"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Por un momento me imaginé a Serena Williams levantándose un miércoles de madrugada, atacada por un mal sueño, dirigiéndose con paso lento hacia el salón de su morada. Y allí, reclinándose sobre su alfombra de sisal y algas marinas, justo enfrente de la vitrina donde habitan 21 cetros de Grand Slam, articular una oración de agradecimiento a la vida por la existencia de jugadores como Roger Federer o Rafa Nadal. Ella, que lleva desde los 5 años escribiendo su leyenda, desde los 16 pulverizando récords y, desde esta semana, soportando el bochorno, como tantas otras mujeres, que han tenido que aguantar el despropósito del ya exdirector del torneo de Indian Wells, Raymond Moore, quien afirmó que “ellas” debían de cobrar menos dinero que el sexo opuesto. A la fiesta de los infortunios se sumó Novak Djokovic, actual número uno del mundo, transformando el discurso del empresario sudafricano y enfocándolo por otros caminos. Razonándolo mediante otros métodos. ¿Quién sabe si, al fin y al cabo, pensado exactamente lo mismo que Moore? Cuestión de sexo y de dinero. Sí, lo siento por aquellos que entraron a leer este artículo movidos por otras inquietudes o deseos. Es momento de hablar de tenis, de deporte, de igualdad y de lógica para principiantes.
Los hechos ocurren el mismo día en que se celebran las finales del torneo de Indian Wells, certamen en el cual Raymond Moore se invistió como director desde esta misma temporada, demostrando al mismo tiempo que, a veces, con una sola oportunidad es más que suficiente. Sus palabras resonaron tan fuerte y tan alto que a todo el mundo le pitaron los oídos. Nadie quedaba ajeno a esta disputa, ni Steve Simon, actual CEO del máximo organismo femenino: “La WTA sigue en sus trece, fundada sobre los principios de igualdad y fortalecimiento. Estoy muy orgulloso de todas las fuertes atletas que conforman este vestuario y que ponen su esfuerzo y sacrificio cada día. El tenis se ha enriquecido tanto por los logros de los hombres como de las mujeres“. Sabias palabras procedentes, curiosamente, del hombre que dejó su lugar a Moore hace unos meses. Pero de entre todos los motivos para respaldar esta afirmación, el que más me cautiva en, sin lugar a dudas, el que dicta que “los hombres ofrecen mucho más espectáculo que las mujeres”. Seguro. Solo hace falta analizar el desarrollo de las dos finales el pasado domingo en California.
Corría el año 1970 cuando nueve mujeres tan valientes como trabajadoras se plantearon hacer frente a la sociedad imperante. Y lo consiguieron. De entre todas, una tal Billie Jean King (exnúmero uno del mundo y poseedora de 12 Grand Slam en categoría individual) se erigió como su líder, el cerebro pensante y ejecutor del movimiento. Por aquel entonces, las mujeres se mantenían a la sombra de los hombres, casi en la más completa oscuridad. Era una época dominada por el machismo, una escena donde el hombre ganaba alrededor de doce veces más que la mujer. La desigualdad era palpable en todos los ámbitos, también en el tenis, por lo que solamente cabía una solución: la revolución. Gladys Heldman contribuyó en gran parte a que se produjera el cambio dando la posibilidad a las mujeres a participar en el torneo de Houston a cambio de dinero. Sí, dinero. ¿Cuánto? Un dólar. ¿Suficiente? No, pero necesario. Solo era el primer paso. En 1971 se pasó de no haber torneos exclusivos para mujeres a tener un circuito completo: 19 torneos con un premio a repartir de casi 310.000 dólares a lo largo y ancho de la temporada. Obviamente, el progreso no se quedó ahí. En 1973 lograron ser completamente independientes del circuito masculino. El US Open el primer gran torneo en otorgar el mismo premio en metálico a un sexo que a otro. En 1974 llegaron los primeros contratos televisivos, y así hasta el día de hoy, en los que una mujer prácticamente se puede hacer igual de millonaria que un hombre gracias a su cometido sobre la pista. Demasiado hemos avanzado para que un desafortunado comentario vuelva a remover unos lodos tan arcaicos.
¿Y el vestuario qué opina? ¿Están de acuerdo con Novak Djokovic? Primero hay que justificar que estamos ante un tema escabroso, peliagudo, casi rozando el contenido tabú. No a todo el mundo le interesa dar su opinión, cada uno por sus motivos, por lo que no quiero cerrar esta pieza sin dar las gracias a las personas que reflejaron su parecer sin temor a ninguna represalia. “La WTA ha hecho un gran trabajo para igualar el ‘prize money’ de los hombres. Si ellos se quejan de que no cobran lo suficiente que hablen con la ATP y que busquen soluciones, eso no es problema nuestro. Creo que no se debería menospreciar, ni criticar ni nada por el estilo a las mujeres para que suban el prize money. Que luchen ellos para subirlo si es lo que quieren, pero sin menospreciarnos a nosotras”, declara Paula Badosa, demostrando que existen temas para los que no se necesitan grandes capas de experiencia para opinar, basta con hallar un mínimo de coherencia. Ella será, sin duda, una de las raquetas que sigan construyendo el futuro de la WTA gracias a sus triunfos y sus valores, pero quizá nos hemos desviado algo del tema, puede que hayamos confundido un razonamiento y lo hayamos convertido en un ataque sin defensa. ¿De verdad había sexismo en los comentarios del serbio?
