Los últimos resultados del Barcelona, en particular la segunda vuelta de la liga, y las horrendas eliminatorias de Copa del Rey y Champions League han dejado muchas dudas entre los expertos: ¿Es un problema de actitud, de físico, de táctica…? Es muy complicado desligar un aspecto del otro por una razón muy sencilla: el Barcelona de Guardiola difería del de Rijkaard, incluso del de Cruyff, en su rigor defensivo, en la exigencia del esfuerzo físico defensivo para recuperar el balón cuanto antes, y eso requiere de las tres cualidades citadas.
Si Víctor Valdés consiguió cuatro Zamoras consecutivos fue porque el equipo recuperaba pronto, y a su vez eso se debía a que siempre estaba bien colocado en el campo, espectacularmente bien colocado. A esta colocación había que añadirle unas ganas y un compromiso por ir a la presión que solo podía tener efecto si todos participaban de la misma, cada uno en su función. Para ello, obviamente, era necesario que físicamente el equipo pudiera hacerlo. Llegar medio segundo más tarde a una posición, a un cruce, a un relevo supone la diferencia entre ser un equipo imbatible y un equipo roto.
Este año se ha visto más lo segundo que lo primero y, ya digo, las razones pueden ser varias: el equipo está peor plantado en el campo, menos unido, y se obliga a unas carreras impresionantes en el campo de arriba abajo a las que sus jugadores no están acostumbrados. La cantidad de balones que se pierden sin recuperarse después ha aumentado alarmantemente y eso hace al equipo vulnerable y a la presión, ineficaz. En parte, y se ha dicho muchas veces, el Barcelona ha empezado a defender mal en el momento en el que ha empezado a atacar mal, sin los pases necesarios antes de cada jugada, o, más bien, con pases mal hechos, en posiciones no adecuadas, sin un sentido claro que siempre había sido llegar a la portería contraria y no simplemente defenderse con la posesión.
La conclusión a la que se ha llegado en los últimos días, de manera casi generalizada, es que la plantilla ha estado mal gestionada en cuanto al reparto de minutos. Que los jugadores han llegado fundidos a final de temporada –tácticas aparte, basta ver a los jugadores sobre el campo para saber que están agotados– porque Vilanova y Roura no han sabido rotarlos y han abusado de un mismo once con pocas variantes. Bien, vamos a hacer un análisis de los últimos cinco años para comprobar si esta impresión es cierta y hasta qué punto. Considérenlo un juego, poco más, porque el fútbol es mucho más que un montón de estadísticas, pero seguro que encuentran en este análisis cuestiones interesantes.
He elegido para el análisis solo los datos de partidos de liga por temporada pues me parecían los más fiables y los que no cambian nunca: todos los años se juegan los mismos minutos, aunque obviamente al desmenuzar año por año se tendrán en cuenta las circunstancias en las que se disputó cada liga.
La primera temporada de Pep Guardiola con el equipo fue la del triplete, con la cantidad de partidos que eso supone y la necesidad de dar descansos en liga. Messi salía de varias lesiones musculares y sus minutos se gestionaban con mimo. Aparte, Guardiola dejó claro desde su misma llegada que ese año iban a correr como locos, que iban a correr muchísimo y que no iba a permitir que nadie dejara de entregarse ni un solo momento. Sé que hay gente que se enfada cuando se dice que al Barça de hoy le falta físico porque piensa que físico es un jugador de 1,90 y 95 kilos que reparte en el medio del campo como un animal. No. Físico es velocidad, es resistencia, es la capacidad de que la sangre llegue a la cabeza en el minuto 90 y te permita pensar qué jugada vas a hacer.
La clave del Barcelona de Guardiola.
Aquel año solo dos jugadores jugaron 30 o más partidos completos: Víctor Valdés y Dani Alves, una constante en los siguientes años. Estos dos jugadores, más Eto’o, fueron los únicos en superar los 2.900 minutos en el campo. Como se puede ver, las rotaciones en determinados puestos eran constantes: Márquez jugó casi lo mismo que Piqué y Busquets casi lo mismo que Touré, que en ocasiones también jugó de central. La figura de Keita empezaba a ser clave dando minutos de descanso a Iniesta y Gudjohnssen era la bala en el banquillo para las posiciones de ataque, por encima del propio Bojan.
