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F. C. Barcelona Lassa: alma que recubra el músculo

por el 25 julio, 2015 • 9:11

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No sé por dónde empezar.

Este sofocante calor puede que sea responsable, en parte, de mi estado de crispación cuando leo y escucho ciertas cosas. Me ha sucedido con los fichajes que el Barcelona ha realizado para la temporada 2015/16, con las miles de opiniones diversas acerca de las características individuales de cada uno de los jugadores y las expectativas que generan como colectivo.

Tengo la necesidad de coger distancia, de encontrar un punto de equilibrio, entre mi opinión, mi rol como entrenador, mi amor por este deporte y la dificultad que debe entrañar el deporte profesional. Escribir me lo permitirá, allá voy.

No soy periodista, se me escapan muchos detalles y la rumorología no la controlo. Tampoco sé qué presupuesto mueve o deja de mover la sección, fundamental para dar explicación a la confección de la plantilla, pero es un tema del que no voy a hablar, porque no me interesa; lo asocio a posibles excusas, más cuando lo que está sucediendo no es cuestión de una temporada puntual.

Quiero centrarme en el aspecto puramente asociado al juego. Junto a este, incorporarle una parte más irracional, basado en las sensaciones que soy capaz de percibir después de ver baloncesto durante algún tiempo. Entrará el ya lejano romanticismo de querer las cosas de una determinada manera, en disputa con el cortoplacismo que impera en el deporte de élite.

La literatura asociada al futbol, que he descubierto en tiempos recientes, me ha ayudado a conformar y sostener ese romanticismo por querer hacer y conseguir las cosas de una determinada manera. El fútbol del Barcelona es un claro ejemplo de ello en los últimos años, con un estilo claro y la apuesta por un modelo que perdura en el tiempo, que ha obtenido grandes resultados y que podrá ser recordado durante mucho tiempo.

Como el ejemplo lo tienen enfrente, me cuesta entender porqué la sección de baloncesto ha sido incapaz de trazar un camino parecido en la consecución de una sección estable y reconocida en el panorama baloncestístico europeo.

No puedo profundizar qué se está haciendo bien o mal en el baloncesto base. Solo constatar a nivel de resultados que no están atravesando su mejor momento y que, en materia de ascenso al primer equipo, el último jugador consolidado es Juan Carlos Navarro.

El proyecto del Real Madrid en este sentido les hace un flaco favor, hasta el punto de que quizás las miradas se esten dirigiendo en exceso a lo conseguido por el equipo de Pablo Laso y a un hombre que desde la discreción, Alberto Herreros, se ha encargado de construir de arriba a abajo, desde la confianza y el sentido común, un proyecto sólido que se ha transformado, casualidad o no, con una pizca de suerte siempre necesaria, en ganador.

La comparación es hija de la inseguridad.

Habrá opiniones en todos los sentidos y muchos disentiréis de la mía, que parte de observar la composición de la plantilla desde la primera en que Xavi Pascual ejerce de entrenador desde el principio, temporada 2008/09, coincidiendo con la que termina, unos meses después, campeona de Europa.

Demasiados cambios de jugadores, algunos obligados por su interés en cambiar de club y sobre todo la pretensión de ir a probar en la mejor liga del mundo, la NBA.

Sin caer en el aburrido dictado de nombres que ficharon por el equipo, solo quiero ofrecer un dato: en las últimas cuatro temporadas, desde la  2012/13 hasta la actual, el Barcelona ha incorporado entre 6 y 7 caras nuevas en su roster. El balance en cuanto a resultados durante este periodo de tres años se salda con una Copa del Rey en 2013, la liga ganada contra pronóstico al Madrid en 2014 y, lo que es peor para mí, una gran desafección entre el aficionado azulgrana y una paupérrima valoración, como club, en cuanto a juego y respeto por el aficionado al baloncesto en general, no solo de país, a nivel europeo también.

¿Qué sucederá esta temporada?

El viaje, pilotando de nuevo la nave Xavi Pascual, lo realizarán siete caras nuevas junto a Satoransky, Navarro, Oleson, Abrines, Doellman y Tomic (y ver qué sucede con el sueco Eriksson, lesionado toda la pasada temporada). El objetivo ha sido hacer realidad unas carencias determinadas por el resultado final obtenido y no poner el enfoque en el medio y largo plazo y hacer un proyecto ganador en el tiempo. No es incompatible, por supuesto, pero no dependes de ti tanto como de los resultados de tus principales competidores y la suerte que dictamine la competición, por ejemplo un sorteo de cuartos de Copa del Rey benevolente o unos cruces o una Final Four terriblemente complejos.

Se ha añadido músculo cerca del aro, experiencia y veteranía en manos de los que se deben adueñar del balón y buscar la mejor opción con él y se ha cumplido de nuevo el precepto de tener una plantilla lo suficientemente larga como para afrontar todas las competiciones. El autoengaño sigue formando parte de los responsables de la dirección.

Porque una plantilla larga no es sinónimo de éxitos. Y eso lo saben bien los mandatarios culés. No por amplia y extensa uno tiene la garantía de alzar títulos, quizás sí competir por ellos, acercarse con opciones de triunfo a la meta final, pero deberíamos enfocar en otra dirección.

¿De qué sirvió ganar la liga en 2014? ¿Qué consecuencias tuvo la última temporada en blanco? Servidor no es capaz de apreciar ninguna diferencia, más que vislumbrar, palpar y hacerme eco del pesimismo, el enfado, el aburrimiento y la desafección creciente a medida que transcurre el tiempo.

Sin conexión con los jugadores, sin alegría a la hora de afrontar los retos, sin la ilusión de volver a reinar con un equipo reconocido por todos, sin identificación a un estilo de juego, sin confianza en los que pilotan la nave, me pregunto: ¿cómo puede un equipo, un ente vivo, conector y globalizador de emociones y sentimientos seguir un camino que muchos han abandonado, avanzar sin ser querido? Me cuesta alcanzar una respuesta y puede que sea injusto con mi diagnóstico: comodidad y orgullo. No hay ni tan solo cabida al miedo, motor y galvanizador de nuevas energías y fuerza suficiente para afrontar nuevos retos por difíciles que se presenten.

Este nuevo Barça no se ha construido desde la capacidad de anotación, del dominio del rebote, de la velocidad del juego, de anotar en contraataque o jugar desde el bloqueo directo. Este Barça se ha construido desde la búsqueda de un todo, desde aspectos intangibles como la experiencia o la veteranía o la constatación tangible de la calidad y cantidad de músculo, tan fácil como si un particular acude el sábado al mercado y se hace con X kilos de masa fresca para llevar.

Me parece bien incidir en ese todo, que llenará un vacío. Me parece respetable que se obvie hablar de los aspectos puramente del juego a la hora de valorar los fichajes (insisto, músculo, agresividad, experiencia, campeón de Europa, otros títulos, años en NBA…).

Pero me parece un gran descuido que nadie haya mencionado recobrar el alma, el espíritu de este equipo y que ni tan siquiera ocupe un lugar en la lista de deseos y objetivos a conseguir esta temporada.

El periodista Pere Escobar, en su programa el Club de la Mitjanit, en Catalunya Ràdio, ha explicado por pasiva y por activa, de frente ante el directivo, el entrenador o el jugador de turno, que en los últimos años, títulos al margen, este equipo carecía de Alma. Más razón que un santo, estaba y está en lo cierto. Me parece sorprendente que nadie del club haya incorporado el baloncesto azulgrana en este marco espiritual, si lo quieren llamar de algún modo.

Desde que Roger Grimau, Víctor Sada, Pete Mickeal e incluso Jordi Trias abandonaron, paulatinamente, el equipo, este carece de un jugador con dicha característica. Y a falta de un jugador en el que recaiga esta responsabilidad no se ha sabido desarrollar una entidad en el juego, desde la responsabilidad colectiva que supla la figura de este tipo de jugador.

Este equipo necesitará un alma que recubra y proteja tanto músculo. Precisamente en el plano individual, ningún jugador interior, ningún fichaje que aporta garra, fuerza, salto y agresividad es apto para hacer gala de tal honor y responsabilidad.

¿Pau Ribas puede ser el hombre? Tengo puesta mi confianza en él en ese aspecto. ¿Carlos Arroyo? Nada más lejos que ser el alma del equipo, aunque su carisma puede ayudar y transportar en volandas la expansión del primero.

Pero no lo sé. No sé cómo afrontarán el desembarco en un equipo cuyos jugadores son primeras espadas, acostumbrados a un rol importante al igual que ellos. Si mostrarán su carácter enseguida, si se adaptarán rápido a su nuevo club y al juego por el que decida apostar el entrenador esta temporada.

Si ningún jugador resulta ser el elegido, con la capacidad de aportar ese valor añadido, crucial en un equipo del que se esperan resultados, títulos, el desarrollo del juego colectivo me parece esencial para paliar esa baja en la plantilla.

A simple vista, el primer pensamiento que viene a la cabeza es que este Barcelona, con estos jugadores, debería ser un equipo ofensivo, con una alta capacidad de anotación, con un juego a muchas posesiones por el gran poderío reboteador de sus hombres interiores, la inteligencia y colocación de Perperoglou y el instinto de Abrines, que lo tiene, solo falta que disponga de espacio para desarrollarlo de manera natural. Un equipo que afronte los partidos a más de 90 puntos sin mirar atrás, sin vivir con la responsabilidad de encajar pocos puntos atrás, porque a priori tiene hombres que en el aspecto defensivo sufren para defender cierto tipo de situaciones. ¿Qué pasa? Que el colectivo debe paliar esos déficits, la rotación defensiva es larga, el desgaste importante y el ataque puede llegar a resentirse.

Llevar la iniciativa defensiva, condicionar el ataque rival, no dejando utilizar sus recursos y puntos fuertes, podría ser una de las muchas alternativas para poder hilvanar un ataque fluido, rápido, con una tarea defensiva que capacite a todos los jugadores y permita respetar la esencia de este grupo de jugadores. Una rápida explicación de mi particular visión.

Pero se torna complejo en visionar un estilo de juego que premie la vertiente ofensiva y deje de lado el peso de la responsabilidad defensiva (eso no quiere decir que el equipo no tenga que defender) con la etiqueta de entrenador defensivo, controlador y rígido que tiene Xavi Pascual. Algo de cierto hay en todo ello, sin ninguna duda. Pero me cuesta pensar que él no esté preparado para hacer otro tipo de juego, en función de los jugadores que tiene, la experiencia en títulos y decepciones y lo gran estudioso que llega a ser del juego. No me cabe en la cabeza que un profesional, con la capacidad de dirigir al más alto nivel, no pueda hacerlo. Y la temporada en blanco debería traducirse en un lento y profundo proceso de reflexión por parte del técnico. Eso espero, pues en ningún momento se ha pensado, ni por parte de él ni por parte del club, en prescindir de sus servicios. “Tiene el crédito ganado”, dicen.

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Satoransky y Arroyo como bases; Ribas, Navarro y Oleson como escoltas; Abrines y Perperoglou como aleros; Doellman y Vezenkov como ala-pívots y Tomic, Lawal, Samuels y Diagné como pívots, el músculo.

¿Un equipazo?

A simple vista, uno por uno, impresiona la cantidad de buenos jugadores y la calidad que atesoran alguno de ellos, junto con el talento físico ya mencionado. Y la experiencia. Pero ¿es algo que no hayamos visto en temporadas pasadas? ¿Qué diferencia el talento de esta plantilla del de otras?

¿Cuál es el problema? Las expectativas.

¿Qué transmites incorporando de media a seis nuevos jugadores? Prisa, inconformismo y soluciones rápidas que rindan de inmediato. Que debe traducirse en títulos. Si por mala fortuna no consigues títulos y refundas la plantilla de nuevo, lo que se transmite es que no acertamos con los fichajes y ahora estos sí son los buenos. Expectativas de resultados, no de consecución de objetivos de realización, de conseguir adaptar y construir un modelo de juego que case con las voluntades de los entrenadores, las características de los jugadores y la ilusión de los aficionados.

Un equipo no se contruye con la adhesión de jugadores de gran calidad. Un gran equipo debe surgir de las sinergias y la complementariedad entre estos jugadores. Sus puntos fuertes y débiles deben convivir para alcanzar un punto de encuentro, de entendimiento y comprensión del juego que permitan a la vez y durante el proceso descubir y desarrollar las estructuras de juego que posibilitan las características de los jugadores por un lado y los distintos valores añadidos que se van a dar por la interacción de estos.

Este equipo necesita hablar de baloncesto, necesita refundarse con el idioma del baloncesto, de los puntos que se van a conseguir a través del dribling de penetración, si este va a ser apoyado por el pick and roll, si se va a mover el balón de lado a lado antes de buscar atacar la defensa o se activará el ataque a partir de meter un balón interior. Si el equipo tendrá una actitud agresiva en cuanto el balón salga de la mano del tirador y buscará el rebote ofensivo, o por el contrario se estructurará a través de un balance defensivo que le permita controlar el partido desde la defensa. Cómo se atacaran los desajustes que plantee la defensa, cómo se atacará la zona…

Sabemos de la capacidad de Arroyo para jugar el bloqueo directo y continuación, de su extraordinaria virtud para anotar y también de su capacidad de pase no explotada o no exigida en un jugador acostumbrado a acumular más de 30 minutos en pista y ser amo del control del balón. ¿Se le exigirá que desarrolle su capacidad de pase y hacer mejores a sus compañeros? ¿Aceptará un rol menos protagonista? ¿Será así y no va a interferir la evolución de Satoransky? ¿Tendrá este la oportunidad de jugar los minutos decisivos del partido, los que hacen el carácter de un jugador, los que llevan inerentes una toma de decisión comprometedora? Porque es de este modo como crece un jugador.

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¿Veremos la sociedad Ribas-Doellman funcionando a pleno rendimiento, en su segundo año por lo que respecta al americano? ¿Se les facilitará espacios para que ellos creen su juego que ya conocen de Valencia? ¿Veremos a Ribas ejecutar ese movimiento, que a tantos nos gusta, de Spanoulis, que desde la esquina sube a recibir el balón mano a mano del pívot para decidir la siguiente acción? Con los distintos recursos que ofrecen los pívots del Barça, sería una acción difícil de defender y fácil de transferir a otros jugadores de la plantilla, con capacidad de aprendizaje para una mejor ejecución.

¿Qué alero jugará con Tomic cuando este bloquee, haga una continuación corta para recibir el balón en el tiro libre y desde ahí ejecutar un pase al poste bajo o a un corte desde la esquina? ¿Se le enseñará y permitirá que se juegue un uno contra uno desde esa zona?

¿Se aprovechará a Lawal para correr el contraataque y generar ventajas ofensivas en el espacio comprendido entre las los dos líneas de tres puntos? ¿Se le enseñará a Samuels a jugar sus uno contra uno hacia la línea de fondo o empezando con su mano izquierda para que no sea un jugador tan fácil de defender? A la vez, ¿se le enseñará a pasar?

¿Se confiará en el joven búlgaro Vezenkov, para mí el mejor fichaje junto a Pau Ribas y Shane Lawal? ¿Se liberará el talento y la capacidad anotadora de Abrines? Se le permitirá el error para dar rienda suelta a sus aciertos con unos dividendos que superarán con creces las pérdidas?

Preguntas y más preguntas que no pueden ser respondidas por mí ni por nadie en este momento. Respuestas que deberían ir surgiendo de la interacción de los jugadores, del modelo de juego por el que se decida apostar, de la enseñanza de nuevas capacidades y el no encasillamiento del jugador a una tarea concreta. El talento está ahí y la exigencia en ese sentido debería ser innegociable.

¿Y qué pasará con Navarro? Con esta pregunta surge la problemática de los roles, de la aceptación, del conocimiento por parte de cada jugador, de lo que se espera de él. De la demanda y exigencia de unos objetivos en función del tiempo de juego que van a tener.

¿Aceptarán Navarro, Oleson o Arroyo un papel secundario en el equipo? Está por ver, pero se me antoja una pregunta clave, y en función de la respuesta que se dé se superarán los problemas de la temporada pasada o se volverán a repetir del mismo modo en que surgieron en Grecia, Málaga o Madrid, donde el equipo se mostró perdido, falto de confianza y sin espíritu, fe ni convicción para dar un paso adelante o un paso en otra dirección para revertir una situación que venía anunciándose durante toda la temporada, en liga regular y algunos partidos de Euroliga, donde el equipo se mostró vulnerable y concedió muchísimas derrotas fuera del Palau.

Y si hay un sitio donde se forja el carácter de un equipo es cuando juega fuera de casa y consigue victorias holgadas en la cancha de los últimos clasificados o ajustadas y en los últimos segundos en pistas de campeones nacionales o de Europa.

Xavi Pascual y su equipo técnico tienen la llave para dar respuestas a esas preguntas y muchas otras que surgirán a medida que avance la temporada.

El análisis técnico y táctico queda emplazado para más adelante, cuando Pascual y sus jugadores estén en plena competición y nos ofrezcan los primeros detalles del estilo que se pretende para una temporada que, a priori y casi como obligación, desde mi punto de vista, debería servir para recuperar el alma de este equipo y la del Palau Blaugrana junto a sus aficionados.

* Jordi Juste es entrenador de baloncesto.


– Foto: EFE – Euroliga




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