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No era normal

por el 3 julio, 2016 • 1:12

 

Novak Djokovic quedó este sábado eliminado en tercera ronda de Wimbledon ante Sam Querrey (7-6, 6-1, 3-6, 7-6). Esto que leen es, con mucha diferencia, la noticia más sorprendente que verán en 2016 en lo que a este deporte comprende. No importa que todavía falten cinco meses de competición, apuesto a que no escucharán una salvajada mayor. Archivado ya el 2015 e inmersos en el ecuador de 2016, me fascina que una derrota del serbio sigue siendo noticia. Qué digo noticia, ¡bombazo informativo! Así de mal nos tiene acostumbrados, y no por poco tiempo. Desde Roland Garros 2009 que no caía en una primera semana de competición (allí cedió ante Kohlschreiber en esta misma ronda). Desde 2008 que no se quedaba el de Belgrado sin pisar los cuartos de final en Wimbledon (allí sucumbió ante Safin en la segunda rueda). Desde Roland Garros 2015 que no perdía un encuentro de Grand Slam (allí perdió la final ante Wawrinka, enlazando después 30 victorias ininterrumpidas en este tipo de eventos). El batacazo ante Sam Querrey apenas es el cuarto tropiezo del curso, pero llega en un momento de fantasía donde el pupilo de Boris Becker acumulaba todos los galardones posibles en su bolsillo. Justo en el momento de confirmar la candidatura a un memorable ‘Golden Slam’, un zarpazo histórico para devolverle al número uno del mundo su condición humana.

El partido es una trampa desde el momento en que se conoce a sus protagonistas. Una tercera ronda, ante un gran sacador y sobre hierba. A la espalda: dos batallas ante Ward y Mannarino con apenas resistencia y sin oportunidad de aclimatarse. Entonces ocurre. El poco ritmo de competición adquirido se vuelve cero ante un rival que tiene en el servicio su principal y última arma sobre el tapete. La primera parte se resuelve con dos sets a favor de Sam Querrey y una sensación de esperanza que tantas veces hemos visto. Novak Djokovic está a un parcial de irse al aeropuerto, pero sigue siendo el favorito. Incluso en las apuestas. Por eso es el mejor del mundo, claro, él es capaz de todo. La lluvia aparece y aplaza el partido, pero también ayuda a resetear el sistema operativo del serbio, ordenando sus ideas para encarar un duelo al mejor de tres. La reanudación muestra un hombre desafiante, dispuesto a firmar una nueva hazaña en su historial, aunque el hechizo le dura menos de una hora. Resuelve fácil la tercera manga para volver a la mediocridad en la cuarta. Cuando el número 1 y el número 41 juegan en igualdad de condiciones, se corre el riesgo de que ocurra lo imposible. El estadounidense cierra el pulso con 31 saques directos y una solidez en los momentos importantes impropios de su trayectoria. Ayer al despertar era uno más dentro del vestuario. Al anochecer era el héroe de la jornada. Hoy es el rostro de todas las portadas.

Creo en las cosas positivas de la vida. He conseguido ganar los cuatro Grand Slams seguidos y en dos diferentes temporadas. Prefiero centrarme en eso que no en el fracaso. Es una sensación increíble el poder conseguir cuatro Grand Slams seguidos, pero sabía que llegar a Wimbledon así no iba a ser fácil mentalmente para motivarme. Pero la importancia de este torneo es tan inmensa que siempre encuentras la manera de inspirarte y prepararte para dar lo mejo de ti. Obviamente, lo mejor de mí no ha sido suficiente este año“, expresó un Novak de rostro pálido en sala de prensa, visiblemente afectado por la derrota pero con la entereza necesaria para reflexionar sobre los hechos. Eso sí, tuvo tiempo de señalar un detalle hiriente, un dardo directo al núcleo de la organización. “Me siento más cómodo en la Pista Central, ya que el 90% de mis partidos aquí los he jugado allí“, subrayó.

 

Ya con la exaltación del triunfo anestesiada, razonemos. Perder con Sam Querrey sobre hierba no es una locura. Para nada es un suceso inviable. De hecho, es un posible bastante sensato. Aunque seas el número uno y el mejor restador de la época, puedes sucumbir igualmente ante el martillo pilón de este norteamericano de 198cm de altura. Aunque sea por un día, aunque sea justo en el torneo siguiente de completar tu Grand Slam. El nivel de normalidad que nos ha instruido Novak ha alcanzado tales alturas que ya cualquier desliz, por pequeño que sea, provoca un chillido o unas manos a la cabeza. La noticia ya no es ver a Djokovic ganando un título, sino ver cómo se queda fuera de una final. La noticia ya no es ver a Djokovic perder un partido, sino ver cómo alguien consigue arañarle un set. Entienden por dónde voy. Lo raro no es que lo que pasó ayer en la Pista 1 del All England Club, lo verdaderamente anómalo era lo que había hecho el serbio desde junio de 2015 hasta mayo de 2016. ¿Que quizá había otros candidatos más ilustres que Querrey para la gesta? Seguramente. El de San Francisco no ganaba un partido en Grand Slam desde el verano pasado y, pese a que ya había derrotado al de Belgrado en una ocasión (París, 2012), pocos imaginaban que se iba a convertir en su último obstáculo en esta edición. Ni siquiera él.

Resultadismo aparte, y abro paraguas con lo que voy a decir, para mí Novak Djokovic nunca fue un especialista sobre hierba. Lo que pasa es que es TAN bueno que, pese a no ser su mejor superficie, es capaz de alcanzar cuatro finales y ganar tres, los mismos títulos que su admirado Boris Becker, líder absoluto sobre pasto a finales de los 80. No está nada mal para no ser especialista, ¿verdad? Pero a veces hace falta algo más que talento y el propio ‘Nole’ lo admitió en rueda de prensa. Toda el jolgorio de Roland Garros ha desgastado la batería en su engranaje, situando la cota de ambición por debajo de la excelencia. Este día tenía que llegar, igual que llegó en Masters 1000 (Montecarlo, Vesely) hace unos meses. Ahora el balcánico tendrá tiempo para descansar (de momento ya ha comunicado su ausencia para la Davis) y centrarse únicamente en los Juegos Olímpicos de Río. Mientras tanto, otros jugadores han subido su apuesta en la ciudad que abarca el Támesis. Esta vez, no tendrán la mala suerte de toparse con ‘el de siempre’ en su camino. El vigente bicampeón ya es historia, pero volverá.

Fernando Murciego es periodista.




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