"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
¡Olé tú, Siqueira! Sepultado bajo el récord de Messi y la parafernalia abusiva que rodea aquí cualquier detalle ínfimo de las superpotencias, ahí queda tu gesto torero, por si alguien lo desea paladear. Olé tú y tu cuajo futbolístico. Ahí es nada repetir la suerte del penalty en plaza tan señorial y resolverla con un toque Panenka, en versión lateral, desparramado el Zamora local al otro lado del arco. De perdidos, al río, debiste pensar antes de la ejecución. Al menos, que nos salve la belleza, que mucha falta nos hace en esta vida y en este fútbol. Y allá fue Guilherme Madalena Siqueira, brasileño, a darle colleja suave al cuero para que entrara bobalicón, sin fuerza, mancillando la red ajena. No fastidiemos la imagen con la prosa: A estas alturas, decidido el referee en la ejecución de la sentencia, importa ya una higa si el veredicto es prevaricación o justicia plena. El caso es pintar el lienzo para explicarlo a los nietos. Aquel día, metí dos y era lateral, firmé un par en el coso de cosos, me puse el mundo por montera y hasta habría cantado viva Graná, que es mi tierra si no fuera por mi ascendencia, más proclive a la bossanova. El gran Siqueira seguirá entrenando sin reparar en la grandeza de su gesto, más allá de alguna chanza con los compañeros cuando les dé por debatir los cinco que cayeron, sobre la procedencia original de ese interplanetario con el 10 y lo feo que se pone el fútbol cuando al viento le da por soplar. Y continuará Siqueira con su labor, enriquecida el alma con esa obrita de arte, singular y perecedera, lástima, porque a los Siqueira de este mundillo sólo les da cuartel su goce íntimo, intransferible, su propia memoria y criterio.
Perdidos en esa ya eterna guerra fría entre superpotencias, hemos gastado el paladar, pedazo de corcho que no encuentra textura ni sabor a todo aquello procedente de otras zamarras, otros artistas. Dicen los cínicos que si no sales por la tele, no existes, sentencia corregible en tiempos del 2.0, y podrían parafrasear los futbolistas que si no eres Madrid o Barça, ni aire siquiera te dejan respirar. De ahí la reivindicación de la diversidad, proceda de donde cobre el creador, que da lo mismo y lo mismo da. Nuestro empobrecimiento como audiencia, nuestra precariedad como mensajeros, impide la glosa de los otros, los distintos, quienes no votan PP o PSOE y no por ello deben verse obligados a abandonar el planeta. Esta dinámica envilecedora entre republicanos o demócratas, tirios o troyanos, deja sin escena a cuantos liberales y disidentes del pensamiento vigente laboran por este injusto fútbol de a dos, agarrado tango interminable sin espacio a la glosa en pasodoble de arte como el plasmado por Siqueira.
Alelados por la carrera espacial, por seguir y apostar quien llega antes a poner su pica y bandera en los nuevos Flandes, el sol de los imperios tapa esas minucias coloniales de canela en rama. Siqueira en su zamarra a franjas laterales o el millón de detalles evaporados al viento con cada jornada, labrada con el sudor y el deseo de dejar huella de tantos y tantos alejados de ambos centros de poder. Lástima que en la dinámica, nos concentremos en el resfriado de aquel blanco o la nueva conquista de aquel blaugrana, en el mefistofélico verbo del portugués o el capote hechicero del portavoz catalán. Sólo una certeza de apoyo: no le daremos bola a Siqueira desde su modestia granadina, como ignoraremos las mil y una bellas historias que se escriben a diario en cien mil campos de césped y tierra, nunca de batalla. Ya que nos movemos por impulsos y emociones, sombreros fuera de paso ante uno que toca la fibra de cerca, uno entre tantos que también merece frase en el guión por deleitarnos como lo hizo con su último touch of class.
Mientras chapotea en la ciénaga de Segunda, puro músculo y brío, escasa la floritura, Fernando Morán, alma y líder de este decadente Nàstic, se sacó el sábado un mísil de la chistera en Cartagena que nos estremeció el sentido. A cuarenta metros del arco, le pegó duro, redondo y pleno, para propulsarlo de abajo arriba conforme pillaba velocidad. Y allá se fue el balón, flamígero, letal, en busca del palo lateral hasta acabar el trayecto recogido en la red. Gol de traca y pañuelo ideado por un trotamundos de 35 años con honradez, decencia y arte para parar un tren, aunque fuera el AVE. Morán sigue disfrutando de los mejores años de su vida estirándola hasta lo inverosímil, más allá de lo que dictarían los límites de su propio cuerpo enjuto. Y en cada pase, finta o chut, Fernando nos deleita con ese expresado amor por el privilegiado oficio de futbolista, esa calidad, ese deseo de compensar el precio de la entrada y la fuerza del sentimiento. Eso es vergüenza torera, justificar el sueldo, honrar la camiseta. Los Siqueira o Morán de este fútbol no tienen quien les escriba, pendiente la atención de la más estúpida anécdota que destilen los USA y la URSS, que este muro no cae, no cae, no cae jamás. Al menos, alguien, que alguna vez les asista, consuele y ensalce su buen gusto y labor para decirles que no están solos en la praxis de su talento, que somos dos en la empatía.
* Frederic Porta es periodista. En Twitter: @fredericporta
– Fotos: La Opinión de Granada
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal