición de los jugadore: la situación de los interiores en el equipo, si existen o no (priorizando otras formaciones como dobles pivotes o mediapuntas, por ejemplo) y cuáles son los comportamientos relacionales de esos interiores, si los hubiere. La idea de este artículo es definir las líneas maestras sobre qué es un interior, categorizar dentro de lo posible los distintos tipos de interiores que hay y las ventajas competitivas que suponen.
Los interiores en un equipo de fútbol son fundamentales porque son la correa de transmisión del equipo, el engranaje clave de todo equipo. Sus ventajas competitivas son las siguientes:
Pero si los interiores son el bien más preciado de un equipo, los garantes de un modo de jugar, no todo el mundo puede jugar en ese puesto, pues se necesita un profundo conocimiento del juego, entre otras cosas que vamos a relatar:
Los interiores son los encargados de llevar la manija del tempo del partido. Ellos deciden cuándo, cómo y por dónde. Es lo que podemos denominar como Motores de Juego Primario (Xavi, Iniesta, Kroos, Modric o Koke son algunos ejemplos),
Un interior siempre necesitará la ayuda de su otra correa de transmisión para que el equipo pueda avanzar coordinadamente, aquel que es capaz de continuar la labor iniciada por el Motor de Juego Primario, a los cuales llamaremos Motores de Juego Secundarios (Deco, Saúl Ñiguez o James Rodríguez formarían parte de este grupo de jugadores).
Su capacidad técnica tiene que ser alta en los detalles que permiten continuidad en el juego, a saber: dominio de ambas piernas, capacidad para controlar siempre con la pierna más alejada del rival y dominio del espacio-tiempo a la hora de la toma de ejecución de las tareas.
Plasticidad cerebral a la hora de asimilar contextos e interacciones con los compañeros. Conceptos como el tercer hombre o que la conducción se usa para favorecer espacios a los compañeros al atraer rivales (“Nunca se toca si no sale un rival”, decía Guardiola) o que “dos pases de quince metros son mejor que uno de treinta”.
Y por último y más importante: los interiores son los encargados de generar el Volumen de Juego de un equipo. Entendemos por Volumen de Juego la capacidad que tiene un equipo de ordenarse a través del pase y ese volumen debe ser cuantificado y, sobre todo, cualificado por los interiores. Ellos ordenan cuándo jugar corto, cuándo hacerlo largo, cuándo profundo, cuándo amplio…
Pero no todos los interiores son iguales pues cada sistema de juego tiene sus propios contextos e interacciones. Desgranemos un poco los distintos tipos de interiores que puede haber, tomando como referencia tres sistemas de juego: 1-4-4-2 en rombo, 1-3-5-2 y 1-4-3-3. Son solo pequeños detalles que los diferencian, pero en el fútbol todo son detalles.
En el sistema de juego 1-4-4-2 en rombo, eminentemente reactivo, buscando el robo y contraataque, los interiores tienen la misión de robar los balones y equilibrar al equipo sin balón para, tras el posterior robo, lanzar rápidamente a los jugadores de arriba. Pero si el equipo contrario se cierra, toca construir, y el contexto del 1-4-4-2 en rombo sitúa las zonas de interacción siempre más cerca de banda que en el centro. Pensemos en el Atlético de Madrid y en Koke. Cuando Godín tiene el balón, la secuencia de pases suele ser, si no buscar largo, intentar encontrar a Koke vía pase con Filipe Luis. Secuencia central-lateral-interior, además con un componente importante: reciben de cara al pivote rival, es decir, no buscan su espalda. Así pues, los interiores en rombo no tienen como primera intención buscar la espalda de los medios rivales, sino construir cuando su equipo no tiene más remedio ya que, como explicamos anteriormente, jugar en rombo es, por la disposición de sus jugadores, un sistema que cede el balón al rival y busca atacar el espacio.
En un sistema 1-3-5-2 el contexto es distinto. Los interiores sin balón buscan ahogar en campo rival, pero con balón su participación principal es la de ejercer de llegadores desde segunda línea y hacerlo por dentro. Pensemos en la reciente Italia de Conte. Al tener tres defensas, un pase profundo a su interior puede ser muy peligroso si no es preciso, así pues, Chiellini, Bonucci o Barzagli buscaban el juego directo con Eder o Pellè para que ellos retuvieran el balón y lo volcaran luego de cara a Parolo o Sturaro. Tanto ellos como Marchisio y Pogba en la Juventus no buscan acumular volumen de juego sino favorecerse del contexto posicional de su sistema. En el caso de que no se pudiera jugar en largo, su posicionamiento suele ser en el espacio central-carrilero para buscar ellos ese juego indirecto con los puntas si se cierra el pase a los centrales.
Todo lo contrario sucede con los interiores en el 1-4-3-3, los llamados interiores de posición. Pensemos un momento en este sistema: su fragilidad es su mayor virtud. Solo tres jugadores en el centro del campo y al jugar con laterales desplegados en ataque deben ocupar sí o sí posiciones interiores, con lo cual hay que acumular volumen de juego. Si son capaces de generarlo (10-15 pases) eso permite situarse a la espalda de los medios rivales para poder desde allí organizar el ataque. Sus recursos son conocidos y tienen el tercer hombre como paradigma asociado al Juego de Posición. Nadie mejor que Xavi para entender el dominio del tempo de los partidos, nadie mejor que Iniesta para determinar comportamientos técnicos (control con pierna alejada o conducción para atraer rivales). Sin balón la premisa es clara: presión tras pérdida.
Así pues, no es igual ser interior en un sistema u otro, pues los contextos que los definen son distintos. Eso explicaría por ejemplo casos como el de Arda Turan en el Barça, acostumbrado a partir desde banda y no tener que alejarse del poseedor de balón, justo lo contrario que reza el juego culé. No es cuestión de calidad, sino de conocimiento de los contextos.
En mi opinión, jugar con interiores supone una superioridad cualitativa respecto al empleo del doble pivote, pues provoca que haya más líneas de pase y menos horizontalidad, además de ser proactivos con balón, buscando generar el volumen de juego necesario. En fútbol base se ven muchos defensas, muchos delanteros, muchos pivotes, pero pocos interiores y es una demarcación que a mi entender necesita paciencia y maduración. Desde aquí pido a todos los formadores que sean proclives a generar interiores en sus equipos, puesto que requiere una capacidad cognitiva alta en la toma de resoluciones y es en esas edades donde la plasticidad cerebral está más desarrollada. Y en España nunca nos ha ido mejor desde que hemos decidido dar el mando a los interiores.
* Ricardo Zazo es entrenador de fútbol.
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– Fotos: EFE
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