Lo interesante de este equipo era que tras estos 15 hombres había otros cuatro que jugaban con cierta asiduidad: Sylvinho, que disputó la final de la Champions, Cáceres, el citado Bojan y Hleb. Jugadores fiables para dar descansos puntuales en diversos partidos. Detrás de ellos, la habitual colección de canteranos que tuvieron sus minutos especialmente después del 2-6 en el Bernabéu, cuando la liga terminó de decidirse y las estrellas tenían que descansar para las finales de Roma y Valencia.
Es complicado fijar un once inicial para esta temporada por la lesión de Iniesta. De hecho, en liga, Keita jugó más minutos que el manchego. Esta fue la liga de los 99 puntos, la que se decidió en la última jornada y es razonable que los jugadores más importantes tuvieran que jugar más minutos. Aun así, Valdés fue el único en jugar más de 30 partidos completos y 3.000 minutos. El siguiente en partidos completos fue Puyol, que jugó 27, el que más entre los jugadores de campo, y en lo que respecta a minutos totales, Messi se fue a los 2.816, liderando la estadística detrás del portero.
Aquí apreciarán un cambio: sigue habiendo 16 jugadores que participan continuamente, otros cuatro que ayudan con cierta asiduidad… pero a partir de ahí no hay relevos puntuales. La razón más probable, como apuntaba antes, es que en cada partido la liga estaba en juego y en esos casos las probaturas es mejor dejarlas para otros momentos. Además, el equipo fue eliminado en octavos de final de la Copa del Rey, con lo que la acumulación de partidos fue menor y los descansos, menos necesarios.
El gran año del Barcelona, al menos en juego, con doblete Liga-Champions y final de Copa del Rey, nos trae un dato curioso: es la temporada en la que los suplentes menos juegan en liga. Pese a las exigencias de las tres competiciones, pese a que la liga quedó sentenciada bastantes jornadas antes del final… el caso es que los titulares fueron capaces de asumir una carga de trabajo impresionante. Hasta cuatro jugadores –Valdés, Alves, Messi e Iniesta– rozaron los 3.000 minutos en campo, algo inédito hasta entonces.
Hay que recordar, eso sí, que el Barcelona llegó muy tocado al final. Quizá no tan tocado como este año, pero casi, y que si consiguió ganar en Wembley su cuarta Champions League fue en buena medida por las tres semanas de descanso que Guardiola pudo permitir a sus estrellas para preparar la cita en condiciones. Los duelos con el Madrid de Mourinho en las tres competiciones habían dejado al equipo muy tocado física y mentalmente. Harto, en una palabra, y se notaba muchísimo.
Aun así, la cosa funcionó: si se fijan en los detalles, catorce jugadores rozan o superan los 1.400 minutos de juego, mientras Adriano y Bojan se acercan a los 1.000. Detrás de ellos, solo cinco jugadores tienen una presencia más o menos constante, lo que hacen 21 jugadores rozando los 500 minutos o más, una cifra bastante aceptable, muestra de una plantilla con recursos.
Hablar de un once tipo este año es muy complicado y, si se fijan, la distribución de minutos entre titulares y suplentes es la más equilibrada de los cuatro años hasta ahora examinados. He elegido un 3-4-3 con Thiago como centrocampista y Cesc como delantero porque fueron los que más minutos jugaron, pero como se ve, tanto Abidal, pese a su enfermedad, como Adriano, Pedro o Piqué jugaron casi 1.500 minutos en liga o más. Una barbaridad. Keita no se quedó muy atrás e incluso el lesionado Villa casi llega a los 1.000.
Fue un año algo caótico en cuanto a distribución táctica y rotaciones. En mi opinión, un exceso. Es cierto que el equipo llegó al final de temporada bastante en forma, arrinconando al Chelsea en semifinales de la Champions y pasando por encima del Athletic Club en la final de Copa del Rey, pero la liga se escapó entre indecisiones en una primera vuelta desastrosa. Messi jugó 36 partidos completos, uno más que Valdés, y en ningún momento pareció acusarlo, salvo, quizás, en la citada semifinal contra el Chelsea.
Por lo demás, no solo 18 jugadores participaron habitualmente en liga sino que otros cuatro lo hicieron con cierta asiduidad. Tello, por ejemplo, llegó a vestirse de corto en quince partidos, que no es poca cosa. En total, aquel año, 30 jugadores vistieron la camiseta del Barcelona en un momento u otro de la liga. Los resultados, sin embargo, no fueron ni una sombra de los del año pasado. El juego, tampoco.
Llegamos al momento de la verdad y lo que hay que reconocer es que la planificación ha sido completamente distinta. Es cierto que, en el momento de hacer este estudio, quedan tres partidos por disputarse y, por lo tanto, las cifras no son totalmente homologables a las de las anteriores cuatro temporadas. Sin embargo, hay cosas que sí saltan a la vista: al igual que el año pasado –se diga lo que se diga– no hay un once tipo que cope las alineaciones. De momento, ningún jugador llega a los 30 partidos completos por primera vez en este lustro. Valdés lleva 29 pero está lesionado.
En total, 17 jugadores superarán con probabilidad los 1.000 minutos sobre la cancha y Puyol se quedará a 32 minutos de esa cifra solo por su lesión. En principio, ese debería indicar una buena política de rotaciones, pero fíjense en el siguiente dato: detrás de ellos no hay nadie. Eso no había pasado nunca en el Barcelona. El número de jugadores habituales podía ser de 14, 15, 16… pero detrás siempre había otros cuatro o cinco prestando relevos puntuales y necesarios. No ha sido el caso este año. Tras los 18 magníficos, solo Pinto y Bartra acumulan minutos reseñables, y en el caso del canterano estaremos de acuerdo en que son muchos menos de los que probablemente habría sido conveniente para su formación.
Solo 24 jugadores han participado en liga, seis menos que el año pasado, aunque, ojo, los mismos que en la 2009/10 con Guardiola. De hecho, los paralelismos con esa temporada son bastantes, solo que este año con mucha más participación de los suplentes elegidos.
Si tuviera que resumir todo esto, y dejando que cada uno tome sus conclusiones, diría que el problema no es que Tito no haya querido rotar, es que no ha tenido de dónde sacar. Ha centrado su confianza en 18 jugadores, que es un número aceptable, pero no se ha arriesgado en absoluto con el resto, y no sé si culparle porque el nivel ha ido bajando año tras año en el fondo de armario culé. Sí, podría haber recurrido a la cantera, pero la cantera no está en su mejor momento y el objetivo de sentenciar la liga cuanto antes ha podido influir.
Si ha habido un problema de gestión de la plantilla no ha sido por exprimir a once tíos y hacerles jugar siempre sino por olvidarse de los más suplentes. Aun así, no me parece razón suficiente para explicar este bajón. El equipo ha rotado. De manera diferente, pero ha rotado. Ha sido la segunda temporada con menos carga para los titulares y más minutos para los suplentes. Se puede discutir sobre la implicación del vigésimo jugador de la plantilla en el juego pero eso obligaría a decir que ese jugador probablemente sea un canterano cuyo juego se ha atascado. ¿Nos hubiera gustado ver más a Deulofeu o Sergi Roberto? Es posible. ¿A Bartra? Desde luego. Pero son matices demasiado pequeños como para considerarlos clave en esta descomposición física del equipo en los últimos meses. Habrá que buscar en otro lado. Quizá, después de todo, el Barcelona no necesite una revolución con más estrellas sino con más Keitas, Bojans, Maxwells o incluso Cuencas.
* Guillermo Ortiz es filósofo y escritor.
– Fotos: EFE – Reuters – AFP – Sport – Jordi Cotrina (El Periódico)
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