“Las declaraciones de Djokovic son el sentir de una parte importante del vestuario masculino, pero nada que ver con el sexismo”, sentencia Tomás Carbonell, exjugador de la ATP y actual miembro del equipo de trabajo de Roberto Bautista. “Es algo que solamente se comenta en relación a los Grand Slam, donde ellos están más horas en televisión por la duración de los partidos. La lógica debería ser que cobraran más, no es una cuestión de sexos, sino una cuestión de exposición en televisión”, subraya el español. “Todos sabemos lo que vale estar un segundo en pantalla donde te están viendo millones de espectadores, y ese es el argumento que estaba pidiendo Novak. Si le buscamos los tres pies al gato encontraremos sexismo aquí y sexismo allá, hay muchos deportes en los que los hombres ganan más que las mujeres y no se habla de ello. En el tenis, creo yo, es uno de los deportes más justos que hay. Neymar o Messi ganan mil veces más que la mejor jugadora de fútbol, o si comparamos a Stephen Curry con su equivalente en la WNBA, pasa lo mismo. Aquí en el tenis se reclama un argumento que puede gustar más o menos pero esto va así: a más minutos en pista, más exposición. Por lo tanto, más dinero”, concluye Carbonell. Y no le falta razón. Si hay un deporte donde la desigualdad no aprieta, ese es el tenis.
Podríamos leer cientos de puntos de vista y todavía nos faltarían muestras. Salimos del vestuario y nos adentramos en la sala de prensa, buscando nuevas lecturas. Con casi 150 Grand Slam a la espalda –todos vistos desde la barrera–, Miguel Ángel Zubiarrain también opina sobre esta manida controversia. “Djokovic argumentó algo políticamente incorrecto. Quizás en el fondo tenía sus razones, porque en los tiempos menos buenos del tenis femenino fue la ATP la que tiró un poco de la WTA para ponerse ambos circuitos a la misma altura”, explica Zubi. “A partir de ahí las mujeres empezarían a reivindicar y exigir más ganancias hasta conseguir igualarse con los hombres. Para mí quizá no sea justo: ellos juegan a cinco sets, tienen muchos más patrocinadores, dan más espectáculo, llenan las pistas… pero las mujeres han logrado llegar hasta el mismo nivel que los hombres y pienso que no se debería haber tocado de nuevo este tema”, asiente.
Repito, qué difícil es cuantificar el factor dar espectáculo. ¿Llenar las pistas? Pregunte por las Williams, Sharapova, Radwanska, Azarenka… a ver si va alguien a verlas. ¿Y los hombres? No crean que todos casan tan bien con el negocio. David Ferrer, desgraciadamente, lleva un lustro entre los diez primeros del ránking y todavía le cuesta llenar las grandes pistas. En ocasiones, le cuesta hasta que los torneos le dejen jugar en ellas. Pocos recuerdan la tesitura del tenis en los años 80, cuando Martina Navratilova y Chris Evert eran las que realmente movilizaban a las masas con uno de los duelos más vibrantes de la historia. Ahí no había quejas de los varones. Pero claro, esto es pasado, ahora los Djokovic, Federer y Nadal gobiernan el imperio y merecen el oro azteca. ¿Y dentro de diez años? ¿Qué haremos cuando las Bencic, Bouchard, Ostapenko y compañía atraigan más focos que sus análogos? ¿Volveremos a desenterrar el hacha de guerra? Vivimos en un mundo donde los estímulos se originan únicamente por resultados, sin importar el esfuerzo o dedicación previa. Solo hay recompensa si produces beneficios. Se ve también en el periodismo: ¿para qué investigar un caso en profundidad si unas declaraciones morbosas y dinámicas originan mas clics? Lo mismo pasa en el tenis. Medimos a los jugadores solo por sus triunfos, pero, como diría Matías Prats: permítame que insista.
Hoy el BigFour es la panacea del circuito, correcto, pero por mucha huella que dejen, representarán un eslabón más de la cadena de este increíble deporte. Afortunados son, primero por coincidir en la misma etapa y, segundo, por haber llenado sus arcas a base de talento y dedicación. Soy el primero en aplaudirles. Pero Novak, por dios, ¿realmente piensas que estáis en una tesitura como para quejaros de vuestras ganancias? Y en tal caso, si tanto te preocupa el circuito masculino, ¿por qué no miras hacia abajo y ves las penurias por las que pasan los jóvenes que sobreviven en los Challenger o los Future? Esos que no salen en televisión, ni llenan estadios. ¿No será más importante reconstruir la base antes que reformar el ático? Pregunto. No me cabe ninguna duda de que Djokovic tiene lo mismo de machista que de manco y que, seguramente, sus declaraciones fueron malinterpretadas. Pero sus palabras sirvieron para medir la opinión pública y darse cuenta de que, desgraciadamente, todavía hay gente que sigue viendo a las personas situadas sobre distintos escalones según el sexo. Mira, ojalá que la WTA reaccionase y autorizara mañana mismo los partidos a cinco sets. ¿Qué piensan, que no podrían jugarlos? ¿Que no están preparadas para hacerlo? Si de verdad piensan esto, es que nunca conocieron a una mujer.
* Fernando Murciego es periodista.
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