Sacar grandes conclusiones de una competición de dos semanas, por más que haya sido un campeonato del mundo, puede ser tan arriesgado como pasar una tarde en un pub de Dublin y escribir una tesis sobre los hábitos de ocio de los irlandeses (que hay osados que lo hacen). Pero el mundial de balonmano que culminó el domingo en Barcelona apuntó unas señales que podrían indicar un retorno a un juego más creativo, a una preponderancia de los grandes recursos técnicos y de la velocidad sobre los artilleros descomunales que rompen las redes. Eso sí, con el fundamento básico de una defensa férrea y un portería de alto nivel que garantice casi el 40 % de paradas para apuntalar el éxito.
Si en el fútbol es la hora de los pequeñitos tras los éxitos de la selección española con los Xavi, Iniesta y Silva como ejes, que en el caso del Barcelona cuenta por delante con el prodigioso Messi, en el balonmano podríamos estar recuperando la alta cualificación técnica como recurso fundamental, por encima del monumentalismo físico. Cierto que los hombres de enorme envergadura y peso seguirán teniendo un rol fundamental en este deporte de tanto contacto, pero el juego de los equipos no podrá basarse solo en los colosos de gran gabarit porque correría el riesgo de chocar contra los muros infranqueables que ahora se saben montar. Y si no que le pregunten a España.
Solo los gigantes que disponen además de grandes recursos técnicos y están físicamente muy finos pueden sobrevivir. En el equipo ideal del mundial se han reunido siete artistas del balonmano entre los que solo el húngaro Laszlo Nagy tiene una envergadura descomunal, con sus 2,08 m. de altura. Pero el jugador formado en el Barça posee una riqueza técnica envidiable, con soluciones que parecen imposibles para tal acumulación de centímetros. Sus compañeros en ese siete fabuloso son el rejuvenecido Alberto Entrerríos, el mago croata Duvnjak, el infalible pivote irundarra Aginagalde y dos extremos mágicos: el danés Lindberg y el ruso Dibirov, una de las sorpresas del campeonato. Para muchos, esta última plaza debería ser para otro danés, Aders Eggert, máximo goleador del campeonato, aunque en la final se topó una y otra vez con el portero español Sterbik.
No hay duda de que esa lista de laureados se hizo antes de la final, porque Arpad Sterbik borró de la pista al elegido como mejor guardameta, el danés Niklas Landin, que hizo un gran campeonato pero sin la guinda del último y decisivo encuentro. Y la mejor demostración de que los electores de los hombres del torneo comieron el flan antes que los entremeses es que eligieran a Mikkel Hansen como jugador más valioso del campeonato. Es el más mediático del mundo, pero en la final estuvo desaparecido y resultaría sorprendente que se elija como mejor del Tour a quien se hunde y pierde la carrera en la contrarreloj definitiva.
Para mí, a nivel individual, el mejor jugador del campeonato ha sido Domagoj Duvnjak, heredero del bastón del mando croata del mago Ivano Balic. El central del Hamburgo, de 24 años, está llamado a marcar una época en este deporte.
La referencia a las individualidades por delante de los equipos se justifica por el interés en resaltar que los hombres de gran calidad, más que los artilleros consumados, son los que han puesto la sal a un campeonato que tuvo como ganadora sorprendente a la selección española. Sorprendente si nos atenemos a ese silogismo: Croacia gana a España, Dinamarca da un repaso a Croacia… luego Dinamarca tendría que ganar con claridad a España. Pero la lógica de Aristóteles no vale para el deporte y España superó a Dinamarca con una diferencia sin precedentes.
“Nunca había visto a un equipo jugar asi”, dijo Jesper Noddesbo, magnífico pivote del Barcelona, que fue otro de los daneses que quedó inédito en la final con un solo gol de cuatro intentos. “Me hubiera apostado ir andando desde Barcelona a Madrid si ganaba España”, confesó Talant Dujshebaev, entrenador del Atlético de Madrid, que fue oro con el Equipo Unificado en ese mismo escenario del Sant Jordi en los Juegos Olímpicos de 1992, antes de nacionalizarse español.
Pocos creían en el triunfo español. Yo tampoco, lo reconozco. Para mí el favorito del mundial era Croacia, pero después de ver el aplastamiento al que fue sometido por Dinamarca, pensé que el oro iba al país escandinavo y que la bandera roja con la cruz nórdica ondearía en lo alto de Monjtuïc. Incluso me temía que la superioridad pudiera llevar a la paradoja de que sus bulliciosos 2.000 seguidores, con la ayuda de los decepcionados franceses (que habían comprado la entrada para la final seguros de ver a Karabatic), se comieran el ambiente del Palau Sant Jordi.
