Mucho run run alrededor de Cristiano Ronaldo, pero el portugués posee unas virtudes ejemplares de las que no dimite ni así caigan chuzos de punta: jamás se esconde; siempre intenta decidir y definir; y ni le quema el balón ni la responsabilidad. Cuando se afirma rotundamente que Cristiano se arruga en los partidos grandes, quizás debería mirarse antes al equipo, no sea que quien se arruga de verdad esté sentado en el banquillo.
Cristiano jugó 75 minutos casi como segundo lateral izquierdo (o derecho), ocupado en perseguir a Dani Alves. Esa no es misión para un futbolista extraordinario. Puede serlo en un momento puntual del partido, durante diez minutos dramáticos a cara o cruz, pero jamás como misión estructural. Mirar su rendimiento atacante (o el de Benzema e Higuaín) en este partido es mirar el dedo y no ver la Luna. Sin suministros, no hay caballería que sobreviva. Y si los jinetes han de construirse su propia logística, la agonía está garantizada.
La jugada del gol merengue lo explica con precisión: balón perdido por un interior blaugrana al borde del área de Casillas; recuperación corta de Alonso; regate y pase preciso de Benzema; 50 metros de carrera de Cristiano para definir. Los tres protagonistas, 30 metros por detrás de donde deberían estar. Pese a ello, gol.
El responsable de estos 30 metros atrás no es Cristiano, jugador disciplinado, currante y honesto.
– Foto: Helios de la Rubia (Real Madrid)
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