“Un jugador que pasa por el quirófano jamás vuelve a ser el mismo”. Ojalá pudiéramos negar esta afirmación tan dolorosa que en su día expresó Paul Dorochenko, uno de los gurús más prestigiosos del mundo de la raqueta. Su experiencia en el circuito durante más de 30 años le avala e incluso confirma que tiene grandes dosis de verdad. El vestuario masculino sufre cada temporada cientos de lesiones inevitables debido a la exigencia del calendario, cambios de superficie y sacrificio diario, un capítulo que no ha faltado en este 2014, donde hombres como Rafa Nadal, Juan Martín Del Potro o Tommy Haas se han visto obligados a olvidarse del presente para sonreír en un futuro. Ya sea por temas de muñeca, hombro o pie, algunas de las mejores raquetas encaran la última recta de sus recuperaciones con el objetivo de renacer en la entrada del nuevo curso. Un regreso que muchos ya se conocen a la perfección.
El ejemplo más distinguido, cómo no, es el de Rafael Nadal. Con 28 años –los últimos 11 en la élite de este deporte– no ha habido temporada en la que el jugador de Manacor no haya tenido alguna lesión. Desde el codo al pie, pasando por las rodillas, pocas son las partes del cuerpo del balear que no se han visto afectadas. Durante el último años, tres nuevas víctimas: espalda, muñeca y apéndice. Ya sea en plena final de Grand Slam, durante un simple entrenamiento o por obra divina de la mala fortuna y la desdicha, el español ha sido víctima de un mal de ojo con un desenlace de tan solo siete partidos disputados desde la caída ante Nick Kyrgios en Wimbledon. Sus verdugos (Klizan, Feliciano o Coric) rivalizaron con la versión más apagada de Nadal, aprovechando los últimos kilómetros de una temporada en la que ya no sobrevivían ni las ganas de pelear. Recuperado, operado y con los ánimos renovados, Nadal se negó a competir en la novedosa IPTL para esbozar una pretemporada exenta de fatiga y con la mente puesta ya en los torneos de Doha y el Open de Australia. Pese a no haber pasado por quirófano (excepto por la apendicitis), otra vez toca olvidar las penas, reinstalar las alegrías y recorren el camino que tantas veces ha transitado, partiendo del infierno hasta coronarse en lo más alto.
La segunda muestra del escaparate nos lleva hasta Tandil, con Juan Martín del Potro como protagonista. Cuatro años después de su operación en la muñeca derecha, ahora era la izquierda la que empezaba a dar problemas. El inicio de año no pudo ser mejor con el título en Sídney, a partir de aquí, participación discreta en Róterdam y cita con la realidad en Dubái, donde apenas aguantó un set ante Devvarman. Imposible prevenir, demasiado tarde, aquel castigo de 2010 se repetía ahora en 2014, en el lado contrario. Había que curar. Otra vez la temporada por el aire, otro curso de desventaja con el resto, otra vez el quirófano, los lloros, la impotencia, las dudas. Otra vez aquel infierno del que tanto le costó salir y del que, contradiciendo a Dorochenko, logró escapar de los fantasmas del pasado, recuperando su mejor nivel competitivo. Ahora, anclado en la posición 138ª del ranking ATP, Delpo deja enterrado otro saco de lágrimas para escalar por segunda vez la misma montaña que un día amenazó con fulminar su carrera, reemprendiendo un viaje de vuelta a las estrellas, aquellas con las que el argentino lleva soñando casi 300 días.
Estos dos capítulos son solo el prólogo del último libro de lesiones, liderado por quien fuera el número uno de la clasificación y uno de los que se postulaban como candidato al trono. Tras estas dos narraciones aparecen otras historias en las figuras de Tommy Haas o Nicolás Almagro. El alemán tuvo que poner freno al curso después de varias recaídas en su hombro derecho, fustigado por los dolores y convirtiéndose en una rémora nociva sobre la pista. Obligado a tirar la toalla en sus enfrentamientos de Sao Paulo, Roma y Roland Garros, el hamburgués optó finalmente en prescribir al viacrucis y operarse de una vez por todas. Semblante parecido al del tenista murciano, aunque éste debido a una fascitis plantar. Nico ya se vio obligado a comenzar su andadura más tarde de lo normal debido a sus achaques en el hombro, los cuales no le dejaron respirar hasta el mes de febrero. Sin haber sanado la primera herida, empezó a originarse la segunda, una lesión en su pie izquierdo que le impedía realizar el apoyo correctamente. Adiós a la temporada, misma respuesta que el alemán. A dos semanas para que el circuito vuelva a escena, ambos jugadores conviven en el top-70 y ultiman su recuperación para redimir el tiempo perdido y la condición cedida, esa que les situaba entre los veinte mejores tenistas del planeta.
Pero si de medallas se trata, el oro se lo lleva Janko Tipsarevic. Su último partido data del 21 de octubre de 2013, en dieciseisavos de final del Valencia Open 500 ante Marcel Granollers. Con tan solo tres juegos transcurridos, el serbio se despidió cabizbajo en la red, cogió sus aperos, se marchó del estadio y hasta el día hoy. Su regreso sigue siendo una incógnita después de haber pasado más de un año. “Este ha venido a coger el cheque”, criticaron algunos. Puede ser, eso sí, sería su último cheque. Aquellos problemas en el pie fueron creciendo como la bola de nieve que incrementa según desciende por la pendiente, llegando a ocasionar dos tumores benignos de inquieta curación. Actualmente el de Belgrado se encuentra sin ranking tras haber perdido todos sus puntos ATP, con lo que representa la vuelta más heroica de todo el capítulo de lesiones. Parece que Chennai (30 diciembre) será definitivamente el lugar donde, haciendo uso del ranking protegido, vuelva a sonreír cuando muchos ya le dábamos por perdido. Mejor tarde que nunca.
Cada uno con su cruz, con su dolor, su preocupación y esa duda que siempre aparece cuando la sombra del túnel se convierte en luz: “¿Volveré a ser el mismo?”. Algunos expertos como Dorochenko, basados en la ciencia y en la experiencia, nos dicen que no, que el cuerpo jamás vuelve a reaccionar de igual forma tras pasar por los talleres de la cirugía. Que se lo pregunten a Andy Murray, quien tuvo que vagar durante nueve meses hasta cosechar su primera final y título tras 15 meses de búsqueda. Sin embargo, milagros como el de Juan Martín del Potro nos hacen creer que la pasión y el deseo de un jugador pueden esquivar cualquier barrera, por muy sólida e irrefutable que parezca. El de Tandil conoce de cerca lo que significa el sufrimiento, la desesperación, la agonía, al igual que Nadal, Robredo o Tipsarevic. Tenistas que han pasado por verdaderos calvarios (algunos en más de una ocasión) y que atraviesan sus últimos días de lucha encaminados hacia un nuevo renacer. “Siete veces me caigo, ocho veces me levanto”. Una vez más, en la voluntad del ser humano está el mayor de los poderes.
* Fernando Murciego es periodista.
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