Pocos creían. Pero bastó con que creyeran diecisiete personas: el seleccionador y los dieciséis jugadores españoles. Su juego férreo atrás y eléctrico adelante contagió a las gradas y los daneses se empequeñecieron como la sirenita de Copenhague frente a los gigantes molinos españoles. Fue un partido que marcará una época, y no sólo por los guarismos que podrían equivaler a un 6-0 en contra del gran favorito en una final de la Champions League.
Dinamarca no supo reaccionar. A su entrenador, el famoso Ulrik Wilbek, le hubiera gustado esconderse dentro de un tejer, gorro tunecino que le puede resultar familiar porque nació en Túnez aunque siempre ha vivido en Dinamarca. Quizás por haber entrenado antes a la selección danesa femenina, a la que hizo campeona de todo (como Jorge Dueñas, el técnico de las guerrreras, ha sabido manejar bien equipos de chicos y chicas), no fue un hombre hecho y derecho para presentarse en la sala de prensa tras la apabullante derrota. Bien dijo Valero Rivera que él compareció en las cuatro ocasiones anteriores en las que le ganaron los daneses. Saber ganar y saber perder.
España fue mejor y demostró que aunque el balonmano languidece en este país, con siete equipos de élite desaparecidos en los últimos años, hay base para seguir en un buen primer plano. La selección española júnior fue campeona de Europa el año pasado y varios de sus jugadores, entre ellos Ariño que ya ha jugado este mundial y Álex, el hijo de Dujshebaev, apuntan muy buenas maneras. Y recordemos que el equipo que ayer se proclamó campeón del mundo solo tenía tres hombres mayores de 30 años.
No hay que mirar solo al podio a la hora de analizar el mundial. Este campeonato ha aportado interesantes evoluciones en equipos como Rusia y Alemania, que son otros ejemplos de evolución hacia el juego creativo, las soluciones técnicas y tácticas, por encima de los grandes artilleros. Ojo a estos dos equipos, que pueden volver al primer plano muy pronto con esa fórmula renovada. También me gustó mucho Eslovenia, que quizás ofreció los momentos de mayor plasticidad en el juego y que solo tiene el problema de que un país con la extensión de Badajoz no puede disponer de un gran fondo de armario de jugadores.
Por el contrario, Francia atraviesa una tremenda crisis que ya apuntó en el Campeonato de Europa y en los Juegos Olímpicos, donde ganó, en mi opinión, con muchísima suerte y jugando solo un gran partido. El equipo ha envejecido y necesita nuevos aires, aunque tiene la suerte de contar con una liga fantástica en la que se han colocado varias figuras españolas.
Pero no solo hay que mirar a Europa. Una selección con proyección es Brasil, que dirige Jordi Ribera. Ha trabajado muy bien en el campeonato y, si sigue con esa progresión, no será comparsa ni mucho menos en sus Juegos de 2016. Jordi está seguro de que así será porque “es un país loco por el fútbol, pero se juega a balonmano en toda las ciudades”. Y una mención justa a Túnez, la mejor africana, que sorprendió con el triunfo sobre Alemania pero acusó luego las lesiones. Un equipo con futuro y músculo.
Ahora hay que asomarse a las próximas citas. El europeo de 2014 será en…Dinamarca. ¿Se imaginan una revancha España-Dinamarca en Copenhague? Mucho me temo que los daneses no volverán a ser unos angelitos como ayer en Barcelona. Y atención al siguiente peaje, el Mundial del 2015 en el exótico Catar. Un campeonato muy valioso porque dará plazas para los Juegos de Río de Janeiro, directas para los mejores y con la opción de ser organizador de preolímpicos para los siguientes. En los dos últimos Juegos Olímpicos, en Pekín y Londres, la selección española necesitó superar el delicado obstáculo de los preolímpicos de París y Alicante, respectivamente. Es importante colocarse bien en este recorrido.
Mucho se ha conseguido y mucho hay por delante. La Federación Española elegirá un nuevo presidente porque Juan de Dios Román lo deja. Vendrá un nuevo equipo que seguramente querrá que siga Valero Rivera, pero…
* Pedro Gabilondo es periodista. Ha cubierto 9 ediciones de Juegos Olímpicos (desde Munich 1972).
– Fotos: handballspain2013 – Javier Soriano (AFP) – Marko Djurica (Reuters)
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