Faltaban tres días para celebrar la Navidad cuando Maria Sharapova se levantó una mañana como cualquier otra a hacerse el desayuno. Pese a llevar un tiempo de vacaciones, en su mente habitaban todavía los recuerdos de una temporada agridulce: con grandes sonrisas al principio (Brisbane, Australia, Roma) y un vacío desde Wimbledon que le había hecho enfocarse ya en 2016. “Este tiene que ser mi año”. Era 22 de diciembre y, aunque ella no lo supiera, sería la fecha en la que se esfumarían todos los posibles sueños a conquistar. Un correo electrónico de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA en sus siglas en inglés) aguardaba en su bandeja de entrada. Y allí se quedó, esperando, totalmente obviado por la que fuera número uno del mundo. Este fue el pretexto al que se agarró la tenista rusa durante la rueda de prensa del pasado lunes, afirmar que una figura como la suya, rodeada de un equipo inmejorable de profesionales, se despistó a la hora de percibir la nota con las actualizaciones acerca del dopaje referentes al mundo deportivo. El maldito Meldoniun un estimulante que llevaba tomando durante los últimos diez años, había pasado en los últimos meses de poción mágica a sustancia ilegal, sin que ella se percatase. Lo crean o no, esta será la única versión que escuchemos por el momento. Una pobre defensa que no le prevendrá de acatar una posible sanción de hasta dos años de suspensión.
“No quiero terminar mi carrera de esta manera”. Importante las últimas tres palabras. La conferencia anunciada con casi dos días de antelación hacía saltar las alarmas sobre qué era eso tan importante que nos tenía que contar Maria Sharapova. La muchedumbre especulativa hablaba de retirada (pese a que todavía suma 28 años), otros más optimistas pensaban en una posible parón por lesión, quizá una complicada operación, incluso una minoría se dedicó a buscarle un padre para afrontar un improbable embarazo. Ojalá ahora estuviéramos hablando de un futuro bebé y no de un positivo por dopaje. Como lo oyen, Sharapova se dopó en el pasado Open de Australia. No se metió nandrolona, ni EPO, ni siquiera, según ella, lo hizo de manera consciente. Pero se dopó. Una prueba realizada el pasado 26 de enero durante el primer Grand Slam del curso (único torneo que ha disputado esta temporada) halló en su cuerpo una buena cantidad de Meldonium. “La primera vez que ingerí la sustancia fue en 2006, por aquel entonces tenía graves problemas de salud, me ponía enferma con bastante frecuencia, tenía deficiencia de magnesio y un historial familiar de diabetes. Este fue uno de los medicamentos que se me recetó para tratarla”. El argumento parece bastante creíble pero, ¿qué es en realidad el Meldonium?
Cuando hablamos del Meldonium (o Mildronate para los meticulosos), hablamos de un análogo de la butirobetaina hidroxilasa, un precursor de la síntesis de L-Carnitina, que es lo hace que quememos las grasas. A la vez, estimula la síntesis de óxido nítrico, energía. Básicamente se trata de un modulador metabólico. Como la interpretación de Jordan Santos, doctor en biología, todavía genera alguna que otra laguna, iremos al grano. ¿Qué podemos conseguir con el Meldonium? Antes cabe decir que este fármaco suele utilizarse como un antiisquémico, en pacientes que han sufrido problemas como una angina de pecho o un infarto. Pacientes que lo necesitan. Así consiguen tener una mejor calidad de vida, pero también un óptimo rendimiento deportivo y una mayor capacidad aeróbica. En el caso de un deportista, que suponemos que está sano, ayuda a la recuperación de oxígeno en las células, elimina la acumulación de productos tóxicos, mejora el soporte del estrés y provoca una recuperación física más rápida, es tan íntegra que incluso perfecciona la salud mental. Una bomba de relojería conocida en la industria como el curalotodo, comercializada desde los años 70 y prohibida desde el primer mes de enero del año 2016. Un poco tarde quizá.
Varias preguntas se pelean en mi cerebro. La primera y más tonta: ¿cómo es posible que una deportista de esta talla omita un correo de esta importancia? Suena absurdo, incoherente. La segunda: sabiendo todo el lote de ganancias que tenía el producto, ¿qué hace tomándoselo durante una década? Vale, era legal, pero el prospecto indica que la duración del tratamiento era de cuatro a seis semanas. La respuesta a esta cuestión origina el tercer y definitivo interrogante: ¿por qué carajo la WADA no había prohibido hace un siglo este componente? Ahí está el verdadero problema. La Agencia Mundial Antidopaje se basa en tres principios para catalogar una sustancia de ilegal. La primera, que mejore el rendimiento deportivo. El Meldonium la cumple por goleada. La segunda, que produzca un riesgo potencial en la salud del individuo. El Meldonium podría inducir a una nefasta acumulación de grasa en el hígado como también una alteración de los órganos vitales. Y la tercera y más especial, que vulnere el espíritu del deporte (¿?). Aquí cada uno que piense lo que quiera, ya que este punto queda totalmente a la subjetividad, aunque todavía faltan cosas que contar.
Hay que subrayar que el Meldonium está prohibido casi en la totalidad de la Unión Europea, pero también en los Estados Unidos, lugar donde reside Sharapova. ¿Cómo lo conseguía, entonces? Curioso, en lugares como Rusia o Ucrania sí que está aceptado. El asunto se vuelve demasiado oscuro y más si nos ponemos a pensar en todos los logros de esta mujer con una raqueta en la mano. Cinco Grand Slam, número uno mundial, medalla olímpica… Jamás sabremos el porcentaje de culpa que tuvo el producto en esos éxitos y cuánto su talento natural.
Mientras el mundo del tenis sigue en vilo divagando entre creerse o no el testimonio de Sharapova, hay otros que no han tardado tanto en elegir de qué lado están. Nike, TAG Heuer y Porsche han decidido, tan solo unas horas después del comunicado, retirar momentáneamente su patrocinio de la jugadora de Nyagan. El efecto dominó solo acaba de empezar y se dispone a terminar con una de las carreras más brillantes de la última década en el tenis femenino, aunque hasta el 12 de marzo no sabremos el alcance de la sanción. Ya lo dijo Van Gaal: “Siempre negativo, nunca positivo”. Pero no se le escuchó. El impacto de ver por primera vez a un a jugadora de ese calibre inmersa en un escándalo por dopaje hace que el trasfondo sea todavía mayor, desafiando a que puedan haber muchos otros tenistas enfrascados en la misma trampa. ¿Será Maria solamente la primera? ¿Está el tenis realmente manchado por el dopaje? Si un detonante como el Meldonium ha estado fluctuando por el circuito durante todo este tiempo de manera legal, ¿por qué no puede haber otras sustancias de la misma categoría? Qué dilema. Aquí los más románticos seguiremos idealizando el tenis por su pureza, su nobleza y sus valores. Aunque cada día nos lo pongan más difícil.
* Fernando Murciego es periodista.
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