Es como si el destino quería que supieran bien el precio que tiene ganar una Liga. No vale solo que tus rivales no lo sean, hay algo que tienes que hacer tú mismo: ganarla.
¿Podía representar el QPR un peligro futbolístico para la maquinaria celeste? A las claras, no. ¿Podía la presión interna acabar liquidando un equipo claramente superior? A las claras, sí.
No es fácil vencer el día que si no lo haces, mueres sin chance de resucitar. El partido interno que se vive en las mentes de cada uno a veces termina pasando factura. Y lo hizo este domingo con los jugadores del City, la mayoría poco habituados a definiciones como esta.
Les pasó factura en lo psicológico, tanto que acabaron ganando la Premier League en la desesperación de los últimos cuatro minutos, no de la manera pausada y categórica con la que resolvieron la mayor parte de sus victorias. Fue el momento en que las armas habituales no funcionan, en que un equipo de 10 parece un ejército de 300, en el que un 90% de posesión no alcanza para fabricar lo que otras veces se logró en apenas unos segundos.
Algo parecido al Arsenal en Anfield en 1989. “Agüero charging through the middle… It’s up for grabs now…” y el balón acaba reventando la presión acumulada en más de 60 mil almas y media ciudad.
Y aunque Kompany no quiera volver a vivir algo como esto, -el sufrimiento, claro está-, ha sido una lección de vida, una experiencia que puede no vuelva a suceder, pero que les enseñó algo que ninguno olvidará jamás.
Es la bienvenida a lo que supone disfrutar del título de la Premier, es el comienzo de la responsabilidad; y, al final de cuentas, es bueno porque así les costó ganarla, así la cuidarán.
Todos ganan, porque, aunque a base de billete, la Premier tiene un nuevo contendiente y el United, un rival que les hará mejorar sus deficiencias. Porque para que haya superación tiene que haber reto y para poder seguir disfrutando del fútbol de la mejor liga del mundo, tiene que haber varios aspirantes a la corona.
Las lecciones son para todos, para los que los que ahora deliran, para los que no tanto y para los que se van con las manos vacías. Probablemente, la mayor de todas sea que el campeón perdió los puntos que perdió jugando al fútbol; el derrotado perdió tres de los más importantes por no quererlo jugar.
* Alejandro Pérez.
– Fotos: Darren Staples (Reuters) – AFP
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