Los All Blacks son el mejor equipo del mundo por sus resultados: desde que ganaron la RWC 2011 solo han perdido tres partidos. El dato es objetivo y aplastante, no necesita ningún tipo de añadido.
El motivo por el cual son los mejores es todavía más simple: son los que mejor juegan al rugby. Hagamos un breve inciso. Jugar bien al rugby no significa jugar bonito; ni implica hacer un juego a la mano vistosísimo y repleto de recursos estéticos. Jugar bien significa tomar las mejores decisiones en los momentos cruciales y en eso Nueva Zelanda no admite comparaciones con ninguna otra selección.
La evolución es muy clara: en los últimos ocho años han pasado de tener a los mejores jugadores del mundo a tener el mejor equipo. El nivel de exigencia hacia los neozelandeses es más alto que para todos los demás; no solo tienen que ganar, tienen que hacerlo jugando bien y bonito (dos conceptos en vez de uno) y cualquier mal partido o derrota sirve como argumento para intentar generar una crisis en un lugar donde no la hay.
A los jugadores que ahora forman la lista para el Mundial les hemos podido ver en acción en sus franquicias del Súper Rugby desde enero hasta agosto. Highlanders, Hurricanes, Crusaders, Chiefs y Blues. En esos cinco equipos juegan los 31; para conocerles solo hay que ver con regularidad el Torneo.
Hay varios mitos sobre el juego de los All Blacks que conviene desterrar desde un análisis argumentado.
Hemos visto sufrir a los Woodcock, Mealamu, Franks (Owen, fundamentalmente) en infinidad de ocasiones durante estos años pero conviene recordar que en el caso de los dos primeros citados hablamos de jugadores con una media de 125 caps. Nadie alcanza las 125 caps con los All Blacks con un rendimiento deficitario.
Las infracciones del capitán neozelandés son de sobra reconocibles pero… Si los porcentajes de posesión de pelota y de territorio de Nueva Zelanda suelen ser aplastantes, ¿no serán los rivales los que cometen muchas más infracciones señalizadas y no señalizadas?
El estilo de juego, el porcentaje de posesión y la ocupación del espacio en el campo rival permite que los delanteros neozelandeses -especialmente la primera línea- tenga un desgaste físico menor que la de la mayoría de sus rivales.
Hablar del juego del equipo de Steve Hansen implica hablar de algunos jugadores diferenciales; nos fijaremos en varios:
Ningún equipo tiene un hooker/talonador con una visión de juego y una vocación ofensiva tan clara como la del jugador de Hurricanes. Es un 2 heterodoxo ya que su hábitat natural no es el scrum y de él parte en muchas ocasiones la iniciativa de no disputarlos (optan simplemente por frenar el empuje rival o directamente derribar la formación y así ahorrar desgaste a la primera línea). Su vocación ofensiva es tan clara que han llegado a desarrollar jugadas en las que realiza el lanzamiento del line out -normalmente con Kieran Read como saltador dando un primer pase- evitando la formación del maul y con el propio Coles como ball carrier, por el lado abierto, tras un segundo o tercer pase.
Hablábamos en el texto anterior sobre la 2ª línea de Australia y el caso de Will Skelton. Retallick es todo lo contrario, su tamaño es el que determina su posición en el campo. Por recursos técnicos y por lectura del juego podría haber sido un 8 muy solvente. Otro de esos jugadores que marca la diferencia entre Nueva Zelanda y sus rivales.
Con 1,93 de estatura y más de 110 kilos, el de Crusaders podría dedicarse a lo mismo que Duane Vermeulen, Wycliff Palu, Billy Vunipola o muchos otros octavos, ya que condiciones no le faltan. Sin embargo, hablamos de un especialista en descargar juego hacia sus tres cuartos en el offload. Es un asistente nato con una rapidez de manos poco habitual para su puesto y tamaño.
1,86 metros y 95 kilos. Medidas casi ridículas respecto al tipo de jugador al que vemos desenvolverse actualmente en los puestos de centro. Lo que le falta de tamaño lo suple con inteligencia y forma una pareja perfecta con Ma’a Nonu (el encargado de la percusión). La gran virtud de Conrad es poder pasar inadvertido cuando está en el campo y que se le eche muchísimo en falta cuando no está.
Ha jugado de centro, de wing y de fullback. Allí donde le ubiquen rinde con el mismo nivel, es la polivalencia hecha jugador. Seguro como cierre, hábil para gestionar la salida del balón y con la rapidez suficiente como para desbordar jugando en el extremo del campo.
Por si todos estos jugadores no fuesen suficientes, este año se ha producido una de esas “apariciones” que se suelen dar en el rugby neozelandés con cierta frecuencia; hablamos, claro está, de Nehe Milner-Skudder.
Comenzó la temporada como fullback en los Hurricanes y las comparaciones con Christian Cullen fueron casi inmediatas. El paso de los partidos le llevó a situarse en el ala y a crear un contrapunto estilístico con Julian Savea. Lo que el 11 lograba a base de potencia, el 14 lo lograba a base de habilidad. La aceleración, el contrapié y el paso lateral de Milner-Skudder están al alcance de muy pocos jugadores actuales. Con 1,80 de estatura y 90 kilos está claro que hay que dedicarse a rodear y no a embestir.
El último partido que dispute Nueva Zelanda en el Mundial 2015 supondrá la despedida de Dan Carter, Richie McCaw, Ma’a Nonu, Conrad Smith, Tony Woodcock y Keven Mealamu con la camiseta negra. Tampoco seguirán, momentáneamente o de forma definitiva, Colin Slade, Ben Franks o Jerome Kaino…
Parece, a simple vista, un destrozo en toda regla; un cambio de ciclo que para cualquier otro equipo supondría un período de dudas e incertidumbres; dentro de los All Blacks se ve como algo natural, una sucesión preparada y organizada dentro de un orden jerárquico perfectamente definido. Tomarán el relevo Nepo Laulala, Codie Taylor, Charlie Faumuina, Steven Luatua, Sam Cane, Ardie Savea, Matt Todd, Lima Sopoaga, Beauden Barrett, Sonny Bill Williams, Malakai Fekitoa, Ryan Crotty…
La historia interminable.
* Javier Señaris es analista de rugby.
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