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"Donde está la fuerza también está, en ocasiones, la debilidad". David Llada


Deportes / Tenis

Jiri, el elegido

por el 14 abril, 2016 • 1:07

 

Si una certeza tenía clara en las últimas semanas, y no suelo tener muchas, es que Novak Djokovic iba a perder un partido antes de lo esperado. Sí, ahora se ríen, pero muchas personas daban ya esta opción por perdida. Menudo crucigrama. El intratable, apodo que se ha ganado a la fuerza, cayó derrotado ayer ante Jiri Vesely en la segunda ronda del Masters 1000 de Montecarlo, es decir, en el primer encuentro que disputaba en el principado, el de su debut. El vigente campeón fue sorprendido por el intrépido checo y el mundo del tenis se vio sorprendido por el suceder de lo imposible. Twitter detuvo por un instante su mezcolanza de asuntos y unificó todas sus flechas hacia una misma diana, un destacado trending topic. El serbio, después de mucho tiempo, volvía a estar en boca de todos. Y qué triste, había sido por perder un partido. Ver al de Belgrado levantando títulos se había convertido en el aborrecer de los vivos, ya no fascinaba a nadie. Ni sus récords, ni su perseverancia, ni su brillantez sobre la pista parecían congregar las miradas merecidas. Ya no. Los informativos del miércoles volvieron a incluir al deporte de la raqueta en su escaleta, circunstancia virtualmente positiva para el tenis hasta que te paras a analizarla. La noticia no narraba una victoria, si no que analizaba el fracaso de un hombre. El protagonista tampoco era el vencedor; algunos presentadores no se dignaron ni a revelar su nombre, optando por “el número 55 del mundo” con tal de acentuar más el resbalón. Aunque bueno, estos temas ya son harina de otro costal, más intratables que el propio Novak.

Un mal partido. Así de sencillo se pude excusar esta derrota. Lo puede tener cualquiera, hasta el número uno. Sales relajado –¿quién no lo estaría después de mostrarte imbatible?–, fallas más de lo normal –el clásico proceso de adaptación a una nueva superficie– y tu cuerpo ya no reacciona de igual manera. Esto viene provocado por la paliza monumental que el serbio se viene dando desde hace un año y medio. Vale que solo juega los torneos de renombre, pero los juega hasta el final. De domingo a domingo, de país en país, de kilómetro en kilómetro. Al final es lógico que termines como el Rosario de la Aurora. “No hay muchas cosas positivas que sacar de este partido, es una derrota difícil de asimilar. Jugué muy mal, esta es la prueba de que nadie es invencible. Tengo que felicitar a mi rival porque ha hecho un partido muy sólido. Ha servido muy bien, siendo agresivo y muy inteligente desde un punto de vista táctico”, subrayaba el serbio en sala de prensa. Pero la clave vendría un par de intervenciones después: “Me siento cansado. Los entrenamientos que realicé vinieron bien en lo que se refiere a sensaciones, pero no me sentía con frescura. Necesito unas vacaciones para descansar”, afirmaba Novak. Él sabía que tenía que frenar esta escalada, pero decidió probar. Ahora ya no tiene opción.

Nos hemos hartado de escuchar que Novak Djokovic es invencible. Ojito a la palabra, esto viene a significar que no hay manera alguna de ganar a este hombre. Me imagino al resto de jugadores en el vestuario escuchando tal barbaridad y aceptando la engorrosa realidad. Pues sucede. Y en muchas ocasiones, son ellos mismos quienes lo manifiestan. Hasta que a Jiri Vesely se le hincharon las cuerdas de la raqueta y salió al Country Club de Montecarlo en la búsqueda de una respuesta al jeroglífico. Y la encontró. Desde el principio se mostró superior, mejor que su rival y mejor que el ranking que actualmente ostenta. El segundo mejor jugador checo del mundo creyó en la machada y terminó por los suelos, pero de felicidad. Le faltó engullir la tierra, aunque seguro que algo de polvo terminó en su intestino. En el aire quedaban las once finales consecutivas de Masters 1000 y los casi tres años del balcánico sin marcharse de un torneo sin victorias (Madrid 2013). Un joven de 22 años que jamás había tumbado a un top 10 era al causante de que el contador de récords volviera a ponerse a cero. El hombre que mostró un camino que parecía bloqueado, incapacitado para el resto de mortales. Pues parece que sí se podía transitar, simplemente hacía requería de fe y un buen puñado de recursos.

Anecdótico es que esto ocurra justamente dos semanas después de que Djokovic alcanzara los 28 títulos de Masters 1000 y ocupara en solitario lo más alto de la tabla. Pero de pasar, y echándole un capote al vencido, mejor aquí que no en la Philippe Chatrier. El serbio viene de ganarlo (casi) todo desde finales de 2014, el 2015 al completo y en la primera página de 2016. Además de manera contundente, sin sudar, sin importar el rival, sin necesitar de su mejor versión. Cuando todos esperábamos un pinchazo con un Federer en semifinales, con un Nadal en una final… ¡boom! Un Vesely en segunda ronda. A veces el exceso de confianza puede resultar negativo, al igual que el exceso de partidos. Este desastre se le puede exprimir el provecho siempre que se acepte y se canalice como es debido. Anoche Novak volvió a sentirse humano y créanme: lo necesitaba. Porque hasta recolectar trofeos y encadenar victorias produce cansancio. Te acostumbra al caviar y te hace alérgico al atún. Está bien recordar el sabor de la derrota por un día, aunque solo sirva para rellenar el depósito de la ambición y multiplicar el deseo por ganar una vez más.

Hasta del peor golpe se pueden extraer impresiones positivas, pero sin engañarse a uno mismo. Sea por ‘h’ o sea por ‘b’, Novak Djokovic no ha podido empezar peor la gira de tierra batida. El serbio, matrícula de honor en los tres meses previos, ha arrancado con un suspenso en su regreso a la arcilla. Una gira que cerrará el telón en París, donde le aguarda la guinda de su monstruoso pastel: Roland Garros. Mal momento para salirse del guion, pero claro ¿cuándo viene bien una derrota? Insisto, creo que Mónaco era el sitio idóneo para fallar. Con Madrid y Roma todavía por delante, hay tiempo de sobra para adaptarse al ladrillo y reinstalar el mecanismo. Hasta entonces, disfrutemos de una semana en la que el mundo verá el domingo a un campeón que no nació en Belgrado hace 28 años. La oportunidad que tantos hombres andaban esperando y que Jiri Vesely se ha encargado de materializar. ¡Un aplauso para este muchacho!

* Fernando Murciego es periodista.




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