"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Firmas / Alemania / Martí Perarnau / Bayern Múnich
El Bayern tuvo que afrontar los grandes compromisos europeos de la pasada primavera -especialmente las semifinales frente al que sería campeón, el Barça- sin sus dos extremos, Robben y Ribéry, y aquellas ausencias hipotecaron de manera crucial el juego del equipo y, sobre todo, su rendimiento.
En el Bayern triunfal de Jupp Heynckes ambos jugadores resultaron fundamentales, especialmente Ribéry por su velocidad a campo abierto, regate a campo cerrado y facilidad para dar pases de gol (dio 18 asistencias en la temporada del triplete). Cuando Pep Guardiola llegó al Bayern imaginó un equipo asentado en campo del rival y muy abierto a las bandas, con Robben y Ribéry como grandes especialistas. La explicación precisa de sus objetivos, en julio de 2013, fue esta: “¿Quiénes son nuestros hombres imparables? Los de fuera, Ribéry y Robben. Por tanto, hemos de ir por fuera. Ser superiores por dentro, pero abrir en diagonal por fuera. Si montamos el campamento del equipo muy arriba, con los defensas centrales en la línea del centro del campo, (…) convertiremos cada acción en un uno contra uno”.
Dos años y muchísimas lesiones traumáticas más tarde, el Bayern está jugando exactamente de la manera que su entrenador diseñó recién llegado a Múnich. Con los dos defensas en el círculo central, tres medios que distribuyen el balón, lo trasladan a las zonas más adecuadas y también son cortafuegos de los contraataques rivales, y cinco atacantes que ocupan todo el ancho del campo, coronados por dos extremos muy abiertos que estiran hasta el límite a la defensa contraria. La disposición recuerda inevitablemente el “sistema piramidal”, el 2-3-5 implantado por la Universidad de Cambridge en 1880, según detalló en su día Árpád Csanádi en su libro “El Fútbol. Técnica. Táctica y sistemas de juego”.
Podríamos decir que Guardiola ha retrocedido 135 años para recuperar la Pirámide de los pioneros. Pero no le mueve un afán recuperador de la historia, sino aprovechar al máximo las cualidades de sus jugadores. Ante la larga ausencia de Ribéry y Robben optó por contratar a Costa y Coman y asegurarse el juego de los extremos, exactamente lo que le faltó en abril y mayo pasados, cuando se decidió el título en la Liga de Campeones.
El juego de extremos no solo es imprescindible para el Bayern por el propio rendimiento que aportan los dos jugadores de la banda o porque permite el remate de cualquier compañero que llegue al área rival, sino que es esencial para activar la figura del mediapunta, posición que venía ocupando Thomas Müller con acierto. Pep había conseguido construir un ecosistema idóneo para que Müller participara constantemente del juego a base de ser quien apoyaba las cargas de Lewandowski. Cuando faltaron los extremos por lesión -hace unos días en Bremen y Londres, por ejemplo- se desvaneció este ecosistema y también la figura de Müller. Cuando ha podido alinear de nuevo a los extremos -contra el Köln y el Wolfsburg- el Bayern volvió a jugar con fluidez y el rendimiento de Müller se multiplicó.
Pep no ha recuperado el sistema piramidal 2-3-5 estos últimos días. Hace un año ya estaba jugando con cinco atacantes en la alineación, pero entonces pasó bastante desapercibido. Y en marzo de este año jugó del mismo modo ante el Shakhtar Donetsk en el Allianz Arena: con cinco delanteros, siendo Götze y Müller quienes ocuparon las bandas y Robben y Ribéry las zonas interiores. Aquel partido concluyó con victoria bávara por 7-0 y un juego formidable y aplastante. Pero aquella noche también se lesionó Ribéry y poco después Robben. Pep se quedó sin extremos y el Bayern, sin su mejor arma.
– Foto: Isaac Lluch
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