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Recientemente ha fallecido Emilio Ponce, uno de los impulsores del atletismo valenciano. Una persona que con más de 80 años se le podía encontrar cerca de la línea de salida de las pruebas de velocidad, controlando a sus alumnos.
Ponce nació en Gijón el 29 de julio de 1930, puesto que su padre era militar y tuvo varios destinos. En 1939, con el final de la Guerra Civil, la familia se estableció en Valencia, de donde ya no se movería. Como no podía ser de otra manera, a Emilio le tiraba el fútbol. Y como era rápido jugó en varios equipos de categoría regional. Pero un día se cruzó en su camino una persona que se encontraba en Valencia buscando atletas y futuros entrenadores: el italiano Giovanni Baptista Mova. Era el año 1949.
Este señor fue contratado por la Federación Española de Atletismo para organizar una futura Escuela de Entrenadores (la actual ENE), y para ello se desplazó por toda España. Los métodos del italiano cautivaron al futuro velocista, que acabó decantándose por el atletismo.
En 1950 empezó a entrenar en serio, consiguiendo una marca de 11.6 en 100 metros. En aquellos tiempos las pistas eran de ceniza, y dependiendo del tiempo podían estar muy duras o muy blandas. A veces las marcas no se homologaban o eran muy dudosas, por motivos que veremos más adelante.
Al año siguiente consiguió excelentes marcas. Corrió en 11.2 en Valencia el 22 de abril, siendo el sexto español más rápido, y terminó un 200 en 22.5 en Puerto de Sagunto, pero ese día parece ser que no había anemómetro y solo le tomó el tiempo un cronometrador. Una lástima, porque era la mejor marca nacional del año. Compitió en el campeonato nacional absoluto (celebrado en el estadio de Montjuïc) en 100 y 200, llegando a la final de la primera prueba.
No hemos encontrado competiciones de Ponce en 1952 (por la edad, estaría haciendo el servicio militar). En 1953 sus mejores marcas fueron de 11.1 en Valencia el 26 de junio y de 23.8 en Barcelona el 27 de marzo. Quinto en 100 y trigésimo en 200 en el ranking de esa temporada, aunque igualado con otros corredores, entre ellos el antiguo presidente de la Real Federación Española de Atletismo (RFEA), Juan Manuel de Hoz.
El campeonato de España de 1954 se celebró en la ciudad marroquí de Tetuán, que entonces era colonia española. Nuestro protagonista realizó allí 23.6 en 200 el 11 de septiembre (vigésimo segundo registro de la temporada). Su mejor marca en la velocidad pura fue de 11.2 en Valencia el 20 de junio, la quinta mejor del año.
Pero su empeño en los entrenamientos no se veía reflejado en una marca que certificara la calidad que poseía el pequeño velocista valenciano. Sus mejores marcas en 1955 fueron 11.0 y 11.1 en 100 y 23.2 en 200, pero no aparecen en los rankings al ser dudosas.
El de 1956 era un año especial, al ser olímpico. Emilio Ponce se puso la camiseta de la selección española en las pistas de la Ciudad Universitaria de Madrid. Allí se celebró un encuentro contra el estado alemán del Sarre. Ponce llegó a meta en segunda posición con 11.2. En aquellos tiempos el atletismo español se encontraba en los últimos lugares de Europa y no podía competir de tú a tú con selecciones nacionales, ya que el nivel era muy bajo.
También se desplazó a Francia, concretamente a Limoux (una pequeña población de 8.000 habitantes) en un encuentro contra Francia Sur. Fue cuarto en 100 con 11.2, corrió la primera posta del 4×100 junto a Picola, Ichasmendi y Pagés con un registro de 48.4 y salió también en 4×400 con Celaraín, Díez y Arturo Ruf, consiguiendo los cuatro una marca de 3:33.2.
Con la mirada puesta en los Juegos Olímpicos de Melbourne, Ponce compitió en el campeonato de España celebrado en Oviedo. Consiguió el bronce en 100 metros con 11.3, pero no pudo llegar a la final en 200. El relevo 4×100 tenía muchas posibilidades de ir a los Juegos de Melbourne, pero con motivo de la invasión soviética en Hungría el gobierno español decidió no enviar representante alguno a aquella lejana ciudad de las antípodas.
Desilusionado, Ponce ya empezaba a entrenar a algunos compañeros. Pero aún estuvo un par de años más en la élite. El 2 de junio consiguió en Castellón la mejor marca nacional del año con 10.9 y el día 29 de ese mismo mes corrió en 10.7 en Valencia. La federación española nunca tuvo esa marca en cuenta, ya que no había anemómetro. Se habló incluso de salida irregular (es decir, que Ponce partió antes de tiempo). El 1 de mayo, en Barcelona, había terminado un 200 en 23.5, decimoquinta marca del año.
Su último campeonato absoluto fue en 1958, en San Sebastián. Allí consiguió ser sexto en 200 con 23.6, pero no llegó a la final en el 100. Sus mejores marcas ese año fueron 11.0 el 16 de febrero y 23.1 el 25 de mayo, ambas en Valencia. Ya estaba lejos de los mejores velocistas españoles.
En los años 20, el Valencia C. F. tenía sección de atletismo. Y en 1959 volvió a tenerla con el empuje de un enorme directivo como Antonio Ferrer y un excelente técnico como Emilio Ponce, que unos años más tarde fundó el primer club femenino valenciano, el Medina.
Las enseñanzas de Ponce las recibieron atletas de la calidad de Manuel Ufer, Manuel Ruiz Parajón, Leonardo Banacloches, Javier Pitillas, Pablo Escribá. Y pioneras como Esther Luy o Amparo Betes. Casi todos los deportistas que pasaron por el Valencia C. F. y luego el Valencia Terra i Mar han escuchado alguna vez sus consejos.
Rafael Blanquer, en sus inicios, se dedicaba a las vallas altas, llegando a ser subcampeón de España juvenil y campeón de España junior en 110 vallas. Pero la sabiduría de Ponce le recondujo primero a la velocidad y luego al salto de longitud (fue el primer español en volar más allá de los ocho metros, con 8.01 en 1976).
Ponce dijo una vez: “Seguiré en el atletismo hasta que me muera”. Hasta hace unos meses todavía lo veíamos en las pistas.
* Joan Pelayo es juez-árbitro de atletismo, especialista en pértiga y miembro fundador de la AEEA.
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