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"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry


Miradas / Historias

Hechos mejor que grandes palabras

por el 29 diciembre, 2015 • 18:28

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Siempre ha sido recurrente y tema habitual en los equipos grandes el momento oportuno, o no, para que los veteranos ilustres abandonen la disciplina de un gran club. Por desgracia, cada vez hay menos debate porque los jugadores pasan menos años en la misma institución. En el Real Madrid de primeros de los 80 había grandísimos jugadores verteranos, sirvan como ejemplo Miguel Ángel, Juanito o Santillana, que para entonces ya estaban en el punto de mira. Su trayectoria parecía borrada de un plumazo y eran los primeros que recibían las iras de prensa y afición ante la malísima marcha deportiva del equipo.

El 10 de abril de 1985, el Madrid rendía visita al Inter en las semifinales de la Copa de la UEFA. Real Madrid e Inter establecieron una preciosa rivalidad europea en la primera mitad de la década, enfrentándose hasta en cuatro eliminatorias en seis años. El Madrid estaba viviendo momentos complicados. La liga se resistía desde el verano del 80 y no había conquistado ningún título desde la ya lejana Copa del Rey de 1982. Amancio Amaro, histórico exjugador del club y entrenador en aquellos momentos, no pasaba por una buena época en el banquillo ni en la relación con muchos de sus jugadores. Había subido del Castilla para entrenar al primer equipo y el equipo en liga no encontraba la regularidad. En la actualidad parece que cada crisis es la peor del siglo, pero en todas hay varios puntos en común.

El Madrid cayó por 2-0 en Milán jugando francamente mal, sin tirar a portería. El Inter, comandado por Liam Brady, centrocampista irlandés de muchísima calidad encargado de abastecer a Karl-Heinz Rummenigge y Alessandro Altobelli, superó al Madrid en todas las facetas del juego. Aquel Madrid era una mezcla de veteranos y noveles, como recita su himno. Los veteranos estaban en el punto de mira y los noveles (la Quinta del Buitre) no podían asumir de golpe la regeneración que prensa y afición exigían. Por si faltaba algo, el club estaba inmerso en plena campaña electoral con Ramón Mendoza postulándose como ganador y sucesor de Luis de Carlos.

En quince días, la realidad deportiva del club cambió radicalmente. Hubo de todo: veteranos, noveles, sanciones, perdones, un cambio de técnico y algo más importante: cuando más se tambalearon y pusieron en duda ciertos valores del club, esos mismos resurgieron con más fuerza que nunca, a través de un resultado deportivo, obvio, pero bajo un éxito colectivo siempre aparecen varios factores que lo posibilitan.

Esta fue la cronología de los hechos:

José María García, periodista y líder de la radio deportiva nocturna en aquellos años, destapó una noticia que no ayudó a cambiar los ánimos en su programa de la noche del 11 de abril de 1985, un día después del partido en Milán.

García contó que tras el encuentro, Juanito y Lozano habían sido descubiertos por el técnico Amancio en una habitación del hotel y en buena compañía. Por otro lado, al parecer Jorge Valdano se había marchado del hotel en compañía de Butragueño para que Emilio conociese a su admirado César Luis Menotti, técnico del propio Valdano durante el Mundial 1982 y además amigo personal. Aquello se interpretó como una ofensa de Valdano a Amancio y como un presunto intento de colocar a Menotti en el banquillo blanco.

A la mañana siguiente, el escándalo fue mayúsculo. Evidentemente el Madrid no perdió en Milán por aquello, pero el tema era muy goloso y la afición, herida en su orgullo, cargó sin piedad contra los jugadores. Tres días después, el domingo 13, el Madrid perdió por 1-0 en Valencia dando una pésima imagen. La junta directiva se reunió al día siguiente y decidió sustituir a Amancio por otro hombre de club, Luis Molowny, que afrontaba por tercera vez la responsabilidad de suceder a un compañero. Antes lo había hecho con Muñoz y Miljanic, siempre con discreción y éxito.

En su primera intervención ante la prensa el día que Luis de Carlos oficializó el cambio, junto a Amancio, que se quedaba como ojeador del club, el Mangas (apodo de Molowny desde su época de jugador), comenzó a sentar cátedra: “Me siento muy triste por Amancio, es excelente entrenador, compañero y amigo, confío plenamente en mis jugadores y esto lo vamos a sacar adelante”.

Molowny sabía el desprestigio que estaban viviendo los futbolistas y aquella mañana del martes 15 de abril se los ganó de golpe. Tenía diez días para unir el club y crear un clima positivo entre jugadores y afición que posibilitase la remontada. En medio aparecía un incómodo partido de liga ante un Hércules que se jugaba la permanencia. El Hércules se plantó en Madrid y ganó por 0-1. En la rueda de prensa posterior, Molowny recalcó los méritos del Hércules, que le habían llevado a la victoria, y recalcó su fe en los jugadores. Era perro viejo y sabía que a tres días del partido clave de la temporada no había tiempo para sembrar más dudas.

Todo se fue poniendo en orden pese a la derrota ante el conjunto alicantino. Miguel Ángel, mítico portero gallego del club, a sus 37 años ya cumplidos, sabía que sería titular ante el Inter, y Molowny le animó a salir a la prensa y pedir disculpas por unas declaraciones en las que denunció que los jugadores del Madrid eran tratados peor que los gitanos. Además intercedió ante el club para que Juanito y Lozano fueran perdonados por su desliz de Milán, previo pago de una multa, e incluyó a Juanito en la convocatoria el martes 24, día previo al partido de vuelta. Una remontada sin Juan desde dentro era imposible, y Molowny lo sabía.

Con Sanchís sancionado y Butragueño y Ángel lesionados, el once era lo que menos le preocupaba a Molowny. En el fondo lo tenía clarísimo. En los entrenamientos previos y en sus apariciones en la prensa fue ponderando a los veteranos, haciéndoles sentir importantes. La afición estaba deseando creer, porque a la afición del Madrid le basta poco para creer, y la remontada ante el Anderlecht, pocos meses antes, aún estaba muy presente.

El 24 de abril, a las 21:00 de la noche, 120.000 personas abarrotaban las gradas del Bernabéu dejando 120 millones de pesetas de recaudación, porque hubo un tiempo en que los ingresos de taquilla eran fuente importante de financiación para los clubes.

Molowny dispuso de inicio a Miguel Ángel en la portería; Chendo, Stielike, Salguero y Camacho en defensa; San José, Gallego y Míchel en el centro del campo; y Pineda, Valdano y Santillana arriba. Miguel Ángel, San José, Pineda, Valdano y Santillana estaban, cada uno por diferentes motivos, en el punto de mira de prensa y afición, y todos fueron titulares. Ya lo dijo Molowny: “Confío en mis jugadores”.

La lesión muscular de Salguero en los 24 minutos propició la entrada de Fraile, que en época de marcas individuales realizó una inconmensurable sobre Altobelli. En la única ocasión que se le fue el delantero italiano apareció Miguel Ángel con una parada soberbia. El veterano Miguel Ángel, cuestionado días antes. ¿Lo recuerdan?

El Madrid se soltó un partidazo descomunal. Con vigor desde el minuto uno y mucho fútbol, porque la intensidad sola no gana partidos. San José y Míchel estiraron el campo en los costados (Míchel en esta ocasión por la izquierda), Gallego surtía de balones una y otra vez hacia ambos flancos y en el área, Pineda, Valdano y Santillana se comportaron como posesos del remate. Cuando quedó algún balón suelto, Camacho y Stielike lo devoraron al corte.

Fue un 3-0 incontestable, con dos goles de Santillana, uno de ellos de cabeza, probablemente de los más bonitos de la historia con la testa, y uno de Míchel, un joven Míchel que hizo de la banda izquierda aquella noche su coto privado. Veteranos y noveles respondieron, todos puestos en duda en aquel momento. ¿Les suena?

Molowny se acordó de Juanito en el minuto 76 para sustituir a un exhausto Fraile. San José ocupó su puesto en la zaga y el Bernabéu atronó en aplausos hacia Juan. Juan no podía faltar y Molowny lo sabía. ¿Lo recuerdan?

El Madrid levantó la eliminatoria y se coló en la gran final, en la que se impuso al Videotón húngaro.

En la rueda de prensa posterior, al partido Molowny terminó de organizar el club: “El mérito es sobre todo de Amancio y de los jugadores, él lleva aquí toda la temporada, yo llevo cinco días, no he podido hacer casi nada”.

Las elecciones las ganó Ramón Mendoza. No le pasó inadvertido todo lo que hizo Molowny entre el 15 y el 25 de abril del 85. Le renovó por una temporada. En mayo del 86, don Luis dejó para siempre el banquillo blanco con otra liga y otra UEFA en las vitrinas del club. A veces se hace mucho más por un equipo con pequeños gestos que con mucho dinero y grandes palabras.

* Alberto López Frau es periodista.


– Foto: Real Madrid




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