"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Únicamente defiendo; ante todo la posesión del balón y pido toque, pero con movilidad. Una movilidad que puede o debe ser más mental que locomotora.
Partimos de la idea de que en toda confrontación deportiva hay una oposición a vencer. Ante un mismo jugador, éste no realizará nunca dos partidos exactamente iguales, aunque aparentemente las circunstancias sean las mismas.
Para el fútbol es ocioso hablar de una “técnica”, de una manera de jugar bien, de una norma para jugar o ver mejor un partido. La normalidad es, hasta ahora, una sola sea cual sea la época: el triunfo de los mejores, los más dotados, de los más hábiles con los pies y, sobre todo, con la mente. Ocasionalmente puede darse el triunfo del que es menos capaz en cuanto a su relación al talento-destreza y habilidad.
Contextualizando un poco la situación, el Fútbol Club Barcelona sería la imagen ideal para representar el fútbol bien jugado. Ese fútbol bien jugado al que nos referimos es el fútbol que se inicia desde atrás, en la defensa. La parcela defensiva se ha de ver fortalecida por el apoyo de los delanteros y centro del campo para crear superioridad numérica y también posicional en cada parcela del campo, hasta que nos permita superar líneas y conseguir una opción de finalizar la jugada con cierto éxito y en las mejores condiciones posibles.
Cuando observamos cualquier partido, bien sea de la Primera División española o del resto de ligas europeas, parece que el encuentro se desarrolla en condiciones diferentes. Es una realidad que todos los partidos se disputan sobre un terreno de juego de similares características, por lo menos en cuanto a dimensiones. Lo cierto es que algunos equipos reducen esas dimensiones del campo, facilitando así el fútbol lento, escaso de movilidad, para entrar y salir, subir o bajar…
En el fútbol que, en principio, se denomina correcto, podría jugar bien hasta un futbolista que no le pegue bien a la pelota, puesto que no es requisito indispensable ser extraordinariamente habilidoso, ya que de ser solamente eso, “habilidoso”, estaríamos ante un mal jugador, que no entiende el fútbol.
Cuando un futbolista hace lo sencillo, lo simple, no se me antoja necesario que aparezca la habilidad. El ejemplo claro, que no deja de sorprenderme partido a partido, es el de Sergio Busquets, que no exento de calidad y habilidad, es un jugador que se caracteriza por “no intentar hacer lo que no sabe”. Creo que ese es su mayor aporte, entre otros muchos de cariz táctico, a nivel ofensivo y, por supuesto, equilibrio defensivo.
Considero que nadie en el fútbol debe decir o probar que sabe más de fútbol que otro. Hemos llegado a la actual realidad en que el mismo juego constituye hoy una angustiosa preocupación que impide jugar con naturalidad. En estos momentos escasea el desparpajo. Tengo claro que dicho desparpajo procede de aquellos lugares donde ha existido dificultades y/o conflictos sociales aunque, claro está, existen excepciones que justifican la regla.
Entiendo que el fútbol ha pasado por diversas etapas: no creo en la distinción entre fútbol antiguo y fútbol moderno. El fútbol es siempre “fútbol”, se juegue donde se juegue. Lo que sí diferencio es la predisposición de antes y la de ahora hacia la forma de practicarlo y de competir. La inclinación actual es conservadora por naturaleza. El fútbol actual es lento, no referido a velocidad de traslación, sino a velocidad mental; no abundan jugadores que piensen con rapidez y sí proliferan cada vez más jugadores que corren con mayor rapidez.
En algunos momentos se quiere jugar sin dominar la pelota, provocando con ello imprecisiones en la entrega y la consiguiente recepción del balón. Creo que en los últimos tiempos se ha perdido alegría y convicción en el juego y nos hemos establecido en una sociedad influenciada por otros sectores ajenos al fútbol, pero que también son necesarios y que también participan indirectamente en el juego. Estamos demasiado pendientes de lo que un jugador hace o deja de hacer con sus piernas, generando presión y confusión en los matices del juego.
Decía Ernesto Lazzatti en 1957: “Las tácticas dependen todas de la calidad, no del mero propósito de ponerlas en ejecución; lo mismo ocurre con las marcaciones”. El fútbol es momento. Hay equipos que son los “mejores no jugando al futbol”, pero que por diversas circunstancias han obtenido éxito y son bastantes los que tratan de emular sus mecanismos con el afán de encontrar el éxito.
El fútbol es una actividad fundamentalmente de talento y precisamente de eso no andamos demasiado nutridos. El fútbol, dijo una vez Peucelle, “no se ha hecho para viudos ni divorciados. El fútbol necesita del amor del casamiento”. Es para “casados” que se junten, única manera de asegurar la pelota. “La pelota, entre divorciados, se pierde y es difícil recuperarla”.
Quizás hemos llegado a un momento en que el jugador ya no vive con el fútbol, sino que sufre con el fútbol. Denota cada vez más el egoísmo individual en correspondencia a “cada uno por cada uno”, para salvarse de las criticas, para no tener la “culpa”. Volviendo a analizar el fútbol que actualmente nos encandila a tantos, ya seamos futbolistas, entrenadores, periodistas… es aquel en el que la velocidad es de la pelota, tocada en muchas ocasiones y retenida poco tiempo. Carlos Peucelle, en 1966 declaraba: “¡Qué me vienen con que ahora meten gente atrás! Siempre la actitud instintiva del que se sabía menos fuerte fue ir a la defensiva como primera medida de seguridad. ¡Siempre!”
Hace unos meses, el partido de Champions League que enfrentó a AC Milan y F. C. Barcelona dejó bien claro cuál es el tipo de fútbol que llama la atención de aficionados y profesionales. No descubrimos nada novedoso. Se trata del juego del FCB, al que elogió uno de los máximos responsables de un club histórico como el AC Milan, de la mano de Berlusconi, quien declaró: “A Guardiola le dije que aprecio el juego del Barcelona y que estamos orgullosos de ser capaces de llevarnos de casa un resultado en el que su equipo no ha salido victorioso“.
Esta frase sencilla y enriquecedora, tiene gran importancia, puesto que estamos hablando de que uno de los clubes más grandes de la historia se rinde al juego de un equipo visitante y oponente, pero que dignifica el deporte y en este caso el fútbol, como valor principal del reconocimiento al trabajo bien hecho. Bravo por Berlusconi y el AC Milan.
El juego del FCB utiliza una máxima: “Ni todas cortas, ni todas largas”. Podríamos buscar, en su lugar, tres cortas y una larga, tratando de encajar más con la pretendida excelencia en el juego y la perfección añorada. En el FCB abunda el compañerismo y el compromiso por unos ideales y patrón de juego en el que creen, en todo momento, donde unos juegan y otros corren, porque si todos corren no se juega y si todos juegan, no habría cómo jugar sin correr. Se trata de lograr equilibrio en los espacios y participación de cada uno de los integrantes del grupo.
Lo ideal, que no responde a la realidad, es conseguir continuas variantes, con gran movilidad en todo el campo, alternando con cierta frecuencia momentos de pausa. En definitiva, en el fútbol todos necesitamos de todos y nadie puede subsistir o triunfar por sí solo.
Reflexión final: “El deporte es siempre un juego, y si deja de ser un juego, también deja de ser un deporte”. (Carl Diem).
* David Martínez es Entrenador. En Twitter: @davidmart88
Fotos: Real Madrid – Chelsea FC – FC Barcelona
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