"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
La presión organizada en recuperación, generalmente después de una pérdida de balón (más conocida como presión pospérdida), ha sido una de las formas más eficaces de los equipos denominados grandes para perforar defensas contrarias bien estructuradas. Últimamente aprecio una nueva arma táctica que los equipos están explotando de una manera creciente: las transiciones.
En el fútbol entendemos el concepto transición como esa pequeña franja de tiempo entre la defensa y el ataque, o viceversa. La Real Academia Española define transición como la acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto.
Aunque en nuestro deporte no hay descansos en pleno juego, no hay tiempo entre atacar y defender y el paso de una fase a otra es inminente, nos centraremos en esos primeros instantes en el cambio de rol de un equipo.
En el Sevilla-FC Barcelona del pasado 3 de octubre ocurrió un hecho tácticamente fantástico. El Barça de Luis Enrique utilizó las transiciones para mutar entre su habitual 4-3-3 defensivo y un innovador 3-5-2 en ataque posicional en el que Sergi Roberto y Jordi Alba eran los encargados de dotar de amplitud y, a su vez, profundidad al equipo para que fuera Mascherano quien retrocediese su posición construyendo un bloque de tres en la primera línea.
A su vez, el Sevilla utilizaba la transición defensa-ataque para aprovechar los espacios que deja el Barcelona una vez desplegado en ataque. Especialmente las zonas laterales y centrales, con Gameiro y Trémoulinas como principales instrumentos. Se notaron unas claras consignas de Unai Emery en ello. Probablemente esperando que jugara Dani Alves para explotar su espalda. El brasileño no jugó, pero el trabajo táctico resultó igualmente.
Por otro lado, es habitual ver el aprovechamiento de la transición ofensiva que hace el equipo azulgrana para generar espacio por su banda derecha. Por medio de dos movimientos simples y naturales para los protagonistas que lo realizan, se pasa a un dibujo 3-4-3 ofensivo con arrastre de rival. Messi recibe para tirar su diagonal preferida, mientras que Alves dobla con rapidez para mantener ese vértice en la parte delantera. Ver imagen:
Otro de los equipos que en las dos últimas temporadas ha aplicado un matiz en transición es el Real Madrid. Solo con el movimiento de un solo jugador (Benzema), el equipo muta de un 4-4-2 a un 4-3-1-2 altamente incisivo y directo en ataque. La duda que tengo es si este es un movimiento trabajado o una iniciativa táctica individual del jugador francés que, por otro lado, se trata de un privilegiado en este tipo de lecturas del juego. Ver imagen:
Por contra, el actual Real Madrid de Rafa Benítez se desdobla defensivamemte a una especie de 4-1-4-1 tirando a Casemiro claramente por detrás de la línea de medios y justo por delante de los centrales. Cristiano Ronaldo queda liberado defensivamente y, en muchas ocasiones, también Bale.
Un auténtico camaleón en las transiciones es el Bayern de Múnich. El equipo bávaro se transforma de maneras diferentes y con mucha variedad. La versatilidad de sus laterales (Alaba, Bernat, Lahm y Rafinha, todos capacitados para ocupar posiciones más avanzadas) y los diferentes perfiles de los centrocampistas (Xabi Alonso, Thiago, Arturo Vidal, Javi Martínez, Götze), sumados a la riqueza táctica con la que Guardiola gusta dotar a sus equipos, le convierte en un conjunto que hace de esta variedad en las transiciones un potente y desconcertante ingrediente para sus oponentes.
Son capaces de protegerse en un 5-4-1 cuando el rival le exige por las bandas o en su 4-4-2 más habitual en defensa. Todo ello para desarbolarse inmediatamente a un 3-5-2 con las bandas incisivas y creando superioridad o, como contra el Bayer Leverkusen, con un prácticamente indetectable 4-2-4.
Así pues, como estos ejemplos demuestran, un nuevo y eficaz instrumento ha entrado en la escena de las pizarras en los últimos tiempos. Una arma con la que los equipos, en especial los más potentes y más conocidos del continente, quieren aumentar su imprevisibilidad e imposibilitar un trabajo táctivo previo y direccionado de su siguiente rival.
El futbol cambia constantemente, sus armas también, y parece que los grandes estrategas han encontrado en las transiciones un novedoso y potente argumento para herir tácticamente a los oponentes.
* Álex Delmàs es exfutbolista y analista.
– Foto: EFE
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