El cholismo está de moda ahora en Madrid como también lo estuvo en su día el mourinhismo, que levantó una pasión en el Real Madrid que no se vivía desde hacía mucho tiempo. En el mundo del fútbol está de moda relativizar las expresiones relacionadas con el entrenador hasta ser definidas estas como una forma de vida. Si Simeone cambió la mala suerte del Atlético, Mourinho se encargó de romper una hegemonía del Barcelona que parecía interminable.
El fútbol exige cambios, exige creer en ti mismo y, sobre todo, mentaliza al entrenador para sacar el máximo rendimiento de sus jugadores. Cuando Leonardo Jardim llegó al Mónaco, el mundo parecía un auténtico caos para el equipo del principado. La venta de James Rodríguez al Real Madrid y la posterior de Falcao en medio de una crisis institucional del equipo amedrentaron las críticas hacia un Jardim al que Ranieri le había puesto el listón bastante alto, a pesar de que la labor del italiano no dio en el cómputo global los resultados esperados. El técnico nacido en Venezuela, pero que lleva prácticamente toda su vida en Portugal, comenzó la Ligue 1 jugando muy bien al fútbol. Pero en el fútbol, ¿qué es jugar bien si el resultado es negativo jornada tras jornada? El 4-1 sufrido en Burdeos cambió definitivamente al Mónaco. No obstante, pese a que la primera victoria del equipo llegaría con Radamel Falcao de protagonista –en Nantes–, el Mónaco agradeció su marcha al Manchester United. No ficho a ninguna estrella, sino que priorizó a jóvenes como Wallace o Bakayoko en el centro del campo. Dichos jugadores son a día de hoy casi indiscutibles en la estructura del equipo monegasco, como lo es también Jardim.
En el fútbol también es frecuente analizar a un entrenador por sus resultados. Jardim jugaba bien, pero perdía y pensó que la mejor manera de progresar era asentar defensivamente al equipo por encima de todas las cosas. El jardinismo ya no era un estilo de toque, sino un repliegue intenso más transiciones rápidas. El cambio de sistema del Mónaco le ha dado un resultado espectacular al equipo, que no obstante, ha seguido siendo irregular en Ligue 1. Todo lo contrario en la Champions, donde todos sus partidos los ha sacado adelante sin encajar gol y con un equipo monopolizado por su centro del campo, donde el irregular Bakayoko, que pasó de no estar convocado a ser una pieza clave en el engranaje monegasco, complementa a la perfección la medular junto a Toulalan, liberando a la mejor versión que hemos visto de Moutinho desde su llegada al multimillonario proyecto del Mónaco.
Un Carvalho renacido, un Raggi que parece que tiene 25 años y un Berbatov en ataque que, junto a Ferreira-Carrasco, hacen temblar a los defensores son, además, factores que han hecho posible la remontada del Mónaco. Desde su derrota ante el Rennes, allá por el mes de noviembre, el equipo de Jardim ha ganado a casi todos los rivales que se le han puesto por delante. En semifinales de la Coupe de la Ligue, sin embargo, el equipo falló ante el Bastia, pero en la Coupe de France está intratable, al igual que en la Ligue 1, donde si algunos de los de arriba fallan podríamos estar incluso hablando de una posibilidad de ver al Mónaco peleando por el campeonato. Palabras mayores.
Jugando mal y contra todo pronóstico, el Mónaco se coló en los octavos de final de la Champions potenciando a su mayor esplendor el jardinismo. Encajando tan solo un gol en un grupo con el Bayer Leverkusen, el Zenit o el Benfica –el único que le ha ganado en la Champions–. Su rival en octavos sería el Arsenal, a priori un equipo complicado, pero con un estilo de juego ideal para potenciar el jardinismo. Quizás el mayor condicionante en la ida sería el de no poder contar con tres jugadores clave como Bakayoko, Toulalan y Ricardo Carvalho. Esto hizo que Jardim se inventara por enésima vez una genialidad en lo que llevamos de temporada.
Porque, ¿a qué entrenador se le ocurre dejar en el banquillo a jugadores de la talla de Bernardo Silva, Ferreira-Carrasco –llegaba tocado, pero estaba en condiciones de jugar– o Alain Traoré –que maravillaba en el Lorient– …. para jugar con Fabinho de mediocentro y con un lateral de 18 años sin experiencia internacional de lateral derecho y, además, triunfar? Solo Jardim puede decir eso. Se coronó en Londres ante Wenger con un 4-4-2 que pocas veces le habíamos visto emplear en Champions. Y todo ello sin tres de sus mejores jugadores, lo que incrementa aún más la importancia del 1-3. El repliegue del Mónaco, la resurrección de Abdennour como central –está intratable, casi mejor que el Abdennour del Toulouse– y la dominación del tempo y las transiciones de Moutinho, fueron, junto a Fabinho, las mejores noticias del Mónaco.
Otro factor que podemos destacar de Jardim es lo mucho que mentaliza a sus jugadores. En el Emirates, Martial, jugador que en agosto estaba más fuera que dentro del club, cuajó un partido maravilloso. Kondogbia, inadvertido por lesiones durante toda la temporada, sumó un gol y también un sacrificio defensivo que hizo olvidar a la pareja que forman Bakayoko y Toulalan. No solo eso, sino que Bernardo Silva, que entró en el minuto 80, hizo quizás en diez minutos más que otros jugadores del Arsenal en 90 y además le dio a Ferreira-Carrasco, también suplente, la asistencia del 1-3. El jardinismo no entiende de individualidade. Si el año pasado el equipo dependía de James y sin él apenas había juego, este año no ya sin uno, ni dos, sino sin tres de sus jugadores imprescindibles, el Mónaco sigue premiando el bloque a los nombres.
Es complicado que el Mónaco pueda mantener este nivel durante toda la temporada. Pero lleva desde octubre jugando con un estilo de juego monótono, simple y pragmático que le está dando resultados. ¿Tiene opciones reales de hacer sufrir a un grande? Que se lo digan al Arsenal, al PSG o incluso al OM de Bielsa, que en el Louis II no encontró la fórmula de perforar a Subasic, que está también haciendo olvidar aquellos rumores que decían que no fichar Valdés sería un error. En el jardinismo no hay jugadores más o menos importantes, todos son iguales.
* Andrés Onrubia